Atahualpa Yupanqui: el cantor-filósofo de los caminos

Por Emilia Baigorria

Le tengo rabia al silencio por lo mucho que perdí
Que no se quede callado quien quiera vivir feliz
Héctor Roberto Chavero

El 31 de enero de 1908 resultó bendecido con el nacimiento de Héctor Roberto Chavero quien artísticamente fue Atahualpa Yupanqui.

Nació en estación Peña, a donde su padre José Demetrio Chavero había sido destinado como empleado ferroviario; el próximo lugar que esperaba a la familia fue Agustín Roca y después Tucumán.

Tenía de su padre herencia quechua y de su madre antepasados españoles. Desde adolescente inició estudios de música, violín y guitarra a los que sumó bombo y arpa india; también se destacó en deportes.

La escritura comenzó cuando el paisaje que lo rodeaba en su infancia y años siguientes llegó muy profundo a su sensibilidad.

El joven Chavero tuvo marcada militancia política, se inició en actividades revolucionarias dentro de la línea irigoyenista razón por la cual debió abandonar el país radicándose en Uruguay. Tiempo después regresó permaneciendo en Tucumán recorriendo también las otras provincias del noroeste argentino.

Tuvo dos matrimonios, los primeros cuatro hijos del primero y uno del segundo con Nenette Pepin Fitzpatrick, compositora y pianista quien resultó ser coautora de muchas de sus canciones y su compañera de vida por más de cuarenta años.

Atahualpa Yupanqui se integró al Partido Comunista desde donde desplegó su actividad política sobre todo a través de sus canciones. Fue censurado, detenido y de alguna manera también torturado.

​Se fue a Francia país que le brindó reconocimiento en los mejores escenarios, cantó junto a Edith Piaf. Su regreso al país marcó la ruptura con el Partido Comunista y se asentó en Cerro Colorado en la provincia de Córdoba.

En el universo de la música comenzó a ser reconocido por artistas que ya habían logrado la adhesión popular como Mercedes Sosa o Albero Cortez. Su prestigio lo llevó a realizar una gira por distintos continentes. Alternaba luego su vida musical entre Francia y Argentina, en este su país musicalizó y participó en varias películas.

En el año 1.985 recibió el Premio Kónex de brillante al ser considerado la mayor figura de la Historia de la música popular argentina.

En Argentina recibió también el más alto reconocimiento del público en diferentes eventos en especial su actuación en el Festival del Folklore de Cosquín en 1990, año en que muere su esposa.

En Francia recibió la condecoración como Caballero de la Orden de las Artes y las Letras. En 1987 volvió a Argentina para recibir el homenaje de la Universidad Nacional de Tucumán.

Viajó nuevamente a Francia y el 23 de mayo de 1.992 falleció, siendo repatriados sus restos a Cerro Colorado donde descansan hasta la actualidad.

Atahualpa Yupanqui construyó su vida en medio de diferentes caminos en los que fue depositando su canto como una marca indeleble. Sus composiciones alumbran una senda filosófica artística desde donde emana el pensamiento profundamente humano bregando por los sueños, lapasión y el respeto a la tierra a la que se canta desde el corazón.

“Sí, la tierra señala a sus elegidos. El alma de la tierra, como una sombra, sigue a los seres indicados para traducirla en la esperanza, en la pena, en la soledad”

A. Yupanqui. «Destino de Canto».

El respeto a la tierra lo lleva a considerar el canto como una misión de responsabilidad y dice:

… nada apagará la lumbre de tu antorcha, porque no es sólo tuya. Es de la tierra, que te ha señalado. Y te ha señalado para tu sacrificio, no para tu vanidad. La luz que alumbra el corazón del artista es una lámpara milagrosa que el pueblo usa para encontrar la belleza en el camino, la soledad, el miedo, el amor y la muerte.

A. Yupanqui

Todas sus creaciones musicales son emblemáticas por su letra que despliegan la filosofía de su vida. No puede dejar de nombrarse a Camino y piedra,

Del cerro vengo bajando
Camino y piedra
Traigo enredada en el alma, viday
Una tristeza
Traigo enredada en el alma, viday
Una tristeza
Me acusas de no quererte
No digas eso
Tal vez no comprendas nunca, viday
Por qué me alejo
Tal vez no comprendas nunca, viday
Por qué me alejo
Es mi destino
Piedra y camino
De un sueño lejano y bello, viday
Soy peregrino
De un sueño lejano y bello, viday
Soy peregrino
Por más que la dicha busco
Vivo penando
Y cuando debo quedarme, viday
Me voy andando
Y cuando debo quedarme, viday
Me voy andando
A veces, soy como el río
Llego cantando
Y sin que nadie lo sepa, viday
Me voy llorando
Y sin que nadie lo sepa, viday
Me voy llorando
Es mi destino
Piedra y camino
De un sueño lejano y bello, viday
Soy peregrino
De un sueño lejano y bello, viday
Soy peregrino

Hector Roberto Chavero

La composición reúne una serie de coplas de las que emana ese sentido profundo de su ser caminante y viajero. El inmenso significado de firmeza fuerza y eternidad al que nos remite la palabra piedra está referido a sus convicciones, a la pureza de su origen y sentimiento de pertenencia al mundo en su origen más natural.
La palabra piedra tiene fundamental importancia desde el sentido bíblico el que acerca las características de fuerza, estabilidad, solidez.

En el libro de Mateo, Jesús dice: «Y yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”. En este pasaje, Jesús se refiere a Pedro como la piedra sobre la cual construirá su iglesia, simbolizando la fundación sólida y duradera del cristianismo. De ese concepto nace el convencimiento que ya llega a este mundo con ese destino y nada lo puede cambiar:y cuando debo quedarme/ me voy andando”.

El yo lírico grita su sentido trágico por ese destino marcado de un andar indestructible como camino o como río sobre el que pesará la incomprensión y su misma pena. Es ese sueño lejano que ha nacido con su propia existencia.

Es conmovedora la poesía que suelta generosamente Piedra y camino, si prestamos atención a sus versos Atahualpa muestra su caminar lento pero permanente, así lo demuestran los verbos a través del uso del gerundio: bajando, andando, penando, cantando, llorando.

El tono autobiográfico se convirtió verso y música y es el mismo quien lo dice: es piedra y camino.

Otra emblemática composición musical de Atahualpa Yupanqui es El arriero, en la cual su letra se ha convertido en un himno conjugando la épica individual del arriero a través de su lucha diaria sacrificada por demás y la retribución escasa. El arriero mira como todo aquello por lo que trabaja no le pertenece.

Subyace en esta poesía la protesta social elevando un canto de injusticia.

El arriero
En las arenas bailan los remolinos
El sol juega en el brillo del pedregal
Y prendido a la magia de los caminos
El arriero va, el arriero va
Es bandera de niebla su poncho al viento
Lo saludan las flautas del pajonal
Y apurando a la tropa por esos cerros
El arriero va, el arriero va
Las penas y las vaquitas
Se van por la misma senda
Las penas y las vaquitas
Se van por la misma senda
Las penas son de nosotros
Las vaquitas son ajenas
Las penas son de nosotros
Las vaquitas son ajenas.
En las arenas bailan los remolinos
El sol juega en el brillo del pedregal
Y prendido a la magia de los caminos
El arriero va, el arriero va
Las penas y las vaquitas
Se van por la misma senda
Las penas y las vaquitas
Se van por la misma senda
Las penas son de nosotros
Las vaquitas son ajenas
Las penas son de nosotros
Las vaquitas son ajenas.

A. Yupanqui

Fuentes:

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