PINTURA

(Dedicado al poeta Aníbal Aguirre)

Por Luis Ponce

Aníbal miraba ese cuadro cada vez que pasaba por la galería de arte, ahí en el microcentro del pueblo.
Había varios, y de distintos autores; pero esta obra era diferente al resto. Desde el principio, supo que el pintor le había dado vida al cuadro, había logrado hacer una mujer bella, natural, expresiva, singular.
La primera vez que la vio, tuvo la corazonada de haberla visto antes. ¿La conocía de algún lugar?
Hasta la soñó, en noches sucesivas. De a poco, se estaba convirtiendo en su obsesión.
Buscó el precio pero no tenía. Las veces que pasaba, estaba cerrado. Hizo un cálculo exagerado y comenzó con un ahorro forzoso. Hasta que un lloviznoso domingo de mayo, vio luz y se le encendió la vida. Entró y escuchó música de Vivaldi. Se arrimó y la sintió tan próxima, ¡tan pura, tan real…!
Al fondo, un hombrecito de grandes bigotes y sombrero verde mate, jugaba con su pincel, en una nueva obra. Pero al advertir su presencia, suspendió su trajín y se quedó mirándolo perplejo. Por dónde ha entrado- preguntó admiradísimo.

-Por la puerta- respondió Aníbal, un tanto asombrado. Comenzaba a sentirse enrarecido.
-Quiero saber el precio del segundo cuadro, el de la dama de vestido violeta. – dijo, un tanto temeroso ya.

Mi obra no se vende, pero se la puede llevar. Sólo le pido que la cuide; por favor.
A esta altura, ya no cabía en sí. Ahí sintió que el pecho le explotaba. Le transpiraban las manos. Sintió un leve mareo. Se afirmó en una de las mesas de trabajo. Advirtió una silla y se sentó. De un jarrón, que le pareció limpio, bebió agua fresca. Se tranquilizó y ya comenzó a pensar qué lugar ocuparía en su casa. Lo observó desde atrás; era casi de su altura.
No supo si el pintor seguía en su taller, no lo vio, ni le importó demasiado. Dio la vuelta para mirar de frente, y la obra ya estaba parada en el piso. Fue observando desde sus pies descalzos, hasta llegar a su rostro, y sintió que lo observaba con gran interés. Algo presintió, una rara sensación que le hizo bajar la mirada, y con un descomunal asombro, vio que sus pies comenzaban a salirse lentamente del cuadro. No supo en qué momento, en medio de su perplejidad, alargó una mano, como pidiendo encontrarse con la suya. Como tampoco supo de dónde sacó el coraje para levantar la suya y sentir su tibieza por primera vez.

¡La mujer había salido totalmente del cuadro! Lo miraba con una sonrisa esplendorosa, con ella lo acariciaba como nunca jamás lo había sentido. Lo tomó del brazo con su mano derecha, con gesto que invitaba a caminar.
Pudo advertir que con su mano izquierda, saludaba a su dueño, o su autor, o su inventor…
Cuando salieron a la vereda, sólo existían los dos, y un silencio, que de pronto, era sereno, placentero, musical, celestial y compañero….

Aníbal Aguirre en Juana Manuela Editorial


Publicado por Juana Manuela

Empresa destinada a la publicación de textos de difernetes géneros literarios, como así también a la difusión de nuestra cultura latinoamericana.

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