Pacto de San José de los Cerrillos

Por Violeta Herrero

Luego del victorioso encuentro en Puesto Grande del Marqués (14 o 17 de abril de 1815), Güemes volvió a Salta pasando por Jujuy. Allí tomó 660 fusiles (en realidad, mosquetes) del almacén del ejército, para dotar a sus milicias. Al llegar a Salta, fue elegido gobernador (06 de mayo). El 21 de mayo fue requerido por Rondeau, desde Potosí, a restituir las armas. Güemes hizo su descargo: explicó que las quería arreglar pues Salta las necesitaba; Rondeau ofició a Buenos Aires y, en breve, Álvarez Thomas ordenó al salteño poner a disposición de Rondeau las fuerzas de Salta con su armamento, pues el ejército de Pezuela se estaba engrosando para nuevo ataque. Carta va, oficio viene, cada uno se mantuvo en sus trece. Por fin, el director anunció la inminente presencia de dos mil hombres en Salta para refuerzo de Rondeau, a lo que el salteño respondió que era innecesario, pues él podría proporcionar ese número, pero si insistía en enviarlos, que vinieran acompañados de fondos, ya que las arcas salteñas se hallaban exhaustas. El director contestó a Güemes que a él sólo le tocaba obedecer.

El 29 de noviembre de 1815 los patriotas fueron derrotados en Sipe Sipe y Güemes envió tropas con medidas urgentes para ayudarlos en la retirada.

Pese a ello, el 12 de marzo de 1816 Rondeau envió una Proclama a los cabildos de Salta y Jujuy, anunciándoles una marcha militar sobre sus territorios, a la que el primero contestó que tanto si se resolvía atacar a Salta como retirarse con las fuerzas a Buenos Aires, quedarían comprometidos el honor, el crédito y la reputación de las armas de la patria, discurso que no detuvo a Rondeau y motivó un segundo oficio del cabildo salteño, avisando que si en breve no se retiraba de la provincia, Salta emplearía toda su energía y valor para usar de una justa y sagrada defensa. El 14 de marzo, sin embargo, el cuerpo capitular prefirió enviar a Rondeau una comisión negociadora para solicitarle que detuviera su avance. Rondeau tampoco se detuvo esta vez y fue tiroteado por salteños en la localidad de La Caldera, 15 de marzo. De inmediato, aquél declaró a Güemes «reo de estado».

Güemes y su gente actuaron con Rondeau y los suyos como acostumbraban hacer con los intrusos realistas: ocultaron todo tipo de vitualla para obligarlos a deponer posiciones. Los porteños se replegaron hasta el pueblo de Cerrillos, donde pasaron tres días de necesidades, aislados de cualquier ayuda: sólo encontraron una viña con las uvas en sazón, de las que dieron buena -y única- cuenta.

Finalmente, la firma del “Pacto de San José de los Cerrillos” (22 de marzo de 1816) fue la única posibilidad elegante que quedó a Rondeau. La reconciliación entre él y Güemes, después de varios intentos fallidos, provino de los buenos oficios del provisor Figueroa y del coronel Apolinar Figueroa, su hermano.

Existe la certeza de que en la resolución del gravísimo conflicto (que pudo haber llegado a guerra civil) y en la redacción del texto del pacto, intervino también Macacha Güemes, hermana de Martín Miguel. Y es probable, según David Slodky, que Carmencita Puch, jovencísima esposa del gobernador, ejerciera asimismo sus buenos oficios, pues en carta posterior a Güemes, Rondeau enviaba “mis finos afectos a su Carmen divina”, un 29 de abril de 1816, treinta y siete días después de la firma de tan importante pacto. Verdadera reconciliación basada en la necesidad de salvar el sagrado sistema de la libertad, el acuerdo fue seguido de una Proclama difundida el 24 por Rondeau, desdiciéndose de todo lo pasado y jurando amistad eterna con Güemes. Según el historiador Bernardo Frías, nació entre ellos una amistad que duró hasta la muerte.

El relato precedente es asaz escueto por razones de espacio; el problema entre el ya director provisorio Rondeau, Güemes y Jujuy -ciudad aliada con el jefe porteño- fue importante y se halla receptada en los numerosos documentos intercambiados, con amenazas e insultos contra Güemes y otras delicias, como la referencia de Rondeau a una inminente guerra civil.

Por tal razón, San Martín ordenó en Mendoza veinte salvas de cañón y el Congreso de Tucumán celebró el acuerdo en sesión del 19 de junio.

Tales reacciones exigen preguntarnos por el significado profundo del Pacto. Y hoy puede decirse que el mismo facilitó la concreción de un sueño obsesivo que tenía Martín Güemes: la declaración de la independencia, el 9 de julio posterior; ello, porque las aguas estaban pacificadas y daban seguridad a los diputados reunidos en Tucumán, mientras sabían, además, que el gobernador salteño estaba dedicado a evitar una nueva invasión que sofocara la revolución. Asimismo, el Pacto dejó en claro, al gobierno central, que Güemes y su gente no actuarían como Artigas, sino de consuno con dicho gobierno, a fin de lograr el nacimiento de la ansiada patria; temor que permite entender muchas de las conductas porteñas en este asunto.

            A su vez, el Pacto de San José de los Cerrillos debe considerarse incluido entre aquellos que menciona el Preámbulo de la Constitución Argentina como “pactos preexistentes”, asunto de suma importancia política y jurídica.

Publicado por Juana Manuela

Empresa destinada a la publicación de textos de difernetes géneros literarios, como así también a la difusión de nuestra cultura latinoamericana.

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