HOMENAJE A MUJERES GÜEMESIANAS

por Mary Dib Ashur

En la edición de hoy, quiero compartir una romántica y triste historia de amor, cuyos protagonistas fueron Carmen Puch y Martín M. de Güemes; en homenaje al Gral. Güemes  y en reconocimiento a las mujeres que  acompañaron y compartieron su corta vida.

Mujeres que lucharon junto al General, sin medir consecuencias ni sacrificios, muchas veces, dejando en sus hogares sus hijos, familiares, para estar en el campo de batalla, a la par de esos gauchos guerreros, que  murieron  dando todo por nuestra Patria.

MORIR DE AMOR

Carmen Puch de Güemes

A Martín Miguel de Güemes todos lo respetaban, hasta sus enemigos. Era además un soltero codiciado por las mujeres.

De Carmen Puch, las crónicas de la época decían que poseía una belleza incalculable, al punto que algunos la consideraban la más hermosa de Salta. La escritora Juana Manuela Gorriti solía decir que “era una mujer maravillosa, con todas las seducciones que puede soñar la más ardiente imaginación”.

La muchacha había nacido en 1797 y era hija de un español de fortuna, que adhirió a la causa revolucionaria donando casi todos sus caballos a “Los Infernales”. Güemes era el comandante de ese ejército de héroes gauchos, y por eso es lógico que Carmencita lo admirara.

La que ofició de celestina y los presentó fue Macacha Güemes, apenas se enteró de que su hermano había roto su compromiso con su novia, Juana María Saravia.

 Eran épocas de guerra y el amor entre Carmen y Martín fue igual de intenso. Se casaron enseguida, en 1815, a dos meses de que Güemes fue nombrado Gobernador.

Ella tenía 18 años y él pisaba los 30. La boda entre el hombre de coraje legendario, que acababa de ser ascendido a teniente coronel por el General San Martín, y la belleza de pelo rubio, se celebró en la catedral de Salta y se festejó en la ciudad y en la provincia entera durante varios días.

Dos años más tarde, comenzaron a nacer los hijos: Martín del Milagro, que luego fue gobernador de Salta; Luis,  e Ignacio, a quien Güemes nunca llegó a conocer. La vida en el norte del país era muy agitada y los enemigos del general  gaucho, muy poderosos.

Carmen tuvo que cambiar varias veces de residencia para proteger la seguridad de su familia y también acostumbrarse a ver partir a su hombre para librar tantas batallas.

En su desesperación por quebrar a Güemes, los realistas llegaron a planificar el secuestro de Carmen y sus hijos con el propósito de extorsionarlo. Embarazada de ocho meses, la mujer no dudó en cargar al pequeño Martín de tres años y a su bebé Luisito de un año, para hacer un peligrosísimo viaje a caballo hasta una estancia de su padre, en Rosario de la Frontera.

Hasta allí le llegaban las cartas que Martín le escribía cada día y que le enviaba con un mensajero. En la última que pudo escribirle le decía:

“Mi idolatrada Carmen: Es tanto lo que tengo que hacer que no puedo escribirte como quisiera, pero no tengas cuidado de nada, pronto concluiremos esto y te daré a ti y a mis hijitos mil besos, tu invariable Martín”.

También Carmencita le escribió la única carta que se le conoce, en la que le dice:

“Mi vida, mi cielo, mi amor, por Dios cuídate mucho y no vas a estar descuidado . Mi amor, cuándo será el día que tenga el gusto de verte y estrecharte en mis brazos y darte un millón de besos»

Los esposos nunca pudieron darse ni uno solo de todos esos besos escritos y prometidos, porque el 7 de junio de 1821 los realistas le tendieron una emboscada a Güemes y lo hirieron de muerte. En una agonía que duró diez días, dicen que pensando en su Carmencita llegó a decir: “Ella vendrá conmigo y morirá de mi muerte como ha vivido de mi vida”.

Lo de Güemes fue casi una premonición, porque al enterarse del asesinato de su marido, Carmencita entró en una depresión, que se transformó en terminal cuando también su tercer hijito Ignacio murió a los pocos días, antes de cumplir un año.

Los dichos populares cuentan que la muchacha de 25 años se encerró en una habitación en casa de los Puch, se cortó su cabellera, cubrió su cara con un velo negro y se instaló en el rincón más oscuro. Sin moverse, murió de pena diez meses después que su amado, el 3 de abril de 1822.

Y murió de amor así como él murió por amor a la Patria.

Juana Manuela Gorriti

Obra de la artista Karina Álvarez

Entre las heroicas mujeres estaba,   Dña. Juana Manuela Gorriti, que además de su fortaleza y coraje, supo escribir un libro de cocina….ya vimos en otras ediciones algunas de su receta….pero para homenajearla hoy conoceremos alguna otra de ellas.

En su libro Cocina ecléctica, publicado en 1890, la escritora argentina Juana Manuela Gorriti recopila decenas de recetas de platos criollos, provenientes de la etapa que marcó a fuego la historia argentina: los años posteriores al 1800. Todas ellas están firmadas por mujeres que fueron testigos de una época vibrante, y compartieron con ella la pasión (y fundamentalmente la obligación) de ser esposas, amas de casa y buenas cocineras.

Encontré en esa joya, que es el libro de cocina de Juana Manuela Gorriti, una explicación tan bonita de un Gaucho de esa época, de cómo preparar un buen mate.

La transcribo y comparto con ustedes:

El mate allá y a lo lejos

Aunque los días de esplendor hayan pasado para esta deliciosa bebida, y no recorra ya los salones de nuestra alta vida, en docenas de lujosos recipientes colocados en mancerinas de plata, siempre, el mate, es y será el favorito en los retretes, recámaras y dormitorios. Entre las poblaciones de la Pampa, el mate es casi, un culto. Aquellos hombres barbudos y graves lo sorben con una solemnidad parecida a la adoración. Y, cosa extraña, entre los refinados pasionistas del mate, nadie como ellos, sabe confeccionarlo. Dan a la yerba, en su infusión con el agua hirviente, un perfume exquisito, que una vez probado se echa de menos.

Daré a Ud. la manera correcta de hacerlo.

 Hiérvase agua con tres hervores en una pava de barro o fierro esmaltado. En el mate ya cebado con la yerba sola, y al dar el agua el primer hervor, se echan, al través de la bombilla, dos cucharadas de agua fría. Se presiona  sin revolver, y se deja humedecer la yerba, a fin de que la acción del agua fría le arranque su aroma. Cuando el agua de la pava haya dado los tres hervores, extrae del mate el agua fría que haya quedado después de humedecer la yerba; y a esto se procede ladeando con cuidado el mate, y presionándolo del otro lado con la bombilla. Se le pone el azúcar, y tras este se le echa el agua caliente con calma. Al servirlo, se mueve la bombilla en torno pero sin levantarla.

 Transcribo tal cual me dicto su receta un viejo gaucho, con sus mismas meticulosas explicaciones, quizás necesarias para confeccionar ese delicioso mate.

                                                                       Carmen Garzón de Vela (Buenos Aires)

Podemos observar, que el agua fría en el mate debe estar en el tiempo de: 2 hervores del agua.

¿SE DIERON CUENTA?. A LEER CON ATENCIÓN LA RECETA.

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