Manos de tierra

Por Fernanda Rossi

En el corazón de las comunidades ancestrales, donde el tiempo parece fluir a un ritmo diferente, se esconde un arte milenario que moldea la arcilla y le da vida. Los ceramistas de pueblos originarios, herederos de un legado transmitido de generación en generación, son guardianes de técnicas ancestrales y maestros de un lenguaje universal que trasciende fronteras. Lenguaje que se expresa a través de la tierra: útero contenedor y dador.

Con manos expertas, estos artesanos transforman la arcilla en objetos funcionales, rituales y decorativos, imbuidos de simbolismo y tradición.

Solo basta escuchar a estos maestros para transportarse a un tiempo sin edad. Maestros no solo en su arte de barro, sino también de antiguas técnicas que mantuvieron vivas a pesar del devenir de la tecnología y sus avances.

Escucharlos, es adentrarse al pasado, donde la naturaleza era su única proveedora y el viento acompañaba su soledad de moldeado y horneado.

Barro Calchaquí 2024: Un encuentro con la tierra y su arte en los Valles Calchaquíes.

En el corazón de los Valles Calchaquíes salteños, San Carlos se convirtió en epicentro de un encuentro cultural único: el «Barro Calchaquí 2024». Este evento reunió a ceramistas de distintos puntos de Argentina y países como España, Ecuador, Brasil, Chile, Bolivia y Perú, creando un espacio donde la arcilla se convirtió en un lenguaje universal que trascendió fronteras.

Dentro de este encuentro, tuve la fortuna de conversar con referentes de la cultura Wichí y Chane, quienes me guiaron en un viaje a las raíces de su ancestral trabajo con la tierra. Julia Guerra, joven artesana Wichí de Tartagal, me relató cómo su abuela le transmitió el legado de su comunidad. La arcilla, obtenida del lecho de los arroyos tras la lluvia, se mezclaba antaño con hueso quemado y molido, creando una pasta moldeable con la que daban vida a sus obras. Hoy en día, el ladrillo molido ha reemplazado al hueso, pero la esencia del proceso sigue intacta.

Las piezas elaboradas por Julia y su comunidad son un fiel reflejo de su vida cotidiana: tejedores, pescadores, cocineros, animales de la fauna autóctona y tinajas cobran vida en sus manos. El chaguar, tejido vegetal típico del arte wichí, se suma a las piezas, aportando un toque distintivo y ancestral.

Luego de dar forma a la arcilla, las piezas se lijan con piedras para un acabado más suave y finalmente se someten al fuego. El horno de barro actual ha reemplazado la tradicional estructura piramidal de troncos, pero el espíritu del proceso sigue intacto. El fuego, elemento transformador, sella el vínculo entre la tierra y la creación.

Por su parte, Claudia Sánchez y Vicenta Ovando, de la cultura Chane, nos sumergieron en el fascinante mundo de las máscaras de su comunidad. Elaboradas por hombres, con la colaboración de las mujeres en el lijado, la pintura y la selección de colores, estas máscaras de madera de Yuchan o Palo Borracho representan a la fauna autóctona, revelando la profunda conexión de este pueblo con su entorno natural.

La cerámica Chane tiene un doble propósito: utilitario y ornamental. La arcilla, obtenida de un cerro cercano, se transforma en vasijas y objetos decorativos pintados con pigmentos minerales, obtenido del raspado entre dos piedras. Los pinceles, elaborados con pelo de acutí, un mamífero roedor local, imprimen sobre la arcilla los colores de la tierra. La cocción se realiza en pozos revestidos y tapados con leña, donde el fuego completa el ciclo de transformación.

Honrando al artesano

Cada elemento realizado por las manos de estos artesanos ancestrales es más que una simple pieza de cerámica. Es un portal a su cosmovisión, un reflejo de su profunda conexión con la tierra y la cultura que han heredado por generaciones. Cada pieza, única e irrepetible, narra una historia a través de formas, colores y texturas que hablan de su identidad, sus tradiciones y su visión del mundo.

Lamentablemente, este trabajo artesanal, que representa un tesoro cultural invaluable, se ve amenazado por la explotación y el desconocimiento de su verdadero valor. Es desolador escuchar cómo algunos compradores regatean el precio de estas piezas, restando importancia al esfuerzo, la dedicación y la riqueza cultural que cada una de ellas encierra.

El arte, en todas sus expresiones, posee un valor intrínseco que va más allá de lo económico. Es el valor del artista que recorre largas distancias para obtener la materia prima, que la trabaja con amor y paciencia, dándole vida con cada elemento que la compone: tierra, agua, mineral, madera, fuego y aire. El verdadero valor del arte reside en su capacidad de transformar nuestra experiencia del mundo, de conmovernos, inspirarnos y hacernos reflexionar. Es la expresión del espíritu humano, su forma de conectar con lo divino o con la naturaleza.

Es nuestro deber como sociedad preservar este arte ancestral, apoyar a los ceramistas de pueblos originarios y valorar su trabajo como un tesoro cultural inestimable. Adquirir sus piezas no solo significa llevar a casa una obra de arte única, sino también contribuir a la continuidad de su legado y a la preservación de su identidad cultural.

Pasión por el Barro

El «Barro Calchaquí 2024» fue más que un encuentro de ceramistas. Fue un viaje a las raíces, un intercambio cultural, un homenaje a las tradiciones y una muestra de la riqueza cultural compartida en estos Valles Calchaquíes. En cada pieza, en cada historia compartida, se respiraba la pasión por el trabajo con la arcilla, un legado que se transmite de generación en generación, conectando al hombre con la tierra y preservando la identidad de cada pueblo.

Publicado por Juana Manuela

Empresa destinada a la publicación de textos de difernetes géneros literarios, como así también a la difusión de nuestra cultura latinoamericana.

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