Alejandra Pizarnik, una vida de poemas y pesadillas.

Por Emilia Baigorri

Su nombre Flora Alejandra Pizarnik, nació en Avellaneda Buenos Aires el 29 de abril 1936. Su familia ingresó a la Argentina como inmigrante. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires, luego también periodismo e incursionó en la pintura.

Muy joven se fue a París donde trabajó como traductora en revistas literarias y editoriales. En Francia se acercó a la fuente simbolista de Mallarmé y Rimbaud de la que bebió y volcó en su poesía para expresar ese mundo interior que, como un fuego interno, la quemaba.

Su decir fue una búsqueda permanente, una interrogación constante, su poesía es dolor por la infancia perdida. Este eje junto a la muerte, a la soledad, a la búsqueda de identidad configuran  su lírica.

A pesar de esa realidad personal que la atormentaba, su poesía se aleja de lo referencial para crear un nuevo yo y otra voz  en la que recoge muchas voces que la identifica y hace trascender.

Pero nada reemplaza al encanto de sentir su poesía, por eso la invitación a su lectura:

Cenizas
La noche se astilló de estrellas
mirándome alucinada
el aire arroja odio
embellecido su rostro
con música.
Pronto nos iremos
Arcano sueño
antepasado de mi sonrisa
el mundo está demacrado
y hay candado pero no llaves
y hay pavor pero no lágrimas.
¿Qué haré conmigo?
Porque a Ti te debo lo que soy
Pero no tengo mañana
Porque a Ti te…
La noche sufre.

Poesía de extrema pureza, delicada pero firme y profunda. Las imágenes  son plenas, no dejan intersticios. La completitud de la noche se resuelve al final del poema “no hay llaves”. La imagen es total, se encierra en sí misma, no tiene regreso, no hay esperanza remata el verso: “Pero no tengo mañana”.

Despedida

Mata su luz un fuego abandonado.
  Sube su canto un pájaro enamorado.
     Tantas criaturas ávidas en mi silencio
          y esta pequeña lluvia que me acompaña.

El camino del adiós diseñado en una voz que anticipa su partida y se apaga el fuego. La presencia de todas las voces en una a través de los silencios.

La brevedad de su poesía desafía a la inmensidad de su búsqueda poética y existencial.

Madrugada
Desnudo soñando una noche solar.
He yacido días animales.
El viento y la lluvia me borraron
Como a un fuego, como a un poema
Escrito en un muro.

Un poema de realidades naturales plenas: el viento, la noche, el fuego, la lluvia. La presencia de la noche es recurrente en el universo poético de Alejandra Pizarnik, esta vez con el rostro de la madrugada; también la inmensidad de la noche y la desnudez de la inmensidad para anhelar otra infinitud: el sol.

        La fuerza sin límites de la naturaleza en relación antagónica con la pequeñez humana:

“… me borraron

Como a un fuego, como a un poema

    escrito en un muro”.

Queda para el sentir el siguiente poema:

SALVACIÓN

Se fuga la isla
Y la muchacha vuelve a escalar el viento
y a descubrir la muerte del pájaro profeta
Ahora
es el fuego sometido
Ahora
es la carne
la hoja
la piedra
perdidos en la fuente del tormento
como el navegante en el horror de la civilización
que purifica la caída de la noche
Ahora
la muchacha halla la máscara del infinito
y rompe el muro de la poesía.

Después de tanta búsqueda Alejandra Pizarnik decide partir para siempre, tenía treinta y seis años.

2 comentarios sobre “Alejandra Pizarnik, una vida de poemas y pesadillas.

  1. Queremos tanto a Alejandra! La poeta enciende una luz ante los ojos de los lectores y los deja «perdidos en la fuente del tormento»,»soñando con una noche solar» Su bellisima poética escapa al desgaste del tiempo

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