Por Olivier Pascalin

Françoise Sagan habita nuestro imaginario desde el siglo XX. Una figura entrañable en las letras francesas, a quien Mauriac describió como un “pequeño monstruo encantador” nunca deja de fascinar con su despreocupación y libertad.
En 1954, mi año de nacimiento, apareció Bonjour Tristesse, un éxito rotundo mezclado con un potente olor a escándalo, que sólo lo leería 20 años después y quedaría encantado.

Pero, detrás de esta imagen ligera, un tanto fácil, se construyó una obra original, con muchos éxitos, que acabó imponiendo un estilo, una “pequeña música”. Los temas tradicionales de la obra de Sagan, como el teatro del mundo o la relación con el tiempo, se renuevan así con la ironía de su pluma.

En 1983 nació mi querido segundo hijo, Julien, y Julliard publicó Un orage immobile. ¡Novela desorientadora! De repente, emerge una Françoise Sagan dolorosa y romántica.
El romanticismo es ante todo el triunfo de la retrospectiva: recordamos que podríamos haber vivido mejor. El narrador, Nicolás, se encuentra en esta situación; cuenta la historia de un amor infeliz.
Un libro aparte en el mundo del novelista, cercano a Stendhal. ¡Un libro para amar!
Sagan no sólo publicó novelas, sino también obras de teatro, como Château en Suède, que se representó en el teatro L’Atelier. En ese año inició su colaboración en L’Express y se ganó la animadversión del gobierno francés por su militancia («por razones humanitarias») contra la tortura en Argelia. Otras obras teatrales fueron: Il fait beau jour et nuit (1978), Le chien couchant (1980) y L’excès contraire (1987).

Antes de retirarse por incapacidad, escribió varias novelas, que se destacaron por el éxito de su nombre y no tanto por su calidad literaria: La laisse (1989), Un orange immobile (1989), Les faux-fuyants (1991), Un chagrin de passage (1993) y, finalmente, Le miroir égaré (1996), un triángulo amoroso y disonante entre una viuda millonaria y una joven pareja de intelectuales.
“Dudo al llamar con el nombre bello y serio de tristeza, a este sentimiento desconocido cuya dulzura y cuyo dolor me tienen obsesionada”
F. Sagán “Buenos días, tristeza” (Sudamericana, 1959)

Excelente. Quedé prendado de este artículo. Esperaba aun más.
Me gustaMe gusta
excelente,saludos
Me gustaLe gusta a 1 persona