Por Violeta Herrero

En su momento, como salteña me pregunté si entre los gauchos del Gral. Güemes lucharon aborígenes y otros grupos sociales y cuál fue el genuino posicionamiento ideológico del prócer frente a la posibilidad de lo que hoy llamamos emancipación social o segunda emancipación, que actualmente les otorga lugar preponderante en la Historia.
La inquietud apareció al leer el texto de rechazo del Dr. José Ignacio Gorriti (padre de quien sería la escritora Juana Manuela Gorriti) al ofrecimiento que le hicieran los cabildantes de Salta, de reemplazar al derrocado general (1821) –quien se encontraba en Tucumán luchando con Bernabé Aráoz, y hallándose el Dr. Gorriti como gobernador delegado, nombrado por el propio Güemes–, escrito de donde surge que las masas exaltadas por el general eran la «plebe» opuesta a la «clase decente», plebe que representaba un «terrible elemento», impregnado de «pasión enfurecida» y del odio de casta, gente sin educación y sin principios morales bien comprendidos y cimentados’ (Frías, 1973a– 51/52).

Es seguro, para mí, que tales conceptos fueron exagerados para convencer a los «revolucionarios del comercio» de no deponer al gobernador, porque desde ya que, sin disciplina y valores fuertes y arraigados, no habría podido la supuesta ‘plebe’ protagonizar la guerra de recursos. De igual modo, en dicho texto se refleja todo un pensamiento hegemónico en base al cual se construyó, finalmente, la nación argentina. Aunque nos gana la convicción moral sobre la distinta actitud sustentada por Martín Güemes, como se hacía llamar. Él sabía mejor que nadie que, sin el concurso de todas aquellas gentes, la gesta saltojujeña–tarijeña no hubiera sido posible. Quienes estudiaron la grandiosa epopeya desde un punto de vista estrictamente militar, lo saben con certezas documentales.
Volviendo a nuestro punto de partida: ¿integraron aquellos grupos humanos las milicias del General Gaucho? Martín Güemes Arruabarrena y Sara Emilia Mata aseguran la presencia de indígenas, mestizos, españoles pobres, negros y afromestizos en el conjunto de aquellos a los que indistintamente se llamó “gauchos”.

Tal certidumbre resultaba necesaria para poder entender no tanto lo que sucedió en su época, sino lo que aún sucede con los pueblos originarios y con los descendientes de todos aquellos que fueron oficialmente considerados “morenos”. Por cuestiones de espacio, se recordará aquí muy brevemente que Güemes estuvo de acuerdo en recuperar la monarquía inca, con San Martín, Belgrano y otros diputados al Congreso de 1816, lo cual no pudo cuajar porque Chile, Perú y Alto Perú se hallaban en manos realistas y no podría concretarse la idea de la capital de las Provincias Unidas en el Cuzco (Herrero, 2016-144/145).
También es necesario preguntarse por su pensamiento relativo a las mujeres como colectivo, esto que denominamos género desde el siglo XX. No dudo que las respetó en todo sentido y que contó con ellas, superando la remanida descalificación que contra esa mitad de la humanidad suele ejercerse, descalificación madre de tremendas consecuencias, intolerables para cualquier sociedad civilizada. Contó con ellas como informantes y espías (las llamadas bomberas), como gauchas que lucharon en las milicias y como logística, encargándose de las tareas de la comida, la ropa y el cuidado de los enfermos.

Afirmo que el héroe gaucho respetó a toda su gente –incluidos los indígenas y las mujeres– y la llenó de fervor para buscar una libertad que sería beneficiosa y dulce para todos ellos. Subyacía a esta búsqueda el deseo de poseer tierras para trabajarlas, y la necesidad de felices y pacíficas vidas familiares, donde la comida, el techo, la salud, el descanso, el trabajo y el estudio fueran accesibles. Es decir, hablamos de los frutos de la “dulce libertad”. Este asunto es propio de los Derechos Humanos e interesa traerlo a colación. Conocemos la exaltación de las masas populares y el fuero gaucho, temas que preocupaban a los pudientes de la época, quienes finalmente se convirtieron en Patria Nueva.
En la actualidad, subsiste dicha cuestión política y social. Así, reitero que es necesario cumplir el sueño de los actores de la Gesta Güemesiana, trabajando con ahínco por la segunda emancipación (aún no ocurrida).

Me parece importante, en este aniversario de los 238 años del nacimiento de nuestro General Gaucho, no olvidar su verdadera búsqueda y su genuino ideario, porque tuvieron en mira al ser humano y su dignidad. Lo que, de paso, coincide con el origen divino de los hombres y las mujeres: no olvidemos tampoco la religiosidad y espiritualidad que marcaron a Don Martín Miguel.
REFERENCIAS DE ESTE ARTÍCULO:
- FRÍAS, Bernardo, “Historia del Gral. Martín Miguel de Güemes y de la Provincia de Salta o sea de la Independencia Argentina”, 6 tomos, Ediciones Depalma, Buenos Aires (Argentina), Tomos I y II (1971a y 1971b), Tomos III y IV (1972a y 1972b), Tomos V y VI (1973a y 1973b).
- GÜEMES ARRUABARRENA, Martín Miguel, “Martín Güemes, Leyenda y Realidad. De Güemes a Terragno”, EUCASA, Salta (Argentina), 2002
- “Gral. Martín Miguel de Güemes – 1785/1821– La soledad de la misión y la fuerza de la gloria”, Mundo Editorial – Ediciones del Bicentenario, Salta (Argentina), 2010
- MATA, Sara–PALERMO, Zulma (comps), “Travesía discursiva: representaciones identitarias en Salta (siglos XVIII–XXI)”, Prohistoria Ediciones, Rosario, Santa Fe (Argentina), 2011
- HERRERO, Violeta, “La tercera gesta. Visibilización de la historia del General Martín Miguel de Güemes”, Editorial Hanne, Salta (Argentina), 7ª. edic.: 201
