Montes del chaco

Por Marta Juárez

A veces me sube un ansia desde las entrañas,
una sed verde de montes del chaco.
Siento la mariposa de la nostalgia aletear mis ojos, el alma.
Añoranza del aroma del río, de pescado asado a la llama,
de dorados saltando las aguas, espejando el Sol.
Caminitos de hormigas con huellas de pies descalzos,
y aquel hongo colorado que cobijaba en sus brazos un viejo mistol.

Entonces vuelvo como en un sueño neblinoso,
camino bajo la sombra de esos bosques abuelos
que guardan en sus raíces, escrita en cada corteza
la historia nunca contada de tobas, chorotes y matacos,
de mocovíes y pilagás, culturas de mortero y quebracho
a los que dieron su savia de alegrías innumerables,
la pulpa germinante, nutriente de sus pueblos.
Me abrazo a un viejo algarrobo, palpo sus lágrimas negras,
su cuerpo fornido, retorcido con su harapo de sombras,
siento su verde palpitar que sube desde la tierra
y retumba en el mí. Somos un solo latido.

Vuelvo, camino descalza palpando la tierra, su vigor.
Ando borracha de palo santo, de su esencia sutil,
llamita azul es su corazón donde guarda Gosacait el amor.
Vuelvo, vuelo en fumatas de pipas con polvo de cebil,
voy con un viejo shaman a rescatar almas perdidas,
viajo con la negrura del cuervo debajo la tierra
a develar los secretos del sueño…
Vuelo…

Entro a los montes, me paro en su verde estatura
camino hacia atrás, sigo la pisada de pasos pasados.
Entro a la gruta de la noche, siguiendo huellas de los mayuatos
que persiguen la luna, la cara tapada con antifaz,
me oriento mirando en el cielo un Suri que picotea estrellas
con risas de niños traviesos en un patio de juegos.
y salgo por el grito de lástima de las sumurucucu,
con el canto que enamora del caburé picoteando mi oreja.

Salgo al alba masticando verdoso mi sueño,
livianito corazón de plumas,
y me quedo comiendo el pan de la sonrisa
de amigos que te invitan a pasar
te ponen la silla
y seguimos la charla que nunca se termina…