Por Hilda Palermo

Conmemorando el día del trabajador, vamos a reconocer la labor de las rabonas, acompañantes de los soldados peruanos, en la Guerra del Pacífico. Su nombre, muy peculiar, proviene desde las guerras de la independencia, siempre iban en la retaguardia o rabo de las compañías de soldados, ellas eran las madres, esposas, hermanas o familiares de los combatientes y se encargaban de preparar la comida, atender los heridos, remendar los uniformes, conseguir víveres, etc., es decir de la logística de los batallones de infantería.

Estas valientes mujeres peruanas seguían a sus soldados durante todas sus campañas, convivían con ellos en los campamentos militares, la mayoría de ellas eran indígenas y mestizas, casi no hablaban castellano, solamente quechua y aymara, acostumbraban a cargar a sus hijos en la espalda, junto con su menaje y demás vituallas.
Durante el día se dedicaban al cuidado de los hijos y preparar lo necesario para la llegada de su hombre, además se dedicaban a las labores del campo, recolectando comida para los soldados.
La tradición oral comenta que ellas eran la columna del ejército, sin ellas hubiese sido muy difícil su supervivencia, conseguían los víveres haciendo trueques en los mercados o vendiendo comida.

Entre los platos principales se menciona a la ranga-ranga, varios chupes o sopas espesas, chairos y asados de pescado que llevaban del norte argentino.
En algunos ejércitos eran empadronadas y recibían un sueldo, como en el batallón Ayacucho, que las consideraron como efectivos militares, porque también participaban en el combate, como es el caso de Antonia Moreno de Cáceres, la más representativa de este grupo de mujeres, esposa del General Andrés Avelino Cáceres.

Otras figuras representativas son María Olinda Reyes, periodista, conocida como Marta quién participó en la guerra con Chile y en la guerra civil de 1895, alcanzando el grado de Capitán.
Leonor Ordóñez Surichaqui, es otra heroína peruana, rabona, quién también participó en la guerra con Chile, en la defensa de Lima (batalla de San Juan). Al enviudar, se retira a la selva donde organiza un grupo rebelde para luchar contra los chilenos, pero es capturada, torturada y fusilada.

La actitud de estas valientes mujeres se vio replicada en las Adelitas o soldaderas de la revolución mexicana, quienes apoyaban a los insurgentes realizando las mismas tareas que las rabonas peruanas.
El acuarelista Pancho Fierro es el que más ha difundido al personaje, pero la historia aún les debe más.

