Cada año celebramos con gratitud nuestra Independencia, acontecida un 9 de Julio de 1816, mediante la firma realizada por la Provincias Unidas del Río de la Plata, en el Congreso de Tucumán.
Éste suceso no solo debe quedar en la historia nos debe servir, a modo de reflexión y compromiso, ya que la gratitud para no quedarse sólo en el recuerdo del pasado, nos debe llevar a un sincero exámen de conciencia, sobre el sentido de nuestra Patria en nuestra vida cotidiana.

Pero para revisar un poco la historia, los invitamos a un resúmen extraído de un artículo escrito por la Facultad de Ciencia y Tecnología de Entre Ríos.
A fines de 1815, la situación de los revolucionarios era desesperada. Venezuela y Colombia fueron reconquistadas por los realistas. Sólo el Río de la Plata seguía en pie, amenazado desde Chile y el Alto Perú. A nivel internacional, la situación era preocupante: Austria, Rusia y Prusia habían formado la Santa Alianza para defender a los absolutismos y apoyaban a Fernando VII en su búsqueda de recuperar su imperio
En medio de esa gran emergencia, en 1816 las Provincias Unidas decidieron convocar a un nuevo congreso, que se reunió en Tucumán para decidir qué hacer. Todas las provincias de la Liga de los Pueblos Libres (Banda Oriental, Corrientes, Entre Ríos, Misiones y Santa Fe) no lograron participar del encuentro, ya que sus representantes fueron aprisionados por el Directorio unitario instalado en Buenos Aires. Una sola provincia de ideas federalistas pudo hacer llegar a sus representantes: Córdoba. Los territorios de la Patagonia, Comahue y el Gran Chaco se encontraban bajo el dominio de los llamados pueblos originarios. El Congreso se inició el 24 de marzo de 1816 con la presencia de 33 diputados, en una casa en San Miguel de Tucumán, alquilada a Francisca Bazán de Laguna, hoy Monumento Histórico Nacional.
Cabe destacar que, pese a una hegemonía de representantes de todas las provincias partidarias del centralismo porteño, el Congreso expresó en gran parte intenciones federales mantenidas por José de San Martín, Manuel Belgrano y Bernardo de Monteagudo. Luego de acaloradas discusiones, el Congreso del 9 de julio de 1816 proclamó la declaración de independencia argentina respecto de España y de toda otra dominación extranjera.
El acta de la Independencia fue firmada por todos los congresales que declararon la Independencia. Se tradujo al quechua y al aymará para que la conocieran las poblaciones indígenas.
Dada en la Sala de Sesiones, firmada de nuestra mano, sellada con el sello del Congreso y refrendada por nuestros Diputados Secretarios.
Para analizar desde otro punto de vista los sucesos acontecidos durante la Revolución de Mayo, los invitamos a ver el siguiente video:
Como la poesia no puede quedar afuera de nuestras publicaciones, compartimos una poesía de un amigo tertuliano Carlos Boidi, que fuera leída en las Tertulias de la Patria, el año pasado.
«25 de Mayo»
por Carlos Boidi
Hay un rumor de pájaros sin cielo que en mi corazón se anida,
una suelta de palomas anunciando el Gran alumbramiento.
En un día como hoy, estaba naciendo La Gran Madre Argentina.
En un día como hoy, de sus senos mamaban los hijos de todas las razas, de sus blandos senos toda La Pampa se abría en espigas doradas, de sus duros senos los hombres de La Puna bebían la miel de la roca excavada.
Oh! Gran Madre Argentina, que das y das sin mirar, Madre grande y buena, que menos podríamos hoy festejar de tu vida un año más.
Yo ya sé que hoy lloran en tu pecho, todos los colores de los ojos de tus hijos, propios y extranjeros, que hoy gimen de hambre en tu boca
todas las bocas tuyas y las otras que el mundo te dejó, pero ya sé que tú no lloras. Porque tú sigues dando y dando.
Me acuesto sobre tus anchas caderas, y te veo esbelta y fuerte.
Te miro cuando levantas el brazo entre los ríos, y ellos se llenan de peces.
Cuando tus largas piernas sostienen el oro negro que en el aire llueve, y cuando los dedos de tus pies allá en el frio buscan los hijos que ya no tienes.
Y así echada, en tu lecho de mares, con tu cintura milagrosa que sigue dando y dando, sigues del mundo su hambre llenando.
Oh Madre, pisoteada, de vándalos y piratas, engañada, por propios y ajenos, yo sé que solo esperas al hijo grande que saldrá de tu cintura bravía, al gaucho de esta tierra como aquel Martin Miguel que fuera, tu solitario cuidador en un lejano día.
Madre, yo sé que tu no lloras, yo sé que solo esperas.