Por Emilia Baigorria

Transitar la obra de Elena Garro es caminar por diversas calles y avenidas en las cuales se entrecruzan las vidas de muchas personas.

A pesar de los nombres propios de sus aventuras literarias como Lola, Elíseo, Lucía, Camargo, Iguala, Aube, Karin y otros, cada uno de ellos representa a realidades personales con voces anónimas que han poblado las travesías de la vida y emergen constantemente configurando un andamio estético desde dos planos: uno teórico y otro real. El teórico es aparente, creado desde la palabra pero con sostén en la realidad, no como una caja que entra perfectamente en otra sino con presencia de realidad. El real se detiene en el sufrimiento y la injusticia.
Su expresión estética es entonces un permanente ir y venir desde el plano teórico al real y viceversa revelando que esa teorización se desprende de la vida real. Hasta puede decirse que su obra es una extensión de la realidad en la construcción de mundos nuevos dando vida a personajes que habitan esos mundos creados.

Hay en la vasta obra literaria de Elena Garro un basamento conceptual que es precisamente el que la sostiene. El mismo está conformado por pensamientos, posturas y reflexiones que no solamente develan el proceso creativo, sino también una mirada existencial que habita casi exclusivamente en la realidad.
Una de sus expresiones dice:
“Si lo real no me es real»
¿por qué han de ser sueños mis sueños?
De la misma manera que se cuestiona lo real también se cuestionan los sueños porque son una realidad, aunque en otro plano.
Hay en estas palabras una escisión con la realidad objetando la presencia de lo real hasta el punto de colocar en la misma jerarquía de cuestionamiento a los sueños.
El interrogante “¿por qué han de ser sueños mis sueños?” es más cercano a una queja, pero no como lamento sino en tono de reproche.
Yo no seré nunca nada y es una lástima:
Pero he aprendido que no existo.
Alguien lo ha decretado.
En Iguala muestra una cruda realidad. El nombre es un personaje colectivo.
“Aquí estoy sentada sobre esta piedra aparente. Solo mi memoria sabe lo que encierra. Estoy y estuve en muchos ojos” rezan sus expresiones afirmando la existencia de innumerables voces que pueblan su escritura desde personajes concretos. Convoca desde esta expresión a otro tema fundamental: la memoria, recordando cómo las rutas del tiempo fueron acuñando aconteceres de esas vidas anónimas a través de un juego poético-dialéctico entre ser-la nada-existir. Esta expresión aún sin saber nada de su vida nos sitúa en el único lugar posible que es la realidad que le pertenece a ella y tan solo a ella. La acusación directa se encierra en estas palabras “alguien lo ha decretado”. La escritura es una construcción no solo temporal, sino también espacial, en un determinado lugar “aquí estoy sentada… realiza una demarcación espacial determinada: “aquí”.
La primera persona es fundamental a través de la forma verbal estoy, como es fundamental también la necesidad de un hecho fundante: la piedra. Aquí y piedra, constituyen un solo centro el que tal vez necesitaba Elena Garro.
Los caminos de la memoria en Elena Garro son significativos, puede ser un campo de batalla cuando revela:
“Solo mi memoria sabe lo que encierra. La veo y me recuerdo, y como el agua va al agua, así yo, melancólico, vengo a encontrarme en su imagen cubierta de polvo, rodeada por las hierbas, encerrada en sí misma y condenada a la memoria y a su variado espejo”.
Milan Kundera manifiesta que en Elena Garro hay una preocupación por la otredad, es una otredad invertida, el otro es el yo mismo “a la condena de mirarme”.

Elena Garro deja planteados en su obra una cantidad de interrogantes. Paradójicamente son los que arrojan luz al tránsito azaroso de su vida personal.
Ella fue como el Tánato de los griegos. Esa criatura de oscuridad escalofriante representada como un joven alado con una antorcha encendida que se le apaga en la mano.
En Los recuerdos del porvenir dice que fue “dejando entrar otras voces. Otros personajes” y rompe con el realismo de la novela de la revolución mexicana combinando diferentes temporalidades y pasajes de corte fantástico. Por ello es antecedente del realismo mágico que llevarían a su punto más alto Juan Rulfo y Gabriel García Márquez.
Yo me sentía del pueblo. Yo creo que hay gentes que son recipientes de lo que sucede en un lugar y como la gente se ha olvidado de Iguala y de todo lo que sucedía, yo me atribuí el derecho de la memoria porque yo no me he olvidado. Así empiezo a ser el pueblo, la voz del pueblo. Esa voz es la mía.
Su obra aborda temas de la marginación de la mujer y la libertad femenina.
La mujer debe regresar a sus orígenes para llevar a cabo su revisión de la historia. El amor no existe. Existe solo un mundo que trabaja, que va, que viene, que gana dinero, que usa reloj, que cuenta los minutos y los centavos y acaba podrido en un agujero, con una piedra encima que lleva el nombre del desdichado. (En: Voces anónimas en la obra de Elena Garro. Los Recuerdos del Porvenir de Joaquín Mortiz, Planeta).
En el relato La culpa es de los tlaxcaltecas, alterna la realidad presente con un viaje al pasado donde narra vívidamente la conquista de México y manifiesta la indignación por las injusticias.

Elena Garro introdujo nuevas maneras de tratar el tiempo en el relato. Sus historias tan fantásticas como verosímiles, tradujeron en la literatura la cosmovisión de los pueblos de provincia, del imaginario campesino e indígena, relegados a segundo lugar. Sus personajes son diseñados de tal modo que desde el nombre asoman sus gestos más profundos.
También trae de vuelta el trauma de la conquista y señala las desigualdades sociales de su tiempo. Hay en el pensamiento de Elena una necesidad de retorno, de desnudar el camino hasta el punto de partida.
Elena Garro nació en México en 1.916, su personalidad seductora y su belleza conquistaron a otro grande de las letras mexicanas, Octavio Paz, con quien se casó y después de muchos años de matrimonio protagonizaron una separación escandalosa y no por eso menos dolorosa. Elena partió a Europa con su hija pasando las situaciones más extremas de soledad y pobreza.
Un párrafo aparte ocupó su relación amorosa con el escritor argentino Adolfo Bioy Casares, de quien se considera como verdaderas piezas literarias la correspondencia epistolar enviada obsesivamente a Elena.
En el año 2016 hubiese cumplido cien años, oportunidad en que México la recordó como a una gran escritora revalorizando su obra y muchos aspectos de su vida entre ellos su relación con la Matanza de Tlatelolco hecho desde el cual se la consideró “una escritora maldita”.

El anhelo de Elena Garro de albergar en su obra el sentir de su pueblo lo traduce en sus manos extendidas hacia la otra historia, a la que subyace en las profundidades quedando grabadas sus voces hasta en el viento y también las extiende a la otredad – o existencia del otro- es razón suficiente para reconciliar su persona y su obra con este tiempo.
Elena Garro es Mágica, su escritura denuncia y alienta los angeles y demonios de los pueblos, maravilla su escritura y entristece saber la infelicidad de su vida. Gracias Emilia!
Me gustaMe gusta
Gracias Claudia. Así es, una mujer que murió desgarrada por el dolor. Brillante tu comentario. 💗
Me gustaMe gusta