El grandote y el changuito

Por Roberto Espinosa

La Navidad de Juanito Laguna (Antonio Berni, 1962)

Fortachón. Simpático. Entrador. Se acarició la barba. Una mezcla de ternura y piedad parpadeó en sus pupilas.

“Me parece que es hora de que reconozcas mi supremacía. No podés negar que soy muy poderoso, popular, bolsonero…”, le dijo.

El changuito sonrió: “Es fácil ser dadivoso con lo ajeno. Es cierto que llevás alegría, pero deberías pensar a quién representás bajo tu ropaje de inocencia”.

Es innegable que el mundo no puede vivir sin la mosca, es el motor de la historia. El alma fenicia merodea en todos los seres humanos. El hombre es esclavo de sus necesidades. Hay algunas esenciales de las que no se puede prescindir, pero otras que son inventadas. Te hacen creer o vos creés que sin ellas la vida vale menos.

Tener o no tener, esa es la cuestión. Si tengo soy poderoso, si no, un infeliz.

¿Acaso hay gobernantes que no sean opulentos? ¿Dueños del mundo pobres, altruistas? Lo tuyo me parece muy poético, pero irreal…

Sin embargo, lo mío es la esencia de las personas porque sin él no existirían las relaciones afectivas, nadie se enamoraría ni tendría hijos ni habría acciones nobles que nos hagan humanos. El poder material, el dinero, cientos de propiedades te brindan seguridad en apariencia, todo eso es nada ante la muerte que nos iguala a todos.

¿No te opondrás a que entregue regalos? Es una expresión del afecto…

Sí, lo es. Lo desconcertante es la fiebre consumista que va por detrás. Qué mejor obsequio que un beso, un abrazo y una buena charla mirándose a los ojos, ¿quenó?

El grandote azuzó los renos y su trineo se perdió en el ruido. El amor abrazó al niño en el pesebre.

Publicado por Juana Manuela

Empresa destinada a la publicación de textos de difernetes géneros literarios, como así también a la difusión de nuestra cultura latinoamericana.

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