ENTRE LA JOCOSIDAD Y LA BELLEZA
Por Jorge Triviño Rincón

Poeta y dramaturgo antioqueño (Caldas, 1892 – La ceja, 1979), su nombre de pila era Carlos Edmundo Mejía Ángel. Nació en la pobreza más completa, porque su padre, el hombre más inteligente del pueblo, se fue contra la corriente fanática predicando ideas liberales.
Por su lenguaje, ambientes, temas y personajes, Mendía es considerado uno de los iniciadores del teatro regionalista colombiano, en auge durante los años veinte. Los estrenos de sus obras registraban hasta siete llenos consecutivos, lo cual era un verdadero acontecimiento en la Medellín de la época.
La prensa lo elogiaba como el Tomás Carrasquilla de la escena. de la comedia costumbrista que escribió en un comienzo. La dramaturgia de Mendía evolucionó luego hacia temáticas citadinas, que recreaban los conflictos de los campesinos en su adaptación a lo urbano.
En 1955, con Prometea desencadenada, inspirada en seis personajes en busca de autor, de Luigi Pirandello, incursionó en las técnicas del teatro moderno. Llegó a publicar más de trece libros de poesía “qué te parece narizón que me gustan más tus comedias que tus versos”, le decía su amigo Tomás Carrasquilla. Buena parte de su poesía inicial revela la influencia de Friedrich Nietzsche, leído fervientemente en Antioquia a comienzos de siglo.



Sus poemas El hombre libre y Juan Rebeldía, evocan el deseo de emancipación espiritual que se lee en las predicaciones de Zaratustra. Así lo entendió Baldomero Sanín Cano, quien habló de él, como el caudillo eternamente joven de los inconformes.[1]
Este gran poeta, entró en mi corazón cuando apenas era un joven observador de los hechos naturales y admiraba la naturaleza circundante y me asomaba a leer los textos de los poetas, amén de enfrascarme en la lectura de los mejores cuentistas de varios países del mundo; además, la hermosa poesía de este vate colombiano y sobre todo la siguiente creación, que me dejó perplejo y encantado:
EL PECADO DEL ÁNGEL
Siempre cuando en su alcoba perfumada
la amada desnudarse pretendía,
el Ángel de la Guarda se salía
al momento del cuarto de la amada.
De la vecina estancia distinguía,
con el placer de un alma enamorada,
el ruido de la seda liberada
de aquella blanca y dulce tiranía.
Una noche el buen ángel, de repente,
en el espejo vio las maravillas
de aquel desnudo cuerpo transparente.
Y al sentir que en pasión se iba abrasando
cayó, como un esclavo de rodillas
ante la luna de cristal llorando.
Este poema, lleno de belleza; además de contener un sentido de pureza y de valor estético, creó dentro de mi, admiración y curiosidad por leer sus libros y una tarde, en una librería de textos usados, hallé Caballito de siete colores, con una portada del mismo autor, publicado por Editorial Bedout de Medellín.
El siguiente, tiene varias virtudes sobresalientes: es un apólogo magnífico, pues le pone voz al vino, al agua, al mantel, a la sal, a la sandía; a las servilletas y sobre todo a dos rosas, que hablan en secreto de su fracaso y una de ellas. Acongojada, deja caer un pétalo. Espero que como yo, se sientan extasiados y agradecidos con esta composición.
DOS ROSAS
En esta misma mesa yo comía
contigo y sin contigo ahora.
Conmigo gime el vino, el agua llora,
llora el mantel, la sal y la sandía.
Recordando tu boca y tu alegría
la servilleta pulcra se colora
y el pan ya no es el pan, mi pan, señora,
porque tú eres mi pan de cada día.
En un vaso dos rosas un secreto
se dicen, y el secreto lo interpreto
como si lamentaran mi fracaso.
Les doy una mirada agradecida
y una de ellas por tu ausencia, herida,
deja caer un pétalo en el vaso.
La siguiente elegía, es tan diáfana y tan pura, que produce en nuestro corazón una gran tristeza, un dolor inenarrable con su manera de expresar la partida de Eduardo.
EL VIAJERO BLANCO
Yo no te vi en tu cápsula postrera,
pero me dicen que tu cabellera,
argentó tu armadura y la madera.
Por tu partida, mi nevado viejo,
de mi vida fue grave la caída:
tengo una herida así de grande, herida,
que por ser obra tuya me la dejo.
Aquel día la muerte nos dio rejo
y hasta creo que estaba arrepentida.
Whisky con llanto fue nuestra bebida
y qué llanto más fino y más añejo.
Porque fuiste tan mío y tan hermano,
mi mano se fue tras de tu mano,
que mi mano no es mi mano sin su amigo.
Si vieras cómo nos dejaste, Eduardo,
más conociendo tu amistad de trigo,
aquí en la puerta del adiós te aguardo.
Y como para que no quede duda sobre la sensibilidad de este bardo; el siguiente poema posee una descripción de la belleza de una mujer de manera tan sutil y delicada que la nombra Tallo de música.
TALLO DE MÚSICA
Que una fiesta de viento y brisa alabe
tu cuerpo, cuerda que a las arpas debe,
el tallo de una risa rosa, leve,
un tallo azul de nube y uva y ave.
Es un tallo de nieve y ola breve,
es un tallo de música tan suave ,
que el corazón —tu corazón— no sabe
si es el amor o el tallo que se mueve.
En ese tallo —es flor tu cabellera—
está de punta en blanco la blancura
y ampollando gracias se consume.
Un tallo tan sutil que si no fuera
por la luz que sostiene tu cintura,
hasta lo doblaría tu perfume.
Una de las obras que más me llamó la atención, es Maternidad, en el poema, pone a parir una camella, justo en el lugar donde nació El Mesías; además en esta creación hay metáforas que engrandecen el poema: “Bebiéndose las aguas del ocaso”, “lleva en sus ojos de doliente raso/ el silencio y la sed de Palestina” “hacia Belén de nácar se encamina” “esa guitarra que en el lomo lleva” “mientras bendice con su cola el día”
Helo aquí en su totalidad:
MATERNIDAD
Bebiéndose las aguas del ocaso,
—diminuta montaña peregrina—
hacia Belén de nácar se encamina
la camella preñada, paso a paso
olvidada tal vez, sola, cansina,
mucha fatiga y el aliento escaso,
lleva en sus ojos de doliente raso
el silencio y la sed de Palestina.
Se para a respirar. De nuevo eleva
esa guitarra que en el lomo lleva,
mientras bendice con su cola el día.
Llega al fin a Belén, cuna y estrella,
y cae y se desgarra… Porque ella
quiso parir donde alumbró María.
PARA MISA
Llegó vestida de naranja y pera,
de una brisa de encajes perfumada,
ni prohibida ya, ni enajenada,
la cabal fruta deliciosa era.
El día se rompe en su pulsera
de medallas eróticas colmada:
de allí pendía en oro fabricada,
de su último amor la calavera.
En un instante me subió a su beso,
de nuevo allí perdí todo mi seso.
Partió… y mi brazo se quedó vacío.
y no se desnudó —cosa de risa—
porque me dijo que se iba a misa
y porque hacía demasiado frío.
En los dos siguientes poemas, se autodefine de manera portentosa, con alegría y con pasmosa manera, manifestando el genio que le asistía. Aquí deja ver, sin duda alguna, el sarcasmo, la ironía; pero también el deleite de su existencia, y el amor por la vida.
EL PASEO
Entre las horas malas y las buenas
el saldo a mi favor, es respetable.
La vida es generosa y es amable
y están sus playas de colores llenas.
Más alegres que tristes sus escenas
y más que despreciable, es aceptable,
su servicio de amor es admirable
y con dinero no se ven las penas.
Es más roja que negra, más sabrosa
que fea, más hermosa que tediosa,
más simpáticas son sus audacias.
Y porque en todas sus bondades creo,
diré a la hora de mi muerte: —Gracias,
estuve muy contento de paseo.
XII
Para tu planta y asordina el vago
gemido de tu voz, oh peregrino,
que a estas fosas, por las malas, vino,
Ciro Mendía, cónsul del Estrago.
Era contradictorio, absurdo, aciago
y comulgó con ruedas de molino.
Su animal favorito fue el pollino
y su santo dilecto era San Trago.
Fue de la luna cáustico enemigo
y amigo del reloj, le importó un higo
del sol la colección de tantos viajes.
Falleció de una arruga en el sombrero,
un bello martes, treinta de febrero,
en un barco de arsénico y de encajes.
Debo agregar que este poeta colombiano, nos deja la sensación de que poseía una magna sensibilidad, aunada a la alegría demostrada en sus producciones, lo cual me recuerda una preciosa divisa: “Dios es alegría”, y que convalida el vate de manera categórica y aleccionante.

Fuentes:
