Cuando la historia no se resigna al olvido
Por María Edith González

Una obra de teatro que une ficción, memoria y emoción para recordarnos que los ideales no envejecen.
La muerte de Francisco Franco el 20 de noviembre de 1975 marcó el fin de una era oscura en la historia de España. Aquel día se convirtió en un símbolo del cierre de la dictadura y el comienzo de la transición hacia la democracia.
Pero, ¿qué ocurre cuando esa noticia llega a los oídos de quienes dieron su juventud en la guerra civil… y ahora viven su vejez en una residencia?
En A por la tercera, Guillermo Omar Diéguez nos transporta a un rincón íntimo y conmovedor de Madrid: una residencia de adultos mayores donde cuatro ex combatientes —cada uno con sus heridas, recuerdos y contradicciones— reciben la noticia de la muerte del dictador.
Y con ella, la chispa de una nueva esperanza. Entre juegos de cartas, bromas y silencios cargados de historia, estos ancianos deciden que aún tienen algo por lo que luchar.
Que no están vencidos. Que pueden, tal vez, encabezar una última batalla. Una “tercera” revolución.
La obra, dividida en seis actos, combina el humor con la emotividad, la crítica con la ternura, y entre líneas, nos ofrece un retrato profundo de la condición humana.

Uno de los personajes, Joaquín —el más anciano del grupo— confiesa que en su juventud ni siquiera comprendía del todo por qué luchaba. Pero seguía. Porque eso hacían los valientes. Y porque así se construyen las memorias colectivas.
«Mientras que haya un hambriento
Fragmento de fandango republicano
que no hablen de igualdad
ya se encarga el capital
la monarquía y el clero
que haiga desigualdad».
Incluye entreactos con códigos QR que llevan al lector o espectador a recursos audivisuales, lo que convierte a la obra en una experiencia inmersiva, pensada no solo para ser leída, sino vivida.
Diéguez invita a que más grupos teatrales acojan esta pieza y la representen, dándole nueva voz a la historia.

A por la tercera no es solo una obra de teatro, es un grito pausado, lleno de dignidad, que nos recuerda que las ideas no mueren.
Que el pasado puede estar encerrado en una residencia… pero jamás silenciado.


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