Por Olivier Pascalin

Los remedios que nuestros ancestros usaron durante siglos ahora están en peligro debido a las nuevas regulaciones. Preservemos nuestras plantas. No permitamos que la industria farmacéutica controle nuestra salud. Preservemos los remedios de nuestros ancestros.
Leyes cada vez más estrictas amenazan nuestras plantas medicinales. Estas plantas forman parte de nuestro patrimonio y han curado a la humanidad durante milenios. Hoy, están en peligro. Estas restricciones les quitan el derecho fundamental a elegir sus tratamientos naturales.
Estos tesoros de la naturaleza siempre se han utilizado para curar y aliviar. Pero las regulaciones excesivas los están estrangulando, beneficiando más a la industria farmacéutica que a los ciudadanos.

Nuestra salud y nuestra libertad están en juego. ¡Actuemos antes de que sea demasiado tarde!
Desde 2011, la directiva europea THMPD ha restringido drásticamente el uso de plantas medicinales con el pretexto de «protegernos». Algunas plantas, como la Garcinia combigia, útil como supresor del apetito, la Artemisia annua, muy eficaz contra la malaria, o el Tongkat Ali, ya están prohibidas.

Y otras plantas esenciales, como la Ashawagandha, muy eficaz para combatir el estrés, están amenazadas. La Directiva 2004/24/CE exige pruebas científicas imposibles para plantas que se han utilizado de forma segura durante siglos.
¿Por qué imponer tales barreras a algo que nos ha curado de forma natural durante generaciones?
Miles de personas están perdiendo el acceso a los remedios que siempre han usado. Las personas mayores y vulnerables, que dependen de estos remedios asequibles, están siendo abandonadas a su suerte. Nuestro antiguo legado curativo corre el riesgo de extinguirse en una generación.
Los grandes laboratorios están monopolizando sus recursos, mientras que los pequeños productores desaparecen.
Sin alternativas naturales, nuestros costos de atención médica se dispararán. Nuestra libertad para cuidarnos se desvanece día a día.
Contrariamente a lo que nos hacen creer, la ciencia confirma lo que nuestros antepasados ya sabían. El ginkgo biloba mejora la cognición en personas con demencia. El ajo reduce eficazmente el colesterol.

La hierba de San Juan combate la depresión leve a moderada, así como ciertos medicamentos.
Estudios rigurosos demuestran que las plantas medicinales realmente alivian trastornos psicosomáticos, problemas ginecológicos e infecciones respiratorias.
Cuando la investigación y la tradición convergen, ¿por qué privarnos de estos recursos? ¿Quién se beneficia realmente de esta situación? ¿Podemos regular las plantas medicinales sin prohibirlas?
- Eduquemos a los consumidores en lugar de prohibirles el acceso.
- Establezcamos controles de calidad adecuados sin requisitos excesivos.
- Respetemos la historia del uso seguro de las plantas medicinales.
Ante esta alarmante situación, yo, junto con ustedes, exigimos una reforma completa de la normativa para permitir un acceso más libre a las plantas medicinales.
Queremos el reconocimiento oficial de los beneficios de las plantas como alternativas a los fármacos químicos.
Exigimos la adaptación de los requisitos y la normativa, el apoyo a los productores locales de plantas medicinales y la creación de un estatus específico para los herbolarios que reconozca su experiencia. También exigimos que todos los profesionales sanitarios reciban formación en estos remedios ancestrales.
Cada día que pasa, nuestras libertades en materia de salud disminuyen. No permitamos que este conocimiento ancestral desaparezca.
Las plantas medicinales no son solo productos: representan una profunda conexión con la naturaleza y un valioso conocimiento cuando los tratamientos convencionales fallan.
¡Dejemos de destruir y empecemos a educar y construir!
Es urgente actuar para proteger nuestro acceso a las plantas medicinales. Llamamos a la movilización colectiva para que nuestras voces se escuchen.
Juntos, podemos marcar la diferencia.
¡Nuestra salud y la de las generaciones futuras dependen de ello!

