POETA AFRO DE MANIZALES
Por Jorge Triviño Rincón

Francisco Botero, fue un poeta caldense. Nació en la ciudad de Manizales, en el año de 1897, y falleció el 10 de marzo en 1938. La Imprenta Departamental de Caldas, publicó su libro Frutos de lucha.
Se creía un hombre solitario, silencioso. Características que, pensaba, había heredado de su preciosa madre, a quien ponderaba como fuerte, humilde y sencilla, y la imaginaba con un oscuro fulgor.

El poema que le dedica a su amada progenitora, está lleno de nostalgia, de encanto y de belleza.
DE LA HISTORIA TRISTE Y QUERIDA
FRANCISCO BOTERO
Dolores mi madre llamaba.
Era morena, seria, suave.
Sufría silencios… silencios…
¡Dios guarda de todo la clave!
El cabello en ondas oscuras,
en la frente un mudo pensar,
y en los ojos tranquilos la gracia
que solo el hijo sabe hallar.
Fuerte y humilde al mismo tiempo,
su adorno fue la sencillez.
“Qué buena madre”, a un vecino
le oí decir alguna vez.
Ambición ni queja. ¿Su todo?
sus hijos. ¿Después? como ausente.
Creo que miraba la vida
con indiferencia inocente.
Aunque taciturna, pasito
solía, en veces, cantar.
Oídos huérfanos, inútiles,
¿Dónde tal canción escuchar?
Murió hace ya tantos años,
y era yo de tan corta edad…
Mas a lo que dice el recuerdo,
mi madre amó la soledad.
En su ser agitábase algo
de lo ignorado que persiste.
¡Quizá la onda viajadora
de algún antepasado triste!
Mi madre traía, en alma,
como un oscuro fulgor.
Tal vez por ello fue mi herencia
¡soledad, silencio, dolor!
En nuestra ciudad, existe un nevado que antaño, se denominaba Cumanday.
Cuenta la leyenda de Cumanday, un cacique Paece que defendió su territorio y se enamoró de una mujer. Cuando su esposa enfermó, Cumanday partió en busca de hierbas medicinales pero murió intentando cruzar el Nevado del Ruiz. La leyenda dice que su espíritu aún vaga por la montaña.
Ese nevado, es llamado ahora Nevado del Ruiz. A él le dedicó el siguiente poema:
CANTO AL RUIZ
FRANCISCO BOTERO (Fragmento)
En un principio,
del mundo que crujía,
las manos de Dios mismo recogieron lo blanco,
y bajo la mirada infantil de los astros,
el Ruiz como un hórrido prodigio de belleza
surgió, y fue la elocuencia
en la mudez.
Circundábalo el yermo
soledoso,
y en los amplios espejos
de sus flancos,
tímida y silenciosa se miraba la virgen
luz.
Un estremecimiento cruzó toda la Tierra:
Flora y Fauna erguíanse,
y entonces fue la fiesta
del color.
Torbellino de aromas exhalaron los campos;
y de los gritos de fieras
y de vientos,
de murmurios de ríos
y de fuentes,
de zumbido de insectos
y de cantos de pájaros
formóse un sinfónico rumor que desbordado
se fue por el espacio,
la gran epifanía de la vida cantando.
Ante el deslumbramiento de las albas, el Ruiz
parecía un templo
de cristal,
pleno de algún fulgor del espacio puro
de Dios.
Hubo fugas de siglos.
Y era el Ruiz una blanca esfinge oyendo el ritmo
solitario.
¿Después? ah… ¡el divino Cumanday fue un ídolo
que llenaba de gritos misteriosos el alma
de las tribus!
Todos sus poemas, están llenos de ternura, de belleza y de sencillez al describir a los seres, como en el siguiente poema. Quizá una de los pocas creaciones poéticas dedicadas a seres humildes. Desconozco otro poema igual a este. Tal vez hay uno parecido: del poeta chileno Pablo Neruda, que nos recuerda a la producción literaria del poeta norteamericano Walt Whitman.
EN LA CALLE
FRANCISCO BOTERO
Carbonero que vas con un tercio de lirios,
di, ¿qué numen te guía? di, ¿buscas un pintor?
Finges una visión. ¡Oh, qué lampo de gracia
va prendido en la calle de tu carga el color!
Azul en la rotonda. Lila hoguera en ocaso.
ya lucen el celaje caricioso las cumbres,
y por entre picachos, ¡milagro! carbonero,
¿sabes qué piensa el astro que te tira las lumbres?
¿Oyes? ¡es un lamento!… Viene desde la sierra
do hay errátiles seres que padecen nostalgia.
¡Pobrecitos! ¿Qué hicieron a tu mano de guerra?
Sin vivienda rosada, sin mieles, ¿qué martirios!
Lágrimas de perfume lleva el viento… ¡Adiós
carbonero que vas con el tercio de lirios!
El siguiente poema, de una claridad meridiana, nos da lineamientos para entender el alma del poeta, y comprender que tenía un alma limpia y transparente. Fue un amante de Dios y de la naturaleza, a quien comparaba con la mujer.
LO QUE FUISTE UN DÍA
FRANCISCO BOTERO
Enseñaron los viejos de las antiguas razas
que la Naturaleza es un libro de cantos
sin igual.
Se deduce que un bello paisaje, es un sentido
madrigal.
¡Epati!, no lo sabes, pero tú fuiste un día,
¡El santo día de los dos!
La viva ilustración
de un madrigal de Dios.
Y para terminar, este poema donde campea su sentido devocional y de amor hacia la vida.
EN EL CAMINO
FRANCISCO BOTERO
Buenos días virgencita de la montaña,
dije a una macarena de ojos de sol,
y ella, bañando en lumbre toda mi sombra
—buenos días señor.
y su voz era un ritmo… su cabellera
era un jirón de noche, sus labios flores,
y sus ojos dos astros vivificantes
que animaban las cosas con sus fulgores.
Un despertar de arrullos alegró el campo,
la mañana dio a todo risa de luz
la virgen irradiaba… le dije adiós,
y seguí por la ruta bajo mi cruz.[1]
Fuentes:
[1] BOTERO, Francisco. Antología mínima. Hoyos editores. Impreso en Manizales. Mayo 2024. Fusión Comunicación Gráfica S.A.S.
