Atahualpa Yupanqui: la Patria se lleva adentro

Por Silvana Irigoyen

Alguna vez en mi Patria retornará la justicia, entonces podré volver a cantar bajo el cielo tucumano, como lo hice toda mi vida”,

Atahualpa Yupanqui

Atahualpa Yupanqui murió el  23 de mayo de 1992 en Nimes, una pequeña localidad francesa. Luego de un recital, Yupanqui se encontraba en compañía de Los del Pueblo y Rubén Juárez.  Dijo que se sentía mal y recorrió solo con su infaltable bastón de ébano, las cinco cuadras al hotel. Se recostó y falleció solitario. Unos meses antes de morir expresó:

Cuando muere un poeta, no deberían enterrarlo bajo una cruz, sino que deberían plantar un árbol encima de sus restos. Así lo pienso yo, por cuanto, con el tiempo, ese árbol tendrá ramas y un nido y en él nacerán pájaros. De ese modo, el silencio del poeta, se volverá golondrina». El cantor descansa en su querido Cerro Colorado».

Atahualpa Yupanqui nació como Héctor Roberto Chavero Haram el 31 de enero de 1908 en Campo de la Cruz, Pergamino.

“Me galopan 300 años de América, desde que don Diego Abad Chavero llegó para abatir quebrachos y algarrobos, a hacer puertas y columnas para iglesias y capillas”

El canto del viento. Atahualpa Yupanqui

Su padre José trabajaba en el ferrocarril por lo que la familia se trasladaba constantemente.  En Junín,  Héctor aprende sus primeros rudimentos de guitarra, luego en Tucumán conocerá el violín.  Estos movimientos azarosos por el interior del país son fundamentales.  En palabras de Guillermo Pellegrino

Toda su obra posterior estuvo dirigida a interpretar la música del sur, del norte andino y del litoral argentino. De Tucumán lo sedujeron sus zambas; de Santiago del Estero las chacareras y vidalas; de La Rioja amó sus chayas y sus vidalas dolorosas; de Córdoba lo atrajo la picardía de sus gatos«.

Tierra querida. Atahualpa Yupanqui

Librepensador y con la fuerte convicción de la independencia de los pueblos, eligió ponerse en frente del peronismo, desde la izquierda ( afiliado al comunismo).  Esta posición le costará prohibiciones y exilios.

En 1952 Yupanqui decide romper con el comunismo y desafiliarse. La decepción que sintió con la Unión Soviética cuando estuvo en países como Hungría, Bulgaria, Rumania y Checoslovaquia entre 1948 y 1950 también se impuso en su decisión. En una entrevista con la revista Gente en mayo de 1970 dijo:

«Ese es un sistema en que el hombre y su opinión no cuentan».

Viajaba mucho, para cantar y para conocer. Un antropólogo de la canción, de la poesía, de la ideas. Trashumante de la vida, el viaje era su modo de estar, pero a veces, o la mayoría de ellas, fue por necesidad. Luego de la prohibición con el peronismo le tocaron las dictaduras.

Entre la decepción y el desengaño, se juramenta no incursionar más en política partidaria. El arte será a partir de entonces, su fundamento.

«Hay que enseñarles a los  hijos a escuchar cada latido, frente al paisaje nativo. La Patria se lleva adentro. La madreperla no pierde su tesoro, por mucho mar que la bata”

Atahualpa Yupanqui

«Tengo un amor tan amor que es la raiz de mi fuerza»

  En 1942 conoció a   Antonietta Paule Pepin Fitzpatrick, Nenette, nacida en Francia el mismo año que él. Se enamoraron y se acompañaron siempre;  tuvieron un hijo, Roberto Héctor, el Kolla. No sólo los unía el amor, sino también la creación poética. Entre los dos escribieron «Luna tucumana», «El arriero», «El alazán», «Chacarera de las piedras» y «El vendedor de yuyos», entre mucha otra música memorable que Nenette -sustento teórico del arte de Yupanqui y la callada fuerza de su camino- firmó con el seudónimo, Pablo del Cerro.

Nenette falleció el 14 de noviembre de 1990, y Atahualpa la sobrevivió sólo dos años. Parafraseando al poeta brasileño Vinicius de Moraes: ese amor fue infinito mientras duró, y después se volvió eternidad.

ZAMBITA DEL BUEN AMOR

Yo no sé de dónde vengo, pero sé bien dónde voy
Para alumbrarme en mi noche larga, le prendo fuego a mi corazón
Humito que lleva el viento siempre se vuelve canción.
Yo voy salvando mis sueños altos en el rescoldo de mi fogón.
Leñitas de mi silencio. Astillas del buen amor, se va mi zamba por esos cerros. Por esos cerros que quiero yo.
Agüita de la vertiente no te canses de brotar. Crecen los ríos en las quebradas, pero tu canto sigue nomás
Heridas nos da la vida, y hay que saberlas curar
Con las leñitas que voy quemando, se va entibiando mi soledad

Atahualpa Yupanqui

Nenette era su lumbre, su rescoldo, su agüita de manantial, su canción en la noche larga, el abrigo en la soledad.

Uno de los momentos que marcaron la carrera artística de Yupanqui fue cuando conoció a Edith Piaf, en tiempos de exilio,  en un club parisino. Ella lo escuchó deslumbrada y lo invitó a su recital.

Aquella noche del 6 de junio de 1950, Edith abrió el espectáculo y cantó más de veinte canciones. Luego lo presentó al público y Atahualpa cerró la función con gran éxito. Fue el comienzo de su consagración como artista.

Su poesía está construida en base a preocupaciones recurrentes: la tierra, el camino, el amor,  la soledad, la injusticia y las reflexiones metafísicas son algunas de ellas.

Yo tengo tantos hermanos, que no los puedo contar
En el valle, la montaña, en la pampa y en el mar
Cada cual con sus trabajos, con sus sueños, cada cual
Con la esperanza adelante, con los recuerdos detrás
Yo tengo tantos hermanos, que no los puedo contar
Y una hermana muy hermosa, que se llama ¡libertad!

Atahualpa Yupanqui

En su condición de viajero, de caminante, contempló los misterios de la naturaleza,  exploró al hombre y sus búsquedas, indagó los caminos, interpeló las injusticias , amó profundamente a su tierra mestiza tan invisibilizada y olvidada.

Y amó su tierra querida, su Patria adentro. Y un día se volvió savia, identidad,  voz   de pueblo.

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