Por Alejandro Arroz

En un mundo donde la información visual es cada vez más predominante, la preservación de archivos audiovisuales se convierte en una tarea esencial para mantener viva la memoria histórica y cultural. Desde películas y documentales hasta grabaciones sonoras y noticieros, estas obras son testimonios palpables de épocas pasadas que nos permiten comprender cómo era la vida en diferentes contextos históricos, además de conservar tradiciones, lenguas y expresiones culturales que pueden estar en peligro de extinción.
Los archivos audiovisuales no solo ayudan a preservar la identidad de los pueblos, sino que también fomentan el respeto por la diversidad cultural. Entre 1996 y 1998, llevé a cabo la filmación de dos series documentales de 10 capítulos cada una, que abarcaban las cinco provincias del noroeste argentino. Estos trabajos fueron reconocidos con el premio ATVC al mejor programa de documentales del país, sumando un total de 480 minutos emitidos en canales de Argentina y España. Sin embargo, para lograr este resultado, se requirió una cantidad significativa de horas de grabación.

Con la llegada de la Revolución Digital, se inició un doble proceso: remasterizar los documentales existentes y producir nuevos contenidos a partir del material inédito guardado desde entonces. La conservación de estos archivos se presenta como una forma efectiva de proteger la verdad, ya que permite contrastar versiones y evitar la manipulación de datos. Actualmente, estamos produciendo la serie «Memoria Audiovisual, Música de la Tierra», que se centra en las diversas expresiones musicales de los pueblos originarios. Este tipo de iniciativas subraya la importancia de los archivos audiovisuales como herramientas trascendentales.
La digitalización juega un papel crucial en la conservación de estos archivos, que originalmente estaban en soportes frágiles como celuloide y videos.

Este proceso no solo evita el deterioro físico de los materiales originales, sino que también permite crear copias de respaldo y facilita la restauración de imagen y sonido. No obstante, uno de los mayores desafíos radica en garantizar un almacenamiento seguro y a largo plazo.
Un ejemplo significativo de esta labor es el documental «Ayer se murió mi muerte», que filmé en super 8 en 1984 sobre la vida y obra del poeta Daniel Giribaldi. Aunque en su momento sufrió problemas de deterioro, el hallazgo de su carrete original, 36 años después, permitió su digitalización en 4K. Además, se realizó una intervención en el documental, cambiando su relación de aspecto y mejorando su calidad de imagen y audio mediante técnicas digitales.
En paralelo escribí un guion para un largometraje que titulé «Poesía Abierta, Rebeldía y Libertad«, que dirigió Diego D’Angelo, y que se estrenará el 4 de junio en el Cine Gaumont de la ciudad de Buenos Aires. Este proyecto, apoyado por el INCAA, no solo resalta la importancia de la tecnología actual en la valorización del patrimonio audiovisual, sino que también plantea desafíos éticos, técnicos y financieros en la preservación de la memoria cultural.
En conclusión, la preservación de archivos audiovisuales no se limita a almacenar material; implica asegurar que dicho contenido permanezca accesible, comprensible y útil para las generaciones futuras. En un mundo visual, su valor es indiscutible y crucial para mantener viva nuestra historia.
Alejandro Arroz
Productor y director de 30 documentales sobre el NOA, de las Series “Blanco y Negro” e “Historias de la orilla, los cuentos de Carlos Hugo Aparicio” de los largometrajes “Alberto Granado, el viajero incesante”, “Alberto Castellanos, la vanguardia del Ché en Orán”, “Luz de invierno” y “Pallca”. Recibio 7 premios del INCAA y 3 del Ministerio de Cultura de la Nación.

Fuentes
- Columna para la Edición Aniversario del Diario Punto Uno de Salta: Memoria Audiovisual, «Serie Música de la Tierra», «Poesía Abierta, rebeldía y libertad», «Ayer se murió mi muerte» en el peor año de la historia del Cine Nacional #resistenciacultural.
