El destino de las palabras

Octavio Paz

Por Argentina Mónico

Recordamos a un gran poeta mexicano, Octavio Paz quién nació el 31 de marzo de 1914 en Ciudad de México y fue el único hijo del matrimonio entre Josefa Lozano y Octavio Paz Solórzano.

Además de gran poeta y ensayista, fue un defensor de la causa feminista, la lucha contra los totalitarismos y la protección al medio ambiente.

En su obra autobiográfica, Pasado en claro (1975), recuerda su infancia y a su madre:

“Mi madre, niña de mil años, madre del mundo, huérfana de mí, abnegada, feroz, obtusa, providente, jilguera, perra, hormiga, jabalina, carta de amor con faltas de lenguaje, mi madre: pan que yo cortaba con su propio cuchillo cada día.”

En una entrevista realizada por el periodista Joaquín Soler Serrano, comenta que esos versos los había escrito para mostrar a la madre de origen español, que él veía como madre y niña a la vez. Y que su primera conexión con el país de la madre había sido a través las canciones populares que ella cantaba.

Para referirse a su padre, abogado, político y periodista, quién murió arrollado por un tren expresa:

“Del vómito a la sed, atado al potro del alcohol, mi padre iba y venía entre las llamas. Por los durmientes y los rieles de una estación de moscas y de polvo, una tarde juntamos sus pedazos. Yo nunca pude hablar con él. Lo encuentro ahora en sueños, esa borrosa patria de los muertos. Hablamos siempre de otras cosas”.

Versos del poema “Pasado en claro”.

Será su abuelo, Ireneo Paz, quién le inculcará la pasión por los libros, ya que tenía una gran biblioteca, donde solía leer todo tipo de obras, no sólo mexicana sino universal.

Cuando estudiaba abogacía en la Universidad Nacional Autónoma de México, estudios que no culminó, conoció a Elena Garro, quién también se convertiría en una reconocida escritora, con quién contrajo matrimonio en 1937 y tuvieron una hija: Helena.

En 1943 ganó una beca Guggenheim y se fue a vivir a Estados Unidos, finalizada la Segunda Guerra Mundial, entró al Servicio Exterior Mexicano, trasladándose a París donde conoció a Jean-Paul Sartre, a Albert Camus y a André Breton, quienes influirían en su obra.

A principios de los años cincuenta, su trabajo llevó a Paz a conocer Japón y la India, donde por primera vez tuvo contacto con los clásicos budistas y taoístas.

“El budismo fue un ejercicio mental y espiritual que me ayudó a empezar a dudar del yo y de sus espejismos. La veneración del yo es la mayor idolatría del hombre moderno. Para mí el budismo es una crítica del yo y de la realidad. Una crítica radical que no termina con la negación sino con la aceptación. Todos los grandes santuarios budistas de la India contienen relieves y esculturas de gran sensualidad. Una sexualidad poderosa pero pacífica. Me impresionó encontrar esa exaltación del cuerpo y de los poderes naturales en una tradición religiosa y filosófica que menosprecia el mundo y que predica la negación y el vacío”

entrevista que dio a la revista literaria The Paris Review (1990)

En 1952 volvió a México, allí fundó el grupo poético y teatral “Poesía en voz alta” y empezó a colaborar en la Revista mexicana de literatura y en El corno emplumado, en las que defendió las posiciones experimentales del arte contemporáneo.

“El hombre que volvió a México a fines de 1952 era un poeta diferente, un escritor diferente. Si me hubiera quedado en México, probablemente me hubiera ahogado en el periodismo, en la burocracia o en el alcohol. Huí de ese mundo y probablemente también de mí mismo”, dijo Paz en la entrevista con The Paris Review.

En la India conoció a la artista plástica francesa Marie-José Tramini, con quién se casó en 1964, ya que estaba divorciado de Garro.

En octubre 1968, Paz renunció a su cargo diplomático en señal de protesta por la sangrienta represión del gobierno a las manifestaciones estudiantiles, conocida como la Masacre de Tlatelolco.

Octavio Paz posee una gran producción literaria en poesía y ensayo. Dentro de la lírica incursionó en el erotismo, la experimentación formal y la reflexión sobre el destino del hombre. Además de Pasado en claro, su otra gran obra maestra es Piedra de sol (1957), en la que se ven las preocupaciones históricas y existenciales del autor. En sus ensayos despliega una variedad de temas como literatura, historia, política y sociología. Una mención particular es el estudio crítico Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe (1982).

“Quería recuperar una figura que considero esencial, no sólo para México sino para América en general. Al principio, sor Juana fue sepultada y olvidada, después desenterrada y momificada. Yo quería devolverla a la luz del día, liberarla del museo de cera. Está viva y tiene mucho para decirnos. Fue una gran poeta, la primera en la larga línea de mujeres poetas latinoamericanas… no olvidemos que Gabriela Mistral, de Chile, fue el primer escritor latinoamericano que ganó el Premio Nobel. Sor Juana fue, además, una intelectual de primera clase (…) y una defensora de los derechos de la mujer. Fue puesta en un pedestal y ensalzada, después perseguida y humillada. Debía escribir sobre ella.”,

octavio Paz en la entrevista The Paris Review.

En 1990 la Academia Sueca le otorgó a Paz el Premio Nobel de Literatura por “su escritura apasionada y de amplios horizontes, caracterizada por la inteligencia sensorial y la integridad humanística”. Además del máximo galardón a las letras a nivel mundial, ya había obtenido el reconociendo mayor a las letras hispanoamericanas con el Premio Cervantes en 1981. En tanto que en 1993, recibió el premio Príncipe de Asturias.

Octavio Paz murió a los 84 años, el 19 de abril de 1998, en la Ciudad de México.

Decir, hacer
A Roman Jakobson

Entre lo que veo y digo,
Entre lo que digo y callo,
Entre lo que callo y sueño,
Entre lo que sueño y olvido
La poesía.
Se desliza entre el sí y el no:
dice
lo que callo,
calla
lo que digo,
sueña
lo que olvido.
No es un decir:
es un hacer.
Es un hacer
que es un decir.
La poesía
se dice y se oye:
es real.
Y apenas digo
es real,
se disipa.
¿Así es más real?
Idea palpable,
palabra
impalpable:
la poesía
va y viene
entre lo que es
y lo que no es.
Teje reflejos
y los desteje.
La poesía
siembra ojos en las páginas
siembra palabras en los ojos.
Los ojos hablan
las palabras miran,
las miradas piensan.
Oír
los pensamientos,
ver
lo que decimos
tocar
el cuerpo
de la idea.
Los ojos
se cierran
Las palabras se abren.

Octavio paz

Fuente:

cultura.gob.ar

Publicado por Juana Manuela

Empresa destinada a la publicación de textos de difernetes géneros literarios, como así también a la difusión de nuestra cultura latinoamericana.

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