Por Emilia Baigorria

Notas simples tomadas desde la observación de la realidad señalan una situación curiosa: desde hace un tiempo (aún no precisado) a esta parte es notorio el crecimiento de la producción de libros, suceso que a su vez beneficia a la existencia de la buena cantidad de editoriales independientes.
Sin embargo, la cantidad que se publica no concuerda con la avidez demostrada por la lectura. No es una negación a ella, de ninguna manera, sí en cambio una mirada a los índices proporcionales a las decisiones sobre una elección.
El detalle que proyecta esta observación reside en que la llamativa producción en su mayor parte es la primera que se realiza y por lo general es poesía.
Al momento de considerar la lectura de poesía el resultado arroja una deuda deslizándose hacia la preferencia por Alejandra Pizarnik. Me pregunto ¿por qué? Y a la vez ¿hay que buscar razones para esa lectura?

Con seguridad no, sabemos de la cumbre que ocupa su obra, de su búsqueda profunda, de la fusión que hizo de la poesía y su vida, o como manifiesta Cristina Piña una de las editoras de Alejandra Pizarnik.
Biografía de un mito “Ha hecho un castellano oscuro que da matices que no encontramos en ningún otro poeta”, “en poesía el castellano no es lo mismo después de Pizarnik”.
El tema puesto en crisis es otro, se trata de la elección al instante de la lectura en razón que junto a la escritura son realidades indicativas. Es muy acertado pensar que la oscuridad que Alejandra como eximia maestra ha convertido en recurso estético, sea el puente que conecta con los espíritus.
La escritura desde el dolor impreso en la poesía de Alejandra Pizarnik atraviesa el tiempo y llega hasta hoy. Es así vivimos como sociedad globalizada un tiempo oscuro, sumidos en el consumo de bienes materiales rindiendo culto al dinero, al poder, al “falso éxito” también a la imagen; sabemos de países que, como estrategas en un juego escapan de la guerra, otros que caen en ese padecimiento y dentro de ese infierno la deshumanización total; esto en cuanto a un macro entorno, en el personal también se producen desmorones afectivos que entorpecen los sentimientos provocando en el cosmos interior un atasco parecido a calles abarrotadas que dejan poco espacio para caminar.


Entonces “¿Cómo puede el alma permanecer en un universo de paz si amanece antes del día porque lo han despertado las urgencias?”
Dicho esto nace una reflexión. ¿Será que este tiempo señala la necesidad de expresar un universo individual que bulle y ya no se puede contener y se expresa a través de la poesía?
Es evidente que las interrelaciones personales atraviesan contrariedades, tanto en el hogar, la escuela, el trabajo, la calle, como en los espacios de recreación; es decir en todos los sitios donde habitan o pasan las personas. Ese clima de hostilidad se ha generalizado hasta convertirse en irritación social puerta de ingreso a otro problema y tema fundamental: la violencia.

¿Será la poesía ese espacio necesario, un oasis imaginario que rompa con el peso de la realidad?
Otra circunstancia que activa la alerta referenciada es la abundante oferta de “escritura terapéutica”, “escritura creativa”, invitaciones por redes sociales a espacios llamados “cuento mi mundo” “cuento mi verdad” que nace posiblemente de la observación a la necesidad interior que clama por expresarse.
Como nos hemos acostumbrado a naturalizar muchas situaciones a las que vemos pasar sin que nos sorprendan, esta realidad no ha resonado aún pero es necesario regresar a ese estado de perplejidad y tomar nota de hechos como el citado que encierran un proceso causa-efecto.

