UN ALMA DE ACERO
Por Jorge Triviño Rincón

Si me preguntasen, quién fue Pedro Bonifacio Palacios, no sabría responder; pero si me indagan por Almafuerte, les diría que es uno de los más grandes poetas de la República Argentina, ya que de joven, pude leer los poemas que este vate escribió.
Una de los poesías —que leí con avidez— y luego con asombro, es Piu Avanti.
Pedro Bonifacio Palacios, conocido también por su seudónimo Almafuerte, nació en La Matanza, el 13 de mayo de 1854 —La Plata, 28 de febrero de 1917. Fue un maestro y poeta argentino. Es considerado como uno de los escritores más destacados de su generación y como uno de los «cinco sabios» de la ciudad de La Plata, junto a Florentino Ameghino, Juan Vucetich, Alejandro Korn y Carlos Spegazzini. Almafuerte fue el seudónimo con el que alcanzó mayor popularidad, aunque no fue el único que utilizó a lo largo de su vida.

Palacios, nació en el partido de La Matanza, provincia de Buenos Aires, en lo que luego sería la ciudad de San Justo, en el seno de una familia muy humilde. Todavía niño, perdió a su madre y fue abandonado por su padre, por lo que fue criado por sus parientes.
Su primera vocación fue la pintura, pero, como el gobierno le negó una beca para viajar a Europa a perfeccionarse, cambió su rumbo y se dedicó a la escritura y la docencia.
Ejerció en escuelas de La Piedad y Balvanera, en Buenos Aires. Poco después se trasladó a la campiña y fue maestro en Mercedes, Salto y Chacabuco. A los 16 años de edad dirigió una escuela en Chacabuco; donde, en 1884, conoció al entonces expresidente Domingo Faustino Sarmiento. Tiempo después fue destituido por no poseer un título habilitante para la enseñanza, pero muchos afirman, [¿quién?], que en realidad fue por sus poemas altamente críticos para con el gobierno.
En los pueblos donde ejerció la docencia, también alcanzó notoriedad como periodista polémico y apasionado, poco complaciente con los caudillos locales.
Luego de dejar la enseñanza obtuvo un puesto dentro de la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires, y más tarde bibliotecario y traductor en la Dirección General de Estadística de dicha provincia. En 1887, se trasladó a La Plata e ingresó como periodista en el diario El Pueblo.

En 1894 retomó su actividad docente en una escuela de la localidad de Trenque Lauquen, pero nuevamente fue retirado por cuestiones políticas dos años más tarde.
A comienzos del siglo XX participó un poco de la actividad política, pero a causa de su inestabilidad económica y de que era reacio a aceptar un cargo político, ya que criticaba duramente a quienes vivían a expensas de los impuestos de la gente, no lo hizo con mucho entusiasmo.

Al final de su vida, el Congreso Nacional le otorgó una pensión vitalicia para que se pudiera dedicar de lleno a su actividad como poeta. Sin embargo no pudo gozar de ella; el 28 de febrero de 1917 falleció en La Plata, a la edad de 62 años.[1]
Poemas aleccionantes y esperanzadores para estimular a quienes se postran y cesan de luchar frente a las lides de la vida.
Es tal la fuerza que imprimió a sus creaciones, que elevan el estado anímico de manera inmediata a quien los leen. Son obras transformadoras y de una profundidad tal, pues mediante metáforas y símiles genera credibilidad y toca las fibras íntimas de nuestra alma. Son como rayos de luz que surgen para iluminar nuestra existencia.
La juventud debería asomarse a este dispensario de luz. Nuestra búsqueda, será siempre la iluminación interior, y estas palabras llenas de sabiduría y de conocimiento acerca de la naturaleza Divina, llenarán el cántaro vacío y los odres —llenos de aire—, se colmarán de notas armoniosas y arpegios.
¡AVANTI!
Si te postran diez veces, te levantas
otras diez, otras cien, otras quinientas:
no han de ser tus caídas tan violentas
ni tampoco, por ley, han de ser tantas.
Con el hambre genial con que las
lantas asimilan el humus avarientas,
deglutiendo el rencor de las afrentas
se formaron los santos y las santas.
Obsesión casi asnal, para ser fuerte,
nada más necesita la criatura,
y en cualquier infeliz se me figura
que se mellan los garfios de la suerte…
¡Todos los incurables tienen cura
cinco segundos antes de su muerte!
Pedro Bonifacio Palacios (ALMAFUERTE)
¡PIU AVANTI!
No te des por vencido, ni aun vencido,
no te sientas esclavo, ni aun esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
y arremete feroz, ya mal herido.
Ten el tesón del clavo enmohecido
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;
no la cobarde estupidez del pavo
que amaina su plumaje al primer ruido.
Procede como Dios que nunca llora;
o como Lucifer, que nunca reza;
o como el robledal, cuya grandeza
necesita del agua y no la implora…
Que muerda y vocifere vengadora,
ya rodando en el polvo, tu cabeza!
Pedro Bonifacio Palacios (ALMAFUERTE)
¡MOLTO PIU AVANTI!
Los que vierten sus lágrimas amantes
sobre las penas que no son sus penas;
los que olvidan el son de sus cadenas
para limar las de los otros antes;
los que van por el mundo delirantes
repartiendo su amor a manos llenas,
caen, bajo el peso de sus obras buenas,
sucios, enfermos, trágicos,… ¡sobrantes!
¡Ah! ¡Nunca quieras remediar entuertos!
¡nunca sigas impulsos compasivos!
¡ten los garfios del Odio siempre activos
los ojos del juez siempre despiertos!
¡Y al echarte en la caja de los muertos,
menosprecia los llantos de los vivos.
Pedro Bonifacio Palacios (ALMAFUERTE)
¡MOLTO PIU AVANTI ANCORA!
El mundo miserable es un estrado
donde todo es estólido y fingido,
donde cada anfitrión guarda escondido
su verdadero ser, tras el tocado:
No digas tu verdad ni al más amado,
no demuestres temor ni al más temido,
no creas que jamás te hayan querido
por más besos de amor que te hayan dado.
Mira como la nieve se deslíe
sin que apostrofe al sol su labio yerto,
cómo ansia las nubes el desierto
sin que a ninguno su ansiedad confíe…
¡Trema como el infierno, pero ríe!
¡Vive la vida plena, pero muerto!
Pedro Bonifacio Palacios (ALMAFUERTE)
¡MOLTISSIMO PIU AVANTI ANCORA!
Si en vez de las estúpidas panteras
y los férreos estúpidos leones,
encerrasen dos flacos mocetones
en esa frágil cárcel de las fieras,
no habrían de yacer noches enteras
en el blando pajar de sus colchones,
sin esperanzas ya, sin reacciones
lo mismo que dos plácidos horteras;
cual Napoleones pensativos, graves,
no como el tigre sanguinario y maula,
escrutarían palmo a palmo su aula,
buscando las rendijas, no las llaves…
¡Seas el que tú seas, ya lo sabes:
a escrutar las rendijas de tu jaula!
Pedro Bonifacio Palacios (ALMAFUERTE)[2]
Este tipo de poesía, nacido de la profundidad del ser, es una de las más claras pruebas de que nuestra alma puede sortear todas las dificultades, si utiliza todas sus facultades extraordinarias que yacen en su interioridad, y que deben subyugar la materia. Esas fuerzas, moldean las sustancias más plúmbeas. Ningún átomo es susceptible de ser llevado a la perfección máxima, si se conocen los medios; y ellos son esas fuerzas sutiles que nos ha legado la Divinidad. La voluntad, el amor, la imaginación, la persistencia, el coraje, y la templanza; actúan como el fuego interior de la Tierra, como el agua que socava y transforma, en la oscuridad; en el interior.
De mí, sé decir, la templanza es una facultad, que debemos cultivar, ya que al igual que los héroes que hemos conocido desde nuestra infancia, en las películas, nos han mostrado el camino que debemos seguir en la búsqueda de nuestros ideales.
El escritor español Ramón del Valle Inclán, en su obra extraordinaria La lámpara maravillosa, trata este tema de manera asombrosa. He aquí el texto:
De niño, y aun dé mozo, la historia de los capitanes aventureros, violenta y fiera, me había dado una emoción más honda que la lunaria tristeza de los poetas. Era el estremecimiento y el fervor con que debe anunciarse la vocación religiosa. Yo no admiraba tanto los hechos hazañosos, como el temple de las almas, y este apasionado sentimiento me sirvió, igual que una hoguera, para purificar mi Disciplina Estética. Me impuse normas luminosas y firmes como un cerco de espadas. Azoté sobre el alma desnuda y sangrienta con cíngulo de hierro. Maté la vanidad y exalté el orgullo. Cuando en mí se removieron las larvas del desaliento, y casi me envenenó una desesperación mezquina, supe castigarme como pudiera hacerlo un santo monje tentado del Demonio. Salí triunfante del antro de las víboras y de los leones.
Ramón del Valle Inclán
Intuyo que el poeta argentino, tuvo, sin duda alguna, ese temple necesario para transitar por la vida. Yo lo imagino, sentado en un sillón, mirando hacia el infinito y buscando en su corazón, las voces que luego plasmaría en el papel, y que alimentarían a las masas de desahuciados y entristecidos seres que han cesado de luchar, pero que encuentran motivos para elevarse. Gracias a este gran bardo por su verbo enardecido e iluminado.

Citas bibliográicas:
[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Pedro_Bonifacio_Palacios
[2] ALMAFUERTE. Pedro Bonifacio Palacios. Poesía completa. Versión digital.
