Por Jorge Eliécer Triviño Rincón

La música es efímera. La música se va, queda en tus recuerdos. La música suena y el sonido se apaga. Queda en el recuerdo sonoro que tú guardas, que se desaparece lastimosamente en un rato.
Tuve el honor de escuchar al gran violinista payanés, nacido en el año de 1966, y quien reside actualmente en la ciudad de Manizales.
Lo conocí por vez primera, en la presentación de un libro de la poeta caldense Teresa González, en el auditorio de CONFA, interpretando una gran variedad musical. Una excelente puesta en escena, llena de música y teatro, donde la luz se enfocaba en su juvenil figura de cabello rizado, un poco leonino, ejecutando movimientos fantásticos mientras nos deleitaba con sus preciosas interpretaciones.
Lo visité para entrevistarlo luego en su lugar de residencia en el estudio de su apartamento en el barrio Palermo de la ciudad de Manizales. Tiene allí un pequeño y confortable estudio de grabación.
Es un hombre jovial, vestido de manera casual. Sus ojos, son como los de un niño inocente y vivaz, y habla con una seguridad pasmosa, pues se deja llevar de sus palabras que va desgranando con soltura. Su forma de interpretar, me recuerda al violinista André Rieu.

En realidad, su violín y él, forman un todo indivisible. Parece que las notas salieran mágicamente del instrumento.
Emigró desde la Ciudad blanca, según el músico, “uno es de donde habita, y yo he sido un gran manizaleño en una tierra prestada«.
Creció en un hogar de seres inquietos por algo. “La imaginación y la creatividad eran pan de su casa”. Se inició en la ciudad de Popayán en una chirimía, tocando música folclórica y sureña. En la ciudad de Bogotá, tocaba salsa, música cubana y charanga, en los años ochenta, mientras interpretaba el violín en la orquesta sinfónica juvenil de Colombia y estudiaba en la universidad Nacional de Colombia. Fue telonero de Silvio Rodríguez en un concierto en el parque Freud de la misma universidad.
Viajó a Venezuela gracias a un convenio, en el momento en que los músicos venezolanos venían a enseñar, ya que el nivel musical de ese país—, era—, y aún es muy alto.

De acuerdo con su criterio, “Todos los artistas debieran de vivir la experiencia—, al menos una vez en la vida, de tocar en la calle” por lo cual está escribiendo un manual de cómo tocar en la calle, o cantar o bailar o hacer títeres, o hacer teatro, o hacer malabares.
“La experiencia de vivir un concierto, de afrontar lo que necesites afrontar —ambientalmente—: el ruido de los carros, el viento, depende dónde estés, en qué parte donde estés; el calor, el sol, y también la dinámica del sonido, porque el sonido al aire libre es mucho más pequeño, así estes amplificándote”
Cerca del Golden Gate, situado en la isla de Alcatraz, donde el agua es muy fría, estuvo atado del mástil de un catamarán —uno de esos barcos que atraviesan la bahía de San Francisco—, y además, amarrado el amplificador y el violín a su cuerpo. el violinista colombiano entretenía a los pasajeros del barco. Cuenta que los extranjeros fueron muy generosos en sus contribuciones.
En Colombia—, expresa—, no se respeta la labor de quienes se dedican al arte en espacios públicos.
En su concepto, en el desarrollo visual de los seres humanos, en este instante, predomina sobre el desarrollo auditivo, cosa que prueba contando un experimento que realizó Siemens, con el violinista norteamericano Joshua Bell, quien se presentó en un auditorio selecto interpretando con un violín Stradivarius, logrando un lleno completo en el teatro aunque cobraba alrededor de mil dólares. Luego, salió a tocar en la calle; se colocó una gorra, una camiseta, colocó el estuche en el metro, e interpretó el mismo repertorio, y la gente al pasar, le daba cualquier contribución, por lo cual recibió, al final de la interpretación: ¡treinta y dos dólares por esas interpretaciones!
Manifiesta el artista, hablando acerca de la imaginación, con respecto en los ciegos:
“Porque reconocen la imaginación, y la imaginación es más valiosa que cualquier sentido. Está arriba. La imaginación permite que cualquier niño de este planeta sea capaz de ser mejor ser humano. El solo hecho de tener que imaginar, que su cerebro produzca imaginación constante, es que produzca el método con que construye creatividad y si nosotros hacemos niños creativos, garantizamos una cosa gigantesca, acá a este lado, que es la sensibilidad. Esta es la ruta. La creatividad te da la sensibilidad. La imaginación te lleva a la creatividad. La creatividad te construye una sensibilidad que te protege y hace que protejas tu círculo más cercano. Un niño que estudia artes, un niño que estudia música, que va a clases de danza, que recibe clase de teatro, que hace acrobacia, que se monta en una bicicleta y quema adrenalina, que estudia matemáticas porque le encantan los números y es rápido con los números, que se interesa por la ciencia y quiere abrir un sapo.
Guillermo Gómez cerón
Todos esos niños tienen talentos especiales: todos cada quien. Todos los seres humanos tenemos talento. Unos en unas cosas y otros en otras. Es una maravilla de la vida, pero nosotros como adultos tenemos esa responsabilidad de ayudarlos a encontrar ese talento, y ese talento que tiene ese niño, no solo debería dedicarse a ese talento, enfocarse en ese, sino que nosotros deberíamos de ser capaces de verlo en él y encauzar la educación.
Por eso la educación 4.0, que tendremos que llegar en algún momento de la vida a ese tipo de educación. Espero que me toque, o por lo menos voy a ayudar a que me toque. 4.0, necesitaría adultos que estudiaron una carrera, pero que saben de arte, saben reconocer un cuadro y decir esto es del período barroco, o saben reconocer una obra clásica. Saben reconocer el arte.”
El maestro Guillermo, además de músico, es un hombre de pensamientos de avanzada, que habla de temas variados con pasmosa seguridad, y que, además de proponer una nueva educación, está comprometido con ella; por esa misma razón, opina acerca de los niños:
“…El niño es un corazón abierto de aprendizaje. Él está como con ganas de ser llenado de buen aprendizaje. Un niño está muy despierto, muy, por tranquilo que sea el niño, él está recibiendo una cantidad de información. Pues, uno piensa que uno va a educarlos a ellos, y uno debiera antes de pagar porque le enseñen, porque los niños enseñan muchísimo.”
Y con relación a la música, opina:
“La música es efímera. La música se va, queda en tus recuerdos. La música suena y el sonido se apaga. Queda en el recuerdo sonoro que tú guardas, que se desaparece lastimosamente en un rato. Puede guardarlo usted durante toda la vida cuando lo marcó definitivamente. pero si usted escucha un tema nuevo en este momento, el que sea, lo recuerda por un momento y en una hora no se acuerda. No sabe cómo sonaba, a menos de que lo conozca, y entonces lo relaciona. Lo que yo quiero decirle con lo de la inteligencia auditiva es que nosotros somos de recuerdos efímeros frente a la pintura que tú la ves y está ahí, está ahí, palpable. La tocas, la tocas, la pintura la tocas. El libro en literatura lo tocas, lo ves, está ahí. Él no se va de ahí las letras no se evaporan, La música se evapora.”
Guillermo Gómez Cerón
Con unos setenta músicos, inició un programa educativo musical en la Dorada, Caldas. La estrategia fue meterse a las casas, regalándoles un CD, con fragmentos de las grandes obras de música clásica, con el rótulo: Música para almorzar, lo cual calmaba el ámbito en el interior de las casas en el barrio las ferias, cambiando la sonoridad, ya que había conflicto sonoro.
Considera que tiene un doctorado en imaginación, y que ejerce el sentido de la creatividad.
Salgo de su apartamento, con la sensación de haber departido con un genio; de haber hallado un diamante radiante y luminoso, con el que volveré a encontrarme algún día, cuando brille como un sol en el mundo musical.

