Por Olivier Pascalin

Esta es una guerra sin rifles de asalto. Sin blindaje y sin misiles. Sus medios son invisibles y su campo de batalla ilimitado. Se entrega a través de Internet, sus municiones se llaman noticias falsas, rumores, fotos truncadas, conspiraciones y sus soldados forman un ejército en la sombra.
Su potencia de fuego es tal que la protección del ciberespacio es hoy un importante desafío para la seguridad. La confiabilidad y precisión de la información están siendo reemplazadas por verdades alternativas y plurales o posverdades.
“Ideólogos, populistas y dictadores ya no se preocupan por la exactitud de los hechos: buscan por todos los medios encender pasiones y cultivar la ira para demoler los valores democráticos que los perturban».
Estos Ingenieros del Caos susurran al oído de dictadores, como Vladimir Putin y sus secuaces en el Cáucaso o Xi Jinping, pero también operan en el mundo libre. Donald Trump es sin duda el ejemplo más caricaturizado. Sus excesos son tanto más preocupantes cuanto que cuenta con el apoyo de Elon Musk, el hombre más rico del mundo, este CEO-gurú, visionario descarado y trumpista convencido.
La destreza técnica de la IA hace temer que se produzcan manipulaciones de información aún más formidables.

¿Nos vamos a dejar engañar constantemente?
No, al contrario, la inteligencia artificial generativa nos animará a todos a ser más críticos y el riesgo es, paradójicamente, el de un exceso de escepticismo.
En la cúpula del Estado, la ciberseguridad se convirtió en un tema real a partir de 2017. Poco a poco, los desfiles se multiplicaron, culminando con la creación en 2021 de la agencia Viginum (Vigilancia y protección contra las interferencias digitales extranjeras).
Qué hubiera dicho el hombre de las plantas de viento…, Rimbaud, poeta genial, mítico y maldito, sediento de amor y libertad con su lengua, su locura, sus demonios.

¿Cómo hubiera sido el romance entre Rimbaud y Verlaine con las redes sociales?
«El hombre de las suelas de viento», dicen que lo llamaban los poetas parisinos que −de tanto en tanto− lo veían o creían verlo deambular por la ciudad. Un modo sublime de capturar, en una metáfora, su ser indescifrable».
El mal
arthur Rimbaud
Mientras que los gargajos rojos de la metralla
silban surcando el cielo azul, día tras día,
y que, escarlata o verdes, cerca del rey que ríe
se hunden batallones que el fuego incendia en masa;
mientras que una locura desenfrenada aplasta
y convierte en mantillo humeante a mil hombres;
¡pobres muertos! sumidos en estío, en la yerba,
en tu gozo, Natura, que santa los creaste,
existe un Dios que ríe en los adamascados
del altar, al incienso, a los cálices de oro,
que acunado en Hosannas dulcemente se duerme.
Pero se sobresalta, cuando madres uncidas
a la angustia y que lloran bajo sus cofias negras
le ofrecen un ochavo envuelto en su pañuelo.

