Por Adriana Marisa Olivera (Doctora en Letras)

La memoria nos labra y nosotros, por nuestra parte,
La modelamos a ella. Eso resume perfectamente a
dialéctica de la memoria y de la identidad, que se
abrazan una a otra, se fecundan mutuamente, se
funden y refunden para producir una trayectoria
de vida, una historia, un relato.
Joël Candau
Según la Poética, el discurso de la literatura se diferencia de los otros lenguajes porque está constituido por un código poético. Es este tipo de mensaje poético, el que distingue el discurso de Roberto Espinosa, estudioso incansable de la cultura tucumana. Fiel escriba de su tierra y sus personajes, estudioso infatigable de la tucumanidad.
Como afirma Indiana Jorrat:
“la poesía refracta, como los demás géneros literarios, los modos de comprensión y representación de la cultura a la que pertenece, traduce en su lenguaje las experiencias de toda una comunidad, almacena su memoria y la abre a múltiples contactos y relaciones con otros discursos”.
Es nuestro objetivo, analizar, describir y valorar la poética del escritor tucumano en su obra Cosecha de Luz, así como mencionar algunas constantes discursivas que marcan estilísticamente su obra en prosa y sus textos periodísticos como fragmentos de un gran texto- poema o palimpsesto multi-cultural.
Una de las constantes que vertebran sus obras tanto literarias como periodísticas es la intertextualidad, su interesante y amplia enciclopedia, sus materiales heterogéneos, unidos por una estilística distintiva, su marca identitaria, con una retórica cuidada, de gran calidad.
Su obra está compuesta por poemas, cuentos, reportajes, reseñas, artículos, ensayos y biografías ficcionalizadas que establecen un diálogo diacrónico con obras de variado tipo. Un mismo contenido semántico, la cultura, el amor, el arte, es construido de modos diferentes, complementarios, ligados jerárquicamente en campos antitéticos: la alta cultura, la música clásica, por un lado, y la cultura popular y el folclore, por el otro. Espinosa une los campos, los mezcla, los pone en diálogo horizontal y vertical, sincrónico y diacrónico, por medio de una retórica lograda y una estilística propia.
Cada cita remite a una lectura que deja huella en su discurso: Prévert, Rilke, Brel, Shakespeare, Benavente, Regen, Castilla, Manzi, Galíndez, son duendes convocados por su pluma.

Contenidos semánticos: recuerdos, vivencias, amores, amigos, biografías, homenajes. Una isotopía fundamental: el amor. Un sujeto lírico que construye a su amada sin darse cuenta de que queda expuesto aunque quiera ser solo voz, en cada recuerdo. La escritura lo construye en cada verso de amor.
En el poema “El siente” leemos:
Los ojos de mi alma se derriten
cuando me tocas.
Fluyen ríos. Danzan duendes.
Mi pecho es selva arrobada
Por el canto de los mirlos,
Cuando me besas.
Rumores de vida navegan
Por mi sangre desvelada, cuando tus manos de greda
Modelan la ternura en mi cuerpo.
Modos diferentes, géneros discursivos y estrategias literarias: poesía, canción, cuento, anécdota, artículo, retratos, descripciones, variedades lingüísticas y registros. Un dispositivo retórico y una misma estilística al servicio de una sólida intencionalidad: escribir la tucumanidad, enhebrar retazos de cultura, historia, arte en un collage artístico.
No solo nos remite a la tradición literaria canónica y popular, sino que dialoga con otras artes como la música y la plástica, disciplinas que incluye en sus textos como lenguajes complementarios, voces armónicas de la cultura universal: Mozart, Chopin, Tchaicovsky, Elgar, Bach, Rachmaninov, Liszt, comparten un mismo espacio democrático, horizontal, sin jerarquías con Chabuca Granda, Troilo, Rolando Valladares, el Cuchi Leguizamón, el Pato Gentilini.
En “Las manchas de Fued” escribe:
Fued Amín me está estrellando de esmeraldas
Los sueños.
Klecsografías. Manchas.
Manchas veo hasta en la almohada.
Manchas que buscan un texto.
Palabras que manchan las manchas.
Palabras manchadas de manchas”…
Sus obras son polifónicas y es aquí donde reside su riqueza y distinción estilística. Su discurso excede el campo regional, ese que representa danzas, campo, obreros del surco, trenzas, ojos negros, miradas profundas, tierra, guitarra, mate, amigos, penas y alegrías compartidas en rueda y se extiende a la Literatura universal.
El escritor tucumano homenajea a las mujeres, a los amigos, a los espacios recorridos, al arte mismo. Es un sujeto lírico que da testimonio de vida y de lecturas, y que le presta su pluma a la voz ajena, para darle trascendencia.
En “Apunando una zamba” nos dice:
Tucumán respira en coplas,
Romeros, sauces y tarcos.
Por su barba, los jilgueros
Se amanecen en su canto,
Va Rolando silencioso
Con la pena de la mano.
Una zamba ya se apuna
En las seis cuerdas del viento,
En su vino se alborotan
Manuel, EL Cuchi y el Pato.
Configura una construcción simbólica que representa un colectivo cultural, un observador que asume la primera persona para hablar del referente, o de su relación con él. Es por eso que el poema responde a una convención de ficcionalidad que expresa, narra historias, describe espacios geográficos, por medio de la selección y combinación de tropos, palabras, sentidos, recuerdos.
En “A fuego lento”, escribe:
Ah, La Cosechera es botella
Derramada de angustias,
Soledades, miedos.
Una suerte de poesía y de amores
Resbala en los espejos,
Desnudando dibujos y pinturas
De Fued Amín, de Juan Lanosa…
Carcajadas. Penas. Ruido…
Ciriaco Ortiz, Troilo, Eduardo Podazza,
Discépolo calientan la amistad a fuego lento,
Desmenuzando tus huellas
En el viento.
El escritor desanuda recuerdos, imágenes y representaciones que anudan vidas, dolores, amores, luchas, pérdidas que se encuentran para desatar tristezas, amarrar personas, para apoyarse en el afecto. Juega con el lenguaje, con los recuerdos, con las imágenes. Construye acontecimientos y transforma el poema en un dispositivo retórico de memoria y denuncia, con un estilo personal que combina metáforas, enumeraciones, imágenes, personificaciones, encabalgamientos.
1976
Sombras. Presagios. Nocturnidad.
Sirenas bailan su locura en la desesperanza.
Gritos. Golpes desgarran el aire. Las utopías.
Se desmiembran los sueños. Botas. Fusiles.
Capuchas. Picanas. Taladran la carne.
Las manos. Los ojos. El silencio.
Ecos de muerte intoxican la inocencia….
El holocausto tiene el sello de los dueños
De Dios. De la patria.
Algo habrán hecho, es el argumento.
Argentina es derecha y humana,
Dicen los militares. Marinos. Aeronáuticos.
El que piensa distinto, desaparece.
Por momentos, es una voz autobiográfica, y por otros, una voz que refracta el plurilingüismo social, a través de diversos personajes que el poema invoca, denuncia, condena. Y el sujeto lírico inserta la voz ajena, con sus intencionalidades, matices, semas.

El poeta amalgama en sus textos-poemas dos conciencias, la individual y la colectiva, generando un espacio heterogéneo y armónico a la vez. Lenguas antitéticas, que se anudan con una musicalidad transgresora a través del trabajo retórico y el efecto estilístico.
En todas sus obras tanto narrativas y poéticas como El Borges del Jazz o El caracol de los sueños, como en reseñas y columnas periodísticas, está presente el estilo distintivo del poeta, que manipula hábilmente cada recurso, cada género, según su intencionalidad consciente y cuidada. En su discurso literario manipula funcionalmente variedades lingüísticas regionales, sociales, escuchadas en la oralidad cotidiana e incorporadas en su escritura con un efecto retórico plurilingüe.
En su cuento: “El eterno retorno” construye el personaje del Cholo, a partir de un narrador testigo que incorpora la jerga propia del boxeo y representa el mundo masculino de la época, con una bella historia de amor. :
“El Cholo les galopiaba la cara a casotes a sus rivales y sus peleas eran soliloquios: no duraban ni cinco rons. Yo todavía me acuerdo cuando al Cirilo Gómez, que pintaba como compadre fajador, le arrugó los ojos en la segunda vuelta”…
“Y yo lo hablaba: “Cholo, acabala, la Lita ya se ha muerto, no la vas a resucitar en un vaso de vino. Matálo al fantasma y volvé a ser el de antes. No Te das cuenta que te estás voltiando a sopapos vos solo”. Levantaba la mano para manotiarme, pero no tenía fuerzas ni para rascarse la nuca.”
Sus pequeñas historias construyen representaciones sociales, para darle voz al silencio, cantar el olvido, rescatar los amores viejos, lo perdido. Para escribir la Historia cultural legitimada, la letrada, la que solo escriben los que tiene acceso al campo intelectual.
El escritor se construye como el escriba del pueblo, pero a veces, también le roba la pluma al campo intelectual legitimado, los de un campo intelectual consagrado desde una elite cultural. Y canta silencios, solfeos, melodías, toca músicas ajenas, propias, compartidas. Roba otros fuegos y los difunde a quienes no conocen otras melodías, otras canciones.
Espinosa saca de los archivos ocultos del imaginario social, anécdotas populares y almacena la memoria cultural. Cuenta historias, recita poemas, canta canciones. Y reconstruye tejidos rotos. Es un gran tejedor de sueños, un coleccionista generoso que no guarda para sí, que difunde, regala a manos llenas joyas escondidas nacidas de un cuidado juego con el lenguaje literario.
El poeta desafía a un campo intelectual cerrado, exclusivo. Invierte la lengua para mostrar por medio del habla popular, una cultura viva, profunda. Pero también desafía al campo cultural por medio de sus escritos periodísticos sobre música clásica y sus relatos, como en “Adagio ma non troppo” o “Ciega golondrina”, donde el poeta cambia de rol y se esconde en el periodista gráfico.

Produce cultura desde el margen de un campo cultural incompleto, parcial. En su discurso, el escritor construye mundos cotidianos, íntimos, colectivos conocidos, propios. Con nombres, apellidos, dialecto, jergas.
Representa historias, creencias, tradiciones, valores, por medio de personajes y espacios. Construye realidades, hechos sociales, sentimientos, por medio de poemas, prosas poéticas, cuentos, relatos y textos periodísticos.
Según Jorrat:
“la poesía refracta, como los demás géneros literarios, los modos de comprensión y representación de la cultura a la que pertenece, traduce en su lenguaje las experiencias de toda una comunidad, almacena su memoria y la abre a múltiples contactos y relaciones con otros discursos”.
Espinosa despliega la memoria, la desarruga, la desanda. Es un arqueólogo del arte. Le devuelve a la escritura, lo entrañable de la amistad, del saber compartido, adquirido por la mezcla de la experiencia y el conocimiento adquirido. Acerca lo individual a lo colectivo; lo popular, con lo elitista. Borra fronteras artificiales, impostadas. Transgrede, rompe pero sin violencia, al contrario, desde el amor poético, el afecto hacia el otro, el respeto por lo aprendido y degustado.
El periodista escucha, escribe, presta sus manos generosas, su fino oído, su oscura voz. El poeta eligió desaparecer, para burlarse de lo legitimado, de lo instituido. Es un duende de la noche, del vino, del silencio. Un escriba de la memoria, atento escucha de voces y silencios.
Pero también, en otros textos, expone abiertamente sus lecturas clásicas, universales, y compone textos enriquecidos por su trabajo de orfebre. Cada palabra, una joya, engarzada con delicadeza, esculpida a fuego lento, medida, diagramada.
No es periodista. Es un poeta, un narrador, un profundo conocedor de la cultura universal y la propia, la materna, la vivida por la experiencia.
Roberto Espinosa vendió su alma al vino para transformarse en el duende escondido tras un diario. Se disfraza. Se pone corbata y anteojos. Pero yo lo descubro, debajo de sus versos, lo escucho recitar. Música, poesía, pintura, escultura. No hay arte que se escape de sus manos.
Sus aportes completan lo escrito por otros, lo olvidado, lo desdeñado. La Historia de la Cultura, de las ideas, de lo vivido. Como escribió Raymond Williams, la estructura del sentimiento, entendida como el tono, lo vivido, el pulso de una época. Todos los sentimientos y recuerdos de lo vivido, quedan plasmados para siempre en su obra literaria y periodística. Es aquí donde aparecen personajes de la cultura del norte, o visitantes que dejaron su huella en el arte tucumano: Yupanqui, Valladares, el Cuchi Leguizamón, Gentilini, los hermanos Núñez, Podazza, pintores y amigos.
Es un escriba de la identidad colectiva, de la tucumanidad, preocupación que vertebra toda su poética, más allá de géneros y retórica. En su diccionario monográfico declara:
«No se puede amar lo que no se conoce. Los tucumanos no conocemos nuestra historia, la cultura, la fauna, la flora, la geografía. Crecemos en una tierra privilegiada sin saber de su pasado, ignorando que cientos, miles de tucumanos pusieron su talento y trabajo al servicio de esta comunidad para que se engrandeciera. Vivimos en una provincia cuyos gobernantes -en su mayoría- sólo abonan sueños personales y así nos va…De este modo, es difícil hablar de una identidad tucumana».
R. Espinosa
En su discurso, como dice Jorrat, la cultura se expresa como un conjunto de textos culturales cuyo valor se ostenta. La trama del poema se construye como un palimpsesto en tanto parece inscribirse sobre la borradura de otros manuscritos antiguos que dejaron huellas en su escritura. La función poética del lenguaje, a través de la artesanal selección y combinación de palabras y tropos, convierte a cada metáfora en un acontecimiento artístico, en una muestra de la historicidad del habla. El texto literario se convierte, en este trabajo arquitectónico, en una creación simbólica en busca de un lector que la disfrute.
“Lejos”
Tu beso llueve
Distancias.
Gotea silencios.
Te busco
En el perfil del tiempo.
En la mirada del valle
Culmina el amor
Preñado de luz.
Tu beso gotea el alma.
Lejos,
Donde se desvela
Mi vidala.
Conclusiones:
Roberto Espinosa produce diversas obras de Historia cultural, literatura, periodismo cultural, crítica musical, a partir de una matriz estructurante de percepciones y apreciaciones. O como escribió Pierre Bourdieu, el habitus, un principio generador de prácticas, lo que rodea al hombre, lo que lo construye y constituye como tal, sus comidas, sus oficios, sus músicas, sus bebidas, su ropa. Lo que hace al hombre ser quien es, ser como es.
El escritor representa en la escritura lo entrañable de la amistad, del saber compartido, adquirido por la mezcla de la experiencia y el conocimiento adquirido. Acerca lo individual a lo colectivo; lo popular, con lo elitista. Borra fronteras artificiales, impostadas. Transgrede, rompe pero sin violencia, al contrario, desde el amor poético, el afecto hacia el otro, el respeto por lo aprendido y degustado.
Espinosa no habla, escucha, escribe, presta sus manos generosas, su fino oído, su oscura voz. El poeta eligió desaparecer, para burlarse de lo legitimado, de lo instituido. Es un duende de la noche, del vino, del silencio. Un escriba de la memoria, atento escucha de voces y silencios.

Bibliografía:
- Espinosa, Roberto E. (1992). El Borges del jazz. Tucumán: Editorial UNT.
- Espinosa, Roberto E. (2002). El caracol de los sueños. Tucumán.
- Espinosa, Roberto E. (2006). La cultura en el Tucumán del siglo XX. Diccionario monográfico. Tucumán: UNT.
- Espinosa, Roberto E. (2012). Cosecha de luz. Tucumán: EDUNT.
- Jorrat, Indiana (2004). El poder del signo disociado en la poética de Juan González. Fac de Filosofía y Letras. Tucumán: UNT.
- Kaliman, Ricardo (2003). Alhajita es tu canto. El capital simbólico de Atahualpa Yupanqui. Facultad de Filosofía y Letras. Tucumán: UNT.
- Massara, Liliana (2013). Escrituras del “yo” en color sepia. Mujer, identidad y memoria en la literatura argentina. Tucumán: UNT.
