Alborotando a la muerte, Don Andrés Chazarreta

Por Roberto Espinosa

Una zamba bosteza en los labios de la abuela en esa siesta santiagueña de 1905.

“En el entrevero se alzó esta zamba, llevando en sus notas bríos al alba. Y el triunfo consiguieron los santiagueños y este cantar para eterna memoria, Zamba de Vargas siempre será…”

El nieto le pide que la repita. En el patio de tierra ya se dibujan las escaramuzas de las huestes de Felipe Varela y Antonino Taboada.

“Bravos santiagueños -dijo Taboada- vencer o la muerte, vuelvan su cara. Por la tierra querida, demos la vida para triunfar’. Y ahí nomás a la banda la vieja zamba mandó tocar”.

El corazón de Andrés Chazarreta bombea sentimientos y un horizonte criollo se le abre en la mirada. En ese momento, sabrá que su destino será recuperar la memoria del pueblo.

En aquella madrugada dominical del 24 de abril de 1960, hubo un súbito luto de ponchos, botas y sombreros. El Patriarca del Folclore navegaba ya entre zambas y escondidos en las nubes santiagueñas, mientras humildes paisanos empañaban con lágrimas la tristeza.

Sucede que don Andrés fue el primero en conquistar con sus gauchos a esa dama caprichosa y mundana, Buenos Aires. El 17 de marzo de 1921 Chazarreta sorprendió con folclore al teatro Politeama y se quedó alumbrando durante 40 noches.

“El arte, como la vida, ofrece a los hombres algo de lo que cada uno lleva en su propio corazón. El conjunto folclórico de Chazarreta es un trozo de la vida del interior trasplantado a la ciudad cosmopolita”, escribió el tucumano Ricardo Rojas en el diario La Nación.

Las botas sucias
Sin embargo la pulseada más fuerte contra la incomprensión la vivió en Tucumán en 1911.

“Había contratado el teatro Belgrano para dar cuatro representaciones. En la primera función hubo un público numeroso, pero al dar la segunda se presentó el empresario Maza, quien me dijo que por orden del intendente, se me cerraban las puertas porque consideraba indecoroso que las botas sucias de mis paisanos pisaran las tablas del teatro”, contaba Chazarreta.

La reivindicación llegó en 1916 cuando el gobernador Ernesto Padilla lo invitó a actuar en esta ciudad. “La randera tucumana” fue el agradecimiento a ese gesto.

El 29 de mayo de 1876 vio la luz santiagueña. Chazarreta ofició de maestro normal y ocupó distintos cargos en la administración provincial. Pero la música se acunaba en sus bigotes. Por su oído entraron los misterios del piano, la guitarra el acordeón, el mandolín y el violín. Luego se hizo docto en teoría y solfeo.

“Enamorado de las costumbres de mi pueblo, cuando realizaba giras de inspección escolar allá por 1905, sentí la necesidad de pasar al pentagrama la música de tantos cantos y bailes que oía ejecutar a gente aborigen, con toda alma y sentimiento. Proseguí con mi trabajo, pero pensando que una recopilación folclórica no se hace sin conocer a fondo los motivos de los aires y sin vivir una vida intensamente provinciana”, explicaba en 1948.

El mensaje
Más de 300 piezas y danzas olvidadas nutrieron sus alforjas recopiladoras. De su propia cosecha se anudaron al tiempo la Zamba de Vargas -su primera recopilación-, La Siete de Abril, “Criollita santiagueña”, “La atamisqueña”, “Flor santiagueña”

En 1941 abrió en la Capital Federal su Instituto de Folclore que estiró sus ramas en 72 puntos del país.

“Después vienen los que dicen: ‘tengo mi mensaje’ y han escrito dos zambas, una chacarera y una canción de protesta, y a eso le llaman ‘mensaje’. Eso es falso. Mensaje es una vida. Mensaje es Tagore; mensaje es Cristo, mensaje son 75 años de Chazarreta tocando danzas y nunca hablando de mensaje, pero lo dejó”, escribió Atahualpa Yupanqui.

Han pasado 64 años desde su adiós y los bigotes del Patriarca siguen alborotando a la muerte con zambas y chacareras.

Publicado por Juana Manuela

Empresa destinada a la publicación de textos de difernetes géneros literarios, como así también a la difusión de nuestra cultura latinoamericana.

Un comentario en “Alborotando a la muerte, Don Andrés Chazarreta

Deja un comentario