Por Roberto Espinosa

El pintor mendocino estudió en los 50 en el Instituto Superior de Artes de la UNT. Fue invitado por la Fundación Zaraspe en 1994 a una reunión que compartió con sus pares Ricardo Carpani, Pérez Celis y Ezequiel Linares
“Allí llegué una mañana a la casa de Horacio Guarany para encontrarme con Armando y este Carlos Alonso del dibujo y el color alucinados. Eso fue ya hace tiempo, por el 78… Pero recuerdo dolorido que Carlos hablaba de Paloma, su hija, que integra esas listas de los que no regresan. Entonces yo pensaba en esta tierra, la gente de estos lares, la sangre de mi sangre, los amigos, el amor desmayado a través del Atlántico y me dolía el alma que regresaba entre los vientos, regresaba de mi angustia a la angustia de estas calles, las cartas con noticias, la música en la sangre y lloraba, les juro que lloraba”.
la voz de Hamlet Lima en la desdicha del exilio en la española Castro-Urdiales.
El notable tunuyano que ha celebrado en estos días 95 años, llegó a Tucumán en 1950 para estudiar en el Instituto Superior de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán, creado durante el rectorado de Horacio Descole. Los pinceles de 21 años se ejercitaron con fervor con destacados maestros, entre ellos, Lino Enea Spilimbergo, que presidía el organismo. En agosto de 1994, la Fundación Héctor Zaraspe invitó a Carlos Alonso a un encuentro cumbre con Ricardo Carpani, Pérez Celis y Ezequiel Linares, que oficiaba de anfitrión. Por razones de salud, su visita fue breve, pero hubo tiempo para entrevistarlo. Les arrimo este texto que se publicó originalmente en el diario La Gaceta el 3 de agosto de 1994.
“Spilimbergo era un hombre comprometido con su tiempo”
La tierra tucumana silueteó sus sueños juveniles cuando dejó su Mendoza natal para trabajar en esta ciudad con Lino Spilimbergo. Era la época en que las artes estaban echando raíces en este suelo. El fue perfilando un camino personal que lo llevó a hacer de la pintura un acto vital.
Carlos Alonso es un hombre de convicción, comprometido con su tiempo, cuya pasión aflora en sus gestos, en su charla franca y sin reservas.

Gran revuelo
Recuerda que en esos años, hubo un proyecto de Spilimbergo para pintar los frescos de la iglesia de La Merced, que finalmente naufragó.
“Nosotros fuimos víctimas inocentes porque todo funcionaba de manera muy diáfana. La convocatoria de Spilimbergo a formar una escuela muralista, la inquietud de los jóvenes por integrarse al maestro en una labor como ésta… todo era muy impresionante. Como esas cosas que nos pasan a veces, las zancadillas, el juego de las internas políticas, de los intereses… En este caso concreto, fue el crítico José de España quien mandó una carta al Vaticano diciendo que una iglesia importante de Tucumán iba a ser pintada por un comunista. Esto armó un gran revuelo. Spilimbergo, como cualquiera, tenía adhesiones políticas, pero no era militante, ni mucho menos peligroso. Si él había aceptado era porque se sentía capaz de abordar los temas religiosos. Fue algo duro porque incluso interrumpió un proceso de integración entre él y los jóvenes. Un golpe muy fuerte que lo terminó de quebrar”
carlos alonso
Un rigor clásico
Alonso apunta que Spilimbergo era “un hombre terriblemente sincero, de una gran severidad, rigor. Un rigor clásico que se nota en su pintura. Un rigor que, a pesar de su fama de hombre de la noche, de los boliches, era un clásico en su formación, en su relación con los alumnos”.

La amistad
Pocos saben que “Palito” Ortega frecuentó a Alonso en su taller de Unquillo. “Es cierto que estuvo en el taller y que se aficionó mucho a la amistad. Pero no era sólo Palito, sino que había toda una relación entre lo que se llamó farándula, que entonces no era tan farándula, sino un ambiente artístico al que todos estábamos ligados. Antes de Palito venían a mi taller Francisco Petrone, Antonio Carrizo, Enrique Pinti, Graciela Borges, Pepe Bianco -muy buen pintor- y el Gordo Porcel. No iban tanto con la idea de aprender a pintar, sino de integrarse. Después esta vinculación con los artistas se fue rompiendo y hoy casi no existe”, señala.
Cambiando de andén, la charla va de los recuerdos a las tendencias actuales del arte. ¿El postmodernismo? “
Ayer leía un reportaje a Juan Filloy y decía que el postmodernismo es algo que han inventado los que no entienden nada de arte. Pienso lo mismo. Es tratar de poner motes, límites o medidas a períodos que no están limitados y se los usa para delimitar y facilitar una penetración de mercado”
Carlos Alonso
¿Y qué ocurre entonces con los jóvenes?
“Tienen una gran dispersión en la enseñanza. No hay claridad ni continuidad en las líneas que siguen. Cada maestro enseña según su buen entender, pero no hay continuidad entre unos y otros. Esto crea un conflicto enorme en el estudiante. Por ejemplo, Spilimbergo nos enseñaba reglas fijas que no eran para ser artistas, sino para aprender un lenguaje. A ese lenguaje, después lo usabas o no, o lo distorsionabas o lo usabas en parte. Pero sentíamos una solidez, una coherencia en todo lo que nos enseñaban”
Carlos Alonso.



