Pascuas: Nueva y eterna creación

Reflexiones de Hugo Mujica en Tiempo Pascual.

Por Silvana Irigoyen

La Pascua, en su significado original y más profundo, es la celebración de la eternidad de la vida, manifestada en múltiples formas de renacer. “La resurrección se sitúa en la hondura más radical del deseo humano: el deseo de no morir, de no desparecer, de ser en plenitud, de ser para siempre, en un siempre que es creación”.

Dios no es; ni es, ni fue, tampoco existe: Dios nace.

Dios nace desde siempre.

En ese nacer estamos naciendo, y hoy, en pascua, celebramos que no dejaremos nunca de nacer; que la vida eterna no es la eterna prolongación de esta vida; es la eternidad de ese ser creador, de ese estar naciendo; de ese nunca jamás dejar de nacer, porque Dios es amor y el amor es Dios, y Dios es vida, vida en abundancia, la vida cuando es creación.

Dios creó todo lo que es: el cielo y la tierra, los espacios siderales, los mares, las montañas y el más nimio insecto…

Dios creó el mundo, no la religión.

La religión vino después, cuando nos separamos de la vida, cuando la perdimos; cuando comimos del árbol del bien y del mal y dimos la espalda al árbol de la vida, que es del que debimos comer; el árbol de la vida y no el de la ley.

Pascua, nos apresuramos a decir incorrectamente, quiere decir “paso”; y digo incorrectamente porque pascua no es un paso sino un pasar, es un estar pasando, un verbo que se conjuga de opción en opción, un paso de transformación en transformación, el paso desde el que somos al que devenimos, el paso de nosotros a los demás.

Por eso para captar la profunda raíz que tiene en lo humano la pascua tenemos que pensar antes de la religión, pensar el pan antes de ser consagración.

Antes de ser una fiesta religiosa, la pascua fue una fiesta sagrada, la de la sacralidad de la tierra,de la naturaleza, madre desde la que todo brota, madre de dones.

La pascua, desde muy antiguo, desde que el hombre nace y pisa esta tierra, desde que nace de esa madre, era la celebración, en el hemisferio norte, del equinoccio de primavera, la primavera que era promesa de nuevos frutos, de nuevo trigo, de nuevo pan; la promesa de seguir viviendo, de postergar la muerte. Promesa, ya entonces, de vida, de continuidad.

El hombre, en una pascua todavía no bautizada, celebraba el paso de la oscuridad del invierno a la luz primaveral, a la luz naciente. Celebraba el paso de la aridez de las ramas desnudas, al verdor que latía en las yemas que asomaban; celebraba la nueva estación, el nuevo nacer.

El pueblo judío, ya dentro de una religión, tomó esa misma fecha, esa misma luna llena, ese mismo deseo de lo nuevo y lo siempre más, y lo resignificó; lo llamó historia, liberación. Fue, dijeron,no ya el paso de la tiniebla a la luz, sino de lo sagrado de la tierra a lo divino de la historia: el paso de la esclavitud a la libertad, de Egipto a la tierra prometida.

Nosotros, cristianos, retomamos una vez más esa luna llena, y situamos la muerte y resurrección de Cristo, bajo esa luz que sigue brillando hoy.

El Greco ( El Griego) óleo en lienzo

Pascua, paso, pasar y estar pasando, no ya como paso del hambre a la satisfacción, ni de la esclavitud a la libertad, sino de la muerte a la vida, del tiempo a la eternidad, del haber nacido a no dejar de nacer, del límite donde todo termina al umbral desde donde todo se abre, todo deviene, nada cesa ni cesará.

Si Cristo no hubiese resucitado, Dios no sería más que el nombre de la muerte.

La resurrección se sitúa en el horizonte más abarcador, en la hondura más radical del deseo humano: el deseo de no morir, de no desparecer, de ser en plenitud. De ser para siempre, en un siempre que es creación.

Creer en la resurrección es creer que el mismo Dios que creó al mundo de la nada puede crear de la muerte la eternidad; porque el Dios que por amor creó al hombre puede hacer del amor humano su nueva creación.

La resurrección es no solo plenitud de vida; es también plenitud de revelación:

La resurrección, simple y abismalmente, es el nombre de ese amor compasivo, cuando el amor vence a la muerte; cuando ese amor es la fuerza creativa de la vida; es la nueva y eterna creación, es resurrección.

Rafael Sanzio ( Renacimiento ~italiano)SXV

Hugo Mujica, sacerdote, escritor, ensayista;  estudió Bellas Artes, Filosofía, Antropología Filosófica y Teología. Tiene publicados más de veinte libros y numerosas antologías personales editadas en quince países; alguno de sus libros han sido publicados en inglés, francés, italiano, griego, portugués, búlgaro y esloveno. Conoció la vida monástica de la orden Trapense, donde se quedó viviendo como monje bajo voto de silencio durante siete años.

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