Anouilh desmitifica la tradición

Segunda parte del artículo sobre Antígona

Por Olivier Pascalin

En el artículo anterior hemos visto que Anouilh desmitifica la tradición, ya sea un mito griego o una ilusión teatral. ¿Qué pasa con la dimensión trágica de la obra en este contexto? ¿Encontramos en la versión modernizada la fatalidad en acción en la obra de Sófocles? La exposición nos da diferentes ideas sobre este tema.

Como toda exposición, la de Antígona hace un balance de acontecimientos pasados ​​para permitir a los espectadores situarse en la historia. El prólogo evoca así el compromiso de Antígona y Hemón, quien “le pidió que fuera su esposa”. También aprendemos cómo Creonte llegó al poder a pesar de sí mismo, para suceder a Edipo al frente de la ciudad de Tebas.

Al igual que Sófocles, la obra comienza después de la lucha fratricida entre Eteocles y Polinices, quienes “lucharon y se mataron bajo las murallas de la ciudad”.

Anouilh también se refiere a este respecto a otra obra importante del teatro antiguo, Los siete contra Tebas, del dramaturgo Esquilo, cuando menciona a los “siete grandes príncipes extranjeros que Polinices había ganado para su causa”.

El espectador dispone así de recuerdos del mito que le permiten seguir la acción de la obra de Anouilh. Pero el Prólogo también habla de acontecimientos futuros, que son el tema del espectáculo: evoca la muerte de Antígona, la de Hemón y la de Eurídice. La repetición del verbo “morir” puntúa el discurso: Antígona “piensa que va a morir”, el “título principesco” de Hemón le da “el derecho a morir” y Eurídice teje hasta que le llegue el turno (…) de morir”.

Podemos hablar de inevitabilidad? ¿Tragedia? Anouilh, como hemos visto, desvela a partir de la exposición el destino de sus personajes principales y el desenlace de la obra. Este destino es la muerte y el desenlace de la historia es, por tanto, fatal. Para Creonte, la soledad inicial, que es la del hombre de poder, se verá acentuada por la muerte de Eurídice.

Podemos afirmar que el dramaturgo conserva el tono trágico tomado de Sófocles. La prolepsis del prólogo marca la inevitabilidad del destino. Nótese el uso de tiempos futuros:

“ella tejerá hasta que llegue su turno”, “es él quien vendrá a anunciar la muerte de Haemon”.

El mensajero es una figura alegórica del destino. Se funde con una imagen de la muerte, del segador, que entendemos por la mención de su soledad y su palidez. Diferentes notaciones evocan la dimensión ineludible del destino, comparado con un deber: “ella (Antígona) tendrá que desempeñar su papel hasta el final” y “nunca debería haber un marido para Antígona”.

La tragedia griega suele estar vinculada a la transgresión. Cuenta con personajes extraordinarios. En el caso de Antígona, la transgresión, que es una forma de rebelión, consiste en querer enterrar a su hermano “pícaro”, Polinices. En la tradición griega, el debate gira en torno al respeto debido a los muertos. Anouilh recuerda la ordenanza de Creonte:

“Cualquiera que se atreva a realizarle los deberes funerarios será castigado sin piedad con la muerte».

Sin embargo, el deber de Antígona hacia su hermano fallecido se pasa por alto en el prólogo.

Pero la escena termina con la noción de revuelta, que es central en el mito. Antígona está lista para convertirse en la encarnación de la resistencia contra un poder injusto. Si situamos la escena en el contexto de la Segunda Guerra Mundial y la ocupación, comprenderemos mejor el lugar que el dramaturgo da a la descripción de los guardias, que «no son malos», sino hombres normales, con una familia. Sin embargo estos son los auxiliares de la injusticia, que “luego se apoderarán del acusado con la mayor tranquilidad posible”.

Desde una perspectiva contemporánea del momento de escribir este artículo, entendemos que Anouilh evoca el tema de la resistencia y la colaboración con el ocupante.

Los guardias no hacen preguntas, son “auxiliares siempre inocentes y siempre satisfechos de sí mismos”. El dramaturgo muestra un espejo al público que “no tiene que morir esta noche” y el prólogo puede entenderse como una invitación a levantarse en lugar de aceptar y limitarse a mirar.


Conclusión
En el prólogo de Antígona, Anouilh se inspira tanto en el mito como en la obra de Sófocles. Sin embargo, para él no se trata de realizar una reescritura, sino más bien una reinvención de la tragedia. Si detectamos referencias al teatro antiguo, también podemos leer la escena como un llamado a la rebelión y la resistencia. Frente a Antígone hay un rey que ve el ejercicio del poder como trabajo de un trabajador. Los guardias tampoco se plantean cuestiones éticas. El contexto queda despojado de su aura mitológica y trágica. Los personajes parecen sacados de la vida cotidiana.

Lo que Anouilh explora en su obra, ¿podría ser la banalidad del mal?

Publicado por oberlus1954

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2 comentarios sobre “Anouilh desmitifica la tradición

  1. Gracias por compartirnos este texto. Es una clase de literatura, de teatro y de historia. Siempre es un ejercicio muy enriquecedor regresar a los clásicos griegos. Les tengo un cariño especial. Con tu permiso, compartiré tu artículo con algunos estudiantes y amigos.

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