Por Emilia Baigorria

Orgullosa, Salta celebra en el recuerdo a su poeta y escritor insigne, Juan Carlos Dávalos quien había nacido en el pueblo de San Lorenzo el 11 de enero de 1.887. Desde muy joven su espíritu expresaba su afinidad con los pueblos originarios, con la Puna, el paisaje, la soledad y el silencio de sus escasos pobladores. Su mundo interior conmovido se tradujo en su palabra narrativa y poética. En sus cuentos los personajes tienen nombre propio como reuniendo en cada uno a los otros, para no olvidarlos.
Su actividad en el universo de las letras se registra a sus 16 años cuando junto a David Michel Torino fundó el diario Sancho Panza.

Muy joven también fue designado profesor en el Colegio Nacional de Salta.

En su valiosa obra se cuenta a De mi vida y de mi tierra (primer libro), Cantos agrestes (Poemario), Los valle de Cachi y Molinos, Salta, su alma y su paisaje, Los Gauchos, Los casos del zorro.
Conocida es su trayectoria narrativa a través de su cuento, El viento blanco y en poesía el La leyenda de Coquena.
Su palabra es tierra, montaña, piedra, nieve, inmensidad. Su palabra es hombre, mujer, llamas, vicuñas, guanacos.
También su palabra ha creado un universo poético esencial atravesando el tiempo para reeditar en cada época su vigencia.
Asomemos entonces al mundo de su poesía que es nuestra porque la ha ofrecido como legado adentrándonos al mundo poético creado en Las llamas, pintura cabal del universo que Juan Carlos Dávalos quiere expresar.

¡LAS LLAMAS!
Vienen de la Puna donde nunca llueve,
donde por enero brota en los eriales el blanco amancay,
cruzaron inmensas estepas de sal y de nieve
hollaron las vegas heladas al pie del Acay.
Coquena las guía, dios de los rebaños,
por la antigua ruta que el Inca trazó;
por donde vinieron, hará dos mil años
los hombres pequeños de junto al Poopó.
Del alba al ocaso,
los gráciles cuellos erguidos, el porte marcial,
caminan llevando por carga, con rítmico paso
cada una dos panes de sal.
Sus ojos serenos y oscuros, de enormes pupilas,
miran a la gente como turbadores ojos de mujer
como si sus almas de bestias tranquilas,
del hombre quisieran los sueños eternos saber.
Sigue de la tropa las trilladas huellas
un collita, que,
como avergonzado de verlas tan bellas,
camina de a pie.
Irán a la aldea del valle sonriente,
traerán de retorno maíz,
y por la quebrada, costeando el torrente,
volverán a su helado país.
La poesía que desgrana el poema Las llamas es conmovedora, se vale el poeta de su alta calidad narrativa para incursionarla en los versos y describir una pintura amalgamando rebaño – naturaleza. El poema es un cofre de sabiduría desde donde el poeta avisa al lector sobre las características del lugar que ha puesto en escena: es la Puna donde “nunca llueve”.
Cada nombre tiene vital importancia porque reúne en sí tiempos de historia y acontecimientos, nombra al nevado de Acay llamado así por las nieves eternas que cubren su cima: el lago Poopó, de agua salada ubicado en Oruro (Bolivia), un lago extenso, fuente de alimento con el pejerrey, en el año 2016 se secó completamente y las lluvias escasas no llegaron a llenarlo nuevamente; en sus cercanías se fundó el pueblo Untavi que quedó despoblado por la sequía del lago.
Una voz de esperanza se levanta en torno a su regreso porque voces de antepasados contaban que el Poopó se seca cada cincuenta años y regresa otra vez. El camino del Inca es otra referencia transitado por antiguos pobladores.
La presencia de Coquena, el dios de los rebaños, representando una tradición de creencias, rituales y respeto por las comunidades y los animales.

En el poema todos los nombres son personajes traspasando los límites que pudiera tener la poesía.
En el poema se reúnen los puntos reales de una geografía agresiva con el manto poético que resalta la blancura del amancay, el salar y la nieve.
Asistimos al leer Las llamas al tránsito de un día, lo sabemos porque uno de los versos reza “del alba al ocaso” diciéndonos que es la rutina permanente de una forma de transporte, cómo trasladar los panes de sal porque ese es el sustento.
Si bien hay descripción en el poema, está lejos de ser una pintura quieta, la animación es exacta para el lugar, lenta pero existe. El lenguaje crea su propia realidad interactuando con la que lo inspira. Los verbos vienen, caminan, cruzaron, vinieron, avanzan lentamente como la geografía lo permite. El futuro abrigador de esperanzas aguarda también una ilusión para continuar: irán, traerán, volverán. El movimiento acompaña la idiosincrasia y la realidad que viven las personas.
Nota: El emblemático y bello poema de Juan Carlos Dávalos, décadas atrás, ningún alumno de la escuela primaria dejaba de recitarlo de memoria
EL COQUENA
J.C.Dávalos
Cazando vicuñas anduve en los cerros
Heridas de bala se escaparon dos.
– No caces vicuñas con armas de fuego ;
Coquena se enoja, – me dijo un pastor.
– ¿Por qué no pillarlas a la usanza vieja,
cercando la hoyada con hilo punzó ?
– ¿Para qué matarlas, si sólo codicias
para tus vestidos el fino vellón ?
– No caces vicuñas con armas de fuego,
«Coquena se venga, – te lo digo yo
¿No viste en las mansas pupilas obscuras
brillar la serena mirada del dios ?
– ¿Tú viste a Coquena ? – Yo nunca lo vide,
pero si mi agüelo, – repuso el pastor ;
una vez oíle silbar solamente
y en unos tolares, como a la oración.
Coquena es enano ; de vicuña lleva
sombrero, escarpines, casaca y calzón,
gasta diminutas ojotas de duende,
y diz que es de cholo la cara del dios.
De todo ganado que pace en los cerros
Coquena es oculto, celoso pastor ;
Si ves a lo lejos moverse las tropas,
es porque invisible las arrea el dios.
Y es él quien se roba de noche las llamas
cuando con exceso las carga el patrón.
(Tomado del Facebook “387 Salta”, 11 de enero de 2021)

