Por Jorge Triviño Rincón

La presente novela, es la historia del encuentro de un caracol que nació en un rollo de lámina, que llegó desde Japón hasta la ciudad de Manizales, lo cual me hizo concebir que un molusco puede viajar por aire, tierra o mar, sin que nada le grave le pueda ocurrir.
El viaje se inicia en las montañas de los Andes viajando por tierra, llega hasta un río y al final hasta el mar. En su camino, conversa con las flores, con las piedras y los animales, de los cuales aprende lecciones valiosas para que los niños sean conscientes que todo tiene vida y consciencia.
Amigos lectores, sumérjanse en este pequeño mundo lleno de encanto y belleza

Introducción
El caracol, al pasar,
deja huellas de diamante
por donde quiera que va.
Ojalá que al igual que él,
acciones bellas
dejásemos al andar.
ODA AL CARACOL
Armado con el pincel
de su febril fantasía
el caracol—, caballero
amante de la alegría—,
viaja sereno y gallardo
izando con hidalguía
sus antenas sensitivas
sobre el césped de esmeralda
cubierto de florecillas,
hojas de arrayán y lirios,
tréboles y masiquías, y
recorriendo los senderos
recónditos de la vida.
Caracol de la pradera,
viajero eterno en el tiempo,
navegante de un mar
de azogue, ideas y sueños,
hijo de la madre tierra
buscador de un nuevo cielo,
de una corona de oro,
de pensamientos hermosos
y de un alma de luceros.
¡Oh caracol! Gitanillo.
Eres la luz de mis ojos,
eres el alma divina.
Eres la rosa y la estrella,
eres el agua y el lirio.
Eres la armonía que vive
en mi corazón dormida.
C A P Í T U L O I – S A L U T A C I Ó N
El sol es un mago
excelso, el mejor.
Disipa las sombras
con su pensamiento
y su cetro de luz.

—¡Buenos días! —Profirió el sol, irradiando un torrente de luz espiritualizante sobre todos los seres.
—¡Buenos días! —Rumoreó el viento y sopló a los cuatro costados de la tierra.
—¡Buenos días! —Repitieron los árboles derramando aromas en el interior del bosque.
—¡Buenos días! —Musitaron en coro las flores y exhalaron aromas y esencias por sus porosas corolas.
—¡Buenos días! —Respondieron las aves entonando preciosas canciones.
—¡Buenos días! —Adujeron grillos, saltamontes y ranas y milpiés.
—¡Buenos días! —Murmuró el riachuelo rielando y tejiendo telarañas de plata.
—¡Buenos días! —Iteró la tierra sonriendo.
—¡Buenos días! —Declararon las vagarosas nubes.
—¡Buenos días! —Manifestó el plácido mar.
—¡Buenos días! —Mencionaron los insectos a los gusanillos que reptaban despaciosos por el humilde camino.
—¡Buenos días! —Asintió Ricardo Caracol.

C A P Í T U L O I I – E L S E N D E R O
¿A dónde va el sendero?
¿A dónde va, si no a ti?
El caracol, de nacarada concha y cuerpo translúcido, abrió sus ojos con tranquilidad.
Sus cuernos adormecidos sintieron las suaves caricias de la luz del sol.
La senda se abría, sembrada de limoncillo, espartillo y acacias.
—¿Cómo te llamas? —Pregunta el camino.
—Me dicen Ricardo Caracol.
—¿Y qué llevas cuestas?
—Mi casa de oricalco y nácar.
—¿Y qué buscas en tu andar, caminante?
—Voy buscando la verdad.
—¿La verdad es una estrella?
—La verdad es la luz de la que dimana el esplendor de todas las estrellas—. Repuso Ricardo.
El pequeño molusco, calló oteando el azul adornado de perladas nubes y avanzó solitario atravesando la vereda con primor.
C A P Í T U L O III – E L V U E L O
«Quiero un ideal tan puro y tan Divino,
que, por seguir tras él, en mi querella,
no advierta la aspereza del camino,
y guiar mi destino con la luz de una estrella.»

Menuda brisa cae festiva y tremulante en la floresta.
Alma Oruga, vestida de amapola con tintes de ónice y púrpura, se desliza reptando sobre una hojarasca, originando crujidos en su lento avance y al levantar su cabeza, se encuentra con el rostro del trashumante.
—Señora Alma —Dijo Ricardo Caracol—. ¿Cómo estás?
—Muy bien, gracias —respondió— es tan gentil de tu parte…
—Mis amigos: Juan Escarabajo, Pedro Ruiseñor y Camilo Topo, me dijeron que albergas el amoroso ideal de volar como las aves.
—Es verdad, pero para volar, se necesitan alas y las alas —replica la bella— crecen primero en el Alma como anhelo de libertad, como ansia suprema de liberación, hasta que un día emergen de tu cuerpo con la delicadeza de los tiernos capullos de las flores.
Las alas son la expresión del íntimo deseo de surcar el espacio, de sentir elevación y mirar desde lo alto y volar raudo y veloz o lento y pausado.
Mis ansias vienen de dentro, y un día aflorarán como los riachuelos y cruzarán anchurosos campos, abiertas lindes y mundos ignotos y desconocidos; brotarán como el amor, saldrán como preciosas piedras desde sus oscuras grutas, donde se hallan enclavadas; fluirán como aire fresco en árido desierto, serán como canto en mañanas silenciosas y como sol triunfante después de noche tenebrosa.
La oruga sonríe, y se queda sumergida luego en sus propios pensamientos cerca de una perfumada rosaleda.
Esta historia continuará…


Hermoso leerte estimado Jorge, Bienvenido a estas maravillosas Tertulias de Juana Manuela
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Gracias, Vicky, por tu hermoso comentario.
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Nos faltaba la literatura infantil así q será un valioso aporte
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«Caracol de la pradera,
viajero eterno en el tiempo,
navegante de un mar
de azogue, ideas y sueños» Muy bello tu Ricardo Caracol, Jorge!
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Mil gracias, Lucila. Recibe un cordial saludo.
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