Por Olivier Pascalin

Hace mucho tiempo en el contestador de mi teléfono recibí un mensaje de saludo con su voz: Pasiones, esperanzas, sufrimientos… todo el ruido de la humanidad quedó plasmado en la voz de María Callas, nacida hace apenas un siglo.
Una cantante con un destino cruel, consumida por el trabajo y el abandono, ¡se sienta entre las diosas eternas! En este centenario de su nacimiento, no puedo evitar pensar en ella.

María Callas sigue brillando por la eternidad aunque ya no tenga contestador, la magia de sus interpretaciones, el carácter insólito de su voz, su erotismo demoledor.
Maria Callas dividió la historia de la ópera en dos épocas: antes y después de ella.
Basta decir que el final es mucho más difícil… pero incluye alegrías: escuchar la voz de este mito atemporal es obviamente una de ellas.

Todo en María Callas –su vida, su arte, sus orígenes– remite a la tragedia. Esta voz cuenta la historia de la humanidad. Una historia de pasiones, esperanzas, sufrimiento.
Después de tres notas, sabemos que esta mujer llegará hasta el final. No es la voz más bella del mundo. Es una voz de dolor, de emoción, de coraje, una voz extraña, tan extraña como este arte que consiste en cantar lo que cada uno lleva dentro de sí.
El 17 de septiembre de 1977 falleció María Callas, la que sin exagerar se puede calificar como la última verdadera diva del mundo de la ópera, con sólo 54 años.
Callas fue y sigue siendo la artista musical clásica que más discos vende. Un fenómeno excepcional. La gran cantante de carrera meteórica sigue estando en primera línea cuando hablamos de la historia del arte operístico a lo largo de este medio siglo.
“Después de todo, lo que más cuenta en la vida es la felicidad y el amor. Un amor profundamente sentido vale más que una carrera anodina, que no te deja más que un nombre”.
Maria Callas

