Por Emilia Baigorria

El callejón y la gran ciudad, metáforas devoradoras de mundos subterráneos y escenarios urbanos. A partir del tema monstruos insólitos.
Durante siglos han desfilado por una galería literaria infinidad de personajes perturbadores desde la realidad o la imaginación diseñando nuestras obsesiones, desenfrenos, miedos o dolor, ellos son los monstruos.
Esas realidades nos dan pie para debatir sobre sus existencias y visibilidad en la literatura. El desafío es buscar el sentido de esas creaciones y el significado en su extensión.
Esta propuesta de análisis se centra en dos espacios que propone la narrativa latinoamericana y se revelan portadores de significaciones centrales: el callejón o zanjón y la gran ciudad. Los opuestos están a la vista.
El callejón se hace plural e indefinido en la novela Chicas Muertas de Selva Almada convirtiéndose en la sepultura de incontables jóvenes que son arrojadas a callejones que se configuran en diferentes formas, baldíos, basurales, alcantarillas, yuyales, espejos de agua, enramadas o zanjones.
Son los lugares donde expiran mujeres que son asesinadas por su condición de mujeres.
Cita 1:
María Luisa había estado desaparecida por unos días y, finalmente, su cuerpo violado y estrangulado había aparecido en un baldío, en las afueras de la ciudad. Pág. 18
Cita 2:
Sarita nunca más regresó de ese paseo. Estuvo perdida casi un año. A fines de diciembre, el tambero Ubaldo Pérez encontró restos de un esqueleto humano, enganchados en las ramas de un árbol, a orillas del río Tcalamochita. Pág. 28/9
Cita 3:
… Alejandra Martínez, una chica de diecisiete años que desapareció una madrugada de 1998, a la salida de un boliche, y apareció un mes después muerta. Su cuerpo fue abandonado en Colonia Belgrano, a 10 kilómetros de Chajarí, en un predio rodeado de eucaliptos, medio oculto debajo de un montón de troncos. Pág. 67 – primer párrafo.
Cita 4: En un baldío, ahí cerca, Lencina había encontrado tirada a una mujer. 86
Cita 5: Andrea Strumberger, una muchacha de dieciséis años, estudiante de secundaria, salió de su casa para ir al templo evangélico. Nunca llegó a destino y al día siguiente hallaron su cuerpo en un descampado. Pág. 87
La muerte, sabemos es una realidad que pone fin a la vida, la de cada una de estas chicas es provocada por situaciones de violencia extrema que referencia por otra parte un contexto que atraviesa el universo lingüístico. Esto es así porque cada mujer apela a la palabra en la intensidad más profunda para pedir ayuda, esa fuerza se va empalideciendo con el sometimiento a la mujer quien está llegando a sus últimos instantes, en la palabra se produce un doble proceso instantáneo, por un lado un temblor que la deja en total desnudez y desprotección, es la desnudez de la inocencia y por otro inicia su regreso a su primer estado, el balbuceo y enmudece a ello le sigue una doble muerte, la de la persona y la de la palabra. La que alguna vez fue dejó de ser y de ella quedó el dolor para rearmarse y gritar desde la tierra.

Así como el callejón representa ese espacio lúgubre, despreciable pero al final sacrosanto, también el Zanjón de La Aguada de Lemebel está hostigado por la misma realidad, es esta obra el bastión combativo del poeta desde donde grita su expulsión a la marginalidad.
Como las paradojas reinan en todas las circunstancias, la gran ciudad asoma como la cara opuesta del callejón pero con las mismas características de profanación.
Esa gran ciudad que con su despiadada urgencia, autoritarismo, mecanización, caos e indiferencia configura perfectamente un diseño amurallado para proteger su impiedad excluyente convirtiéndose en una figura monstruosa y devoradora.

Entre el plano discursivo y el mundo que representa Lemebel en La esquina es mi corazón y Crónicas urbanas, aflora predominantemente la actitud indolente de la ciudad devastadora que prefiere no mirar el costado marginal. En Crónicas Urbanas se encuentran como las cuentas de un rosario, las historias de su vida y la de su colectivo humano. Así Loco afán, también su emblemático manifiesto.
La esquina es mi corazón, otra vez el lugar como triste metáfora de una realidad teñida de crueldad. Allí en una esquina se reunían a cierta hora los excluídos de la otra realidad, pero ese lugar estaba habitado por personas y sentimientos de afecto profundo, por eso lo de La esquina es mi corazón.
A partir de su escritura Lemebel hace testimonio de lo que expresa, de la minoría arrinconada en la miseria, si hay trabajo es miserable, la represión bruta y brutal, el lenguaje estereotipado de los comunicados y las órdenes, el cuerpo individual marcado a golpes y mutilaciones; el cuerpo colectivo signado por las cicatrices, reconocido por el olvido.
Lemebel camina siempre por el filo de la cornisa, no por gusto propio sino porque es el único andarivel por el que puede hacerlo a tanto del desplazamiento a la marginalidad.

De eso también hace testimonio a través del recuerdo de su infancia cuando vivía a orillas del Zanjón en la más extrema precariedad.

Pedro Lemebel no era el escritor que escribía crónicas, era él mismo la crónica de su vida:
La crónica fue un desdoblamiento escritural que se gestó cuando los medios periodísticos opositores me dieron cabida en el año 90. Algunos editores se encandilaron con estas hilachas metafóricas que tenían mis primeras crónicas. Creo que pasé a la crónica en la urgencia periodística de la militancia. Fue un gesto político, hacer grafiti en el diario, “cuentar”, sacar cuentas sobre una realidad ausente, sumergida por el cambiante acontecer de la paranoia urbana
(Lemebel, Poco hombre…, p. 14)
Ese es el mayor homenaje que le puedo rendir. Haber repartido su rostro, que ya no es su rostro, que ya es ese rostro que se permea en todas las desigualdades sociales y económicas que humedecen las calles de Santiago. Y también es el rostro de los desaparecidos. Y también es el rostro de la representación de la mujer, que a tantos años de lucha ha obtenido apenas algunos puestos de poder teniendo que usar terno de hombre con minifalda. (Nachon)
Sobre las huellas literarias históricas se han diseñado otras nuevas formas como la ruptura de límites entre géneros o la novedad de repensar el concepto de “ser humano”, la necesidad que ese ser habite el lenguaje y la convicción que el narrador en primera persona se asume adentro de la obra desplazando al relator observador que mira y cuenta desde afuera de la realidad.
Conclusión:
Tanto el callejón con las diferentes delineaciones que aparece en Chicas Muertas como el zanjón y la gran ciudad en las Crónicas son esos diseños fantasmagóricos que comparten el mismo triste destino espectral: son lugares pero no por ello dejan de convertirse en Monstruos de este tiempo.

