Tercera parte
Por Jorge Triviño Rincón

Una ventaja todavía mayor es tener una piel que cambie de color y se adapte a la temperatura ambiental imperante. Los lagartos tropicales llamados gecos se ponen pálidos con el sol de mediodía, y cambian a un tono oscuro cuando cae la noche, por efecto de unas hormonas que controlan las células pigmentarias.
El moloch erizado es otro habitante del desierto perfectamente adaptado al clima extremoso. Este lagarto tiene en la piel una red de surcos que absorben el agua que penetra entre las púas de su grotesca coraza.

Como los canalones del techo de una casa, esos surcos recogen la poca humedad de rocío matinal y la conducen directamente a las comisuras de la boca. Eso le basta para soportar un día largo, caluroso y seco.
Los animales de las regiones polares no tienen que lidiar con la escasez del agua, pero sí con el inmenso frío. Ninguno está tan bien equipado para ello como el rey sin corona del Ártico: el oso polar. Su gran ventaja es un complejo sistema de calefacción que incluye un acumulador de calor corporal. Bajo el resplandeciente pelaje blanco hay una densa capa de lana debajo de ésta, una gruesa capa de grasa. El cojín de aire que se forma entre los pelos, es de 7.5 centímetros de largo, ayuda a conservar el calor.

Por más intenso que sea el frío, el oso se mantiene caliente como pan tostado. Pero lo que resulta benéfico para este animal es un obstáculo para los científicos que lo estudian. El oso acumula calor con tanta eficiencia, que se vuelve invisible para las cámaras infrarrojas, cuyos sensores captan las fuentes de calor.
Desde el punto de vista humano, las nieves y el desierto son los lugares más inhóspitos del planeta, pero para los artistas de la supervivencia del mundo animal son poco menos que el paraíso.
Estas criaturas se han adaptado poco apoco a las condiciones extremas que allí prevalecen. Pero, ¿qué pasaría si esas condiciones se alteraran debido a un desastre natural o a un cambio climático? ¿Y no a lo largo de miles de años, sino de repente, en un abrir y cerrar de ojos?

Quizá un cambio climático extremo fue lo que provocó la extinción de los dinosaurios, hace unos 65 millones de años. Según una de las muchas teorías acerca de su desaparición, un meteorito gigantesco se estrelló contra la superficie de la tierra. Tras el impacto, se formaron enormes nubes de ceniza y polvo, impenetrables para la luz del sol. El planeta se volvió oscuro y frío, casi toda la vegetación se marchitó, y esto finalmente, arrastró a la muerte a los dinosauros.
El aumento de la temperatura al término de la última glaciación, hace unos 11.500 años, acabó también con otras especies animales como el mamut, el rinoceronte lanudo y el alce irlandés.
Muchos científicos temen que puedan correr la misma suerte algunas especies que existen hoy día. La razón de su temor es el rápido calentamiento global ocurrido durante los últimos decenios. Según el grupo Intergubernamental de Expertos sobre El cambio Climático, las emisiones de gas quemado que las industrias producen indican que el calentamiento no se detendrá. Se calcula que, en el transcurso de los próximos 100 años, habrá un aumento medio de la temperatura mundial de hasta 5.8°C.
“Los cambios climáticos extremos se volverán cada vez más frecuentes” dice el meteorólogo Mojib Latif, de la Universidad de Kiel, Alemania.
Mojib Latif
En ambos polos del planeta se observan signos de derretimiento, y muchas zonas desérticas y semidesérticas se están volviendo más calurosas, secas e inhabilitadas para las especies grandes. En muchas regiones habrá más precipitación pluvial que nunca, se alargarán los períodos de secas y seguirán aumentando las temperaturas máximas. En condiciones así, hasta los animales mejor adaptados empezarán a resentir los efectos.
En Spitzbergen, Noruega, los renos ya sufren los estragos. Estos animales se alimentan de los líquenes que crecen en el suelo. Para encontrarlos en invierno, normalmente deben hacer hoyos en la nieve, pero a causa del calentamiento global, cada vez llueve más durante esa estación. Al caer sobre la nieve, el agua se infiltra al suelo, forma charcos y finalmente se convierte en una capa de hielo de varios centímetros de espesor.
“Se necesita un taladro para atravesar esa capa de hielo”, dice Jaako Putkonen, geólogo de la Universidad de Washington, en Seattle.
Jaako Putkonen

Y aunque los renos logren penetrar el hielo, tal vez no puedan comer lo que encuentren: la lluvia y el aire tibio estimulan el crecimiento de hongos venenosos entre los líquenes. La hambruna se cierne sobre estos rumiantes.
En el otro confín del mundo, en la Antártida, los pingüinos encaran obviamente problemas parecidos porque han cambiado las condiciones de su hábitat. Tras el apareamiento, los pingüinos de Magallanes, al igual que los de Adelia, comparten la tareas de incubar los huevos. Mientras un ave permanezca en tierra empollando, la otra se lanza al mar a buscar comida para llevarla al nido, pero en los últimos años, la distancia entre las zonas de caza y los sitios de incubación se ha vuelto cada vez mayor a causa de la pesca comercial excesiva.

La profesora Dee Boersma, experta en pingüinos de la Universidad de Washington, en Seattle, usa un sistema satelital para medir las distancias que recorren los pingüinos de Magallanes. Algunas aves, dice, se alejan más de 700 kilómetros de sus nidos para encontrar peces, y tardan hasta tres semanas en regresar a tierra con el alimento, que conservan en el estómago como si fuera un refrigerador. Entre tanto, es común que el polluelo ya haya salido del cascarón y esté condenado a morir de hambre.
Según Boersma, “la población de pingüinos que viven en Punta Tombo, Argentina, se ha reducido un 20 por ciento en la última década.” “Si se hacen realidad los peores augurios respecto al clima se extinguirán muchas especies animales y vegetales”»[1]
Boersma
ADAPTACIÓN EN EL REINO HUMANO
«En cierto sentido somos los últimos de los mamíferos. A decir verdad, compartimos rasgos definitorios con los primeros mamíferos, rasgos que se encontraban en evolución, incluso cuando los morganucudóntidos se abrían paso entre los dinosaurios para alimentarse: tenemos sangre caliente, poseemos mandíbulas especializadas de las que dos huesos, en el comienzo de nuestra evolución, pasaron a formar los huesecillos del oído interno que nos permite percibir sonidos mejor que otros animales; tenemos dientes diferenciados, especializados para moler y masticar nuestro alimento de tal modo que obtenemos más elementos nutritivos de lo que ingerimos; tenemos pelo; somos criados por madres espléndidas a las que la evolución les ha proporcionado adaptaciones físicas —como las glándulas mamarias y la placenta— que otorgan a las crías de los mamíferos una importante ventaja al nacer.»[2]
National Geographic

«Los escaladores pueden aclimatarse entrenando poco a poco a mayores altitudes en aire cada vez más enrarecido. Estudios recientes han demostrado que algunas personas nacen con un don para adaptarse, mientras que otras presentan genes que los predisponen a tener problemas respiratorios en las zonas altas. Los médicos que estudian el desempeño del organismo en las alturas siguen desconcertados con respecto a las causas de que algunas personas se adaptan con facilidad y otros, sencillamente nunca lo logran.» [3]
National Geographic
Ahondemos un poco más acerca de la ley de adaptación y la utilización por parte del ser humano, como estrategia de elevación hacia las infinitas alturas de desarrollo espiritual a las que tiene derecho a motus propio.
LA VIDA Y SU ADAPTACIÓN
«La vida es el ímpetu Divino del Amor. La fuerza que regula el Universo es el Amor; y del Amor nace el Deseo y la Creación. Así como un amante desea apasionadamente la posesión de su amada, para que de su mutua ternura nazcan los hijos del Amor, así también el Divino Espíritu, perpetuamente creador y deseoso de perfecta belleza, posee el espacio con eterna energía, produciendo millones de sistemas solares, cada uno de ellos con diferente organización y separada individualidad.

El hombre, la criatura de nuestro pequeño planeta la Tierra, es nada más que un simple resultado de la irresistible manifestación de la Divina fecundidad. El hombre es la “Imagen de Dios”, en cuanto posee razón, voluntad e inteligencia que lo distinguen de la creación puramente animal, y en cuanto ha recibido un Alma, eterna, formada para el Amor y para todas las cosas que crea el Amor.
El hombre puede ser Divino en el deseo y la perpetuación de la Vida considerado en un sentido estrictamente material, Él es simplemente una fuerza corpórea formada de átomos que se mantienen juntos en cierta forma organizada; pero dentro de esta forma organizada se encuentra un Ser espiritual capaz de guiar y controlar su vehículo terrestre y de adaptarlo a las circunstancias y al medio en que vive.
En su naturaleza dual, el hombre tiene el poder de mantener sus células vitales bajo su propio comando, puede renovarlas o destruirlas a voluntad. Generalmente prefiere destruirlas por medio del egoísmo y la obstinación, los dos principales elementos desintegrantes de su composición mortal. De aquí resulta lo que llaman “muerte”, la que sólo es el inevitable cambio de su existencia. Si el ser humano supiese de una vez por todas que le es posible prolongar su vida terrena, y gozar de juventud y de salud durante un período indefinido en que no se cuenten ni los días ni los años, sino únicamente las “estaciones” o “episodios psíquicos”, podría pasar de una dicha a otra, de un triunfo a otro, con la misma facilidad con que se respira el aire atmosférico.

Siempre se ha considerado de importancia que el hombre mantenga su cuerpo sano y esbelto, y pueda mover sus miembros con gracia y facilidad, haciendo ejercicios físicos para el robustecimiento y desarrollo de sus músculos, y jamás se le ha estimado como un loco por los actos de fuerza y destreza que pueda realizar. ¿Por qué, entonces, no debería entrenar su Alma para mantenerla sana y recta como su cuerpo, de manera que esté capacitada para tomar posesión de todos los poderes que su energía natural y espiritual pueda suministrarle?
¡Lectores y estudiantes! Vosotros para quienes han sido escritas estas palabras, aprended y recordad que la fuerza secreta de renovación de la vida es la adaptación, la adaptación de los átomos de que se compone vuestro cuerpo a los mandatos del Alma.
¡Sed los dioses de vuestro propio universo! ¡Controlad vuestro propio sistema solar, para que os revivifique con el calor y la energía de su fuente inagotable! ¡Haced del Amor la aspiración de vuestra vida, en forma que pueda crear dentro de vosotros la pasión de los nobles anhelos, el fervor de la alegría, el fuego del idealismo y de la confianza! ¡Consideraos como parte del Divino Espíritu de todas las cosas y sed divinos en vuestra propia existencia creadora! ¡Todo el Universo permanecerá abierto a las investigaciones de vuestras almas siempre que el Amor sea la antorcha que alumbre vuestro camino!».[4]
CORELLI Marie
Fuentes:
[1] READER’S DIGEST. Selecciones. Mayo de 2004. Págs.: 52-57
[2] National Geographic en español El origen de los mamíferos. Adaptación, evolución, supervivencia. Abril de 2003 Pg. 13
[3] National Geographic en español. Mayo de 2003 pg.31
[4] CORELLI Marie. EL CASTILLO DE ASÉLZION.Págs.108-110
