TERNURA Y VOLUMEN
Por Jorge Triviño Rincón

Para un amante —como yo— de la hermosura y de la estética; caminar por las calles de la ciudad de Bogotá, y sobre todo del barrio La candelaria, es uno de los más gratos placeres. Allí en cafetines cercanos, se dan cita jóvenes estudiantes de universidades privadas, mientras personas trashumantes caminan por este lugar lleno de luz y de historia.
El aire que se respira en este sitio, es el de un pasado lleno de acontecimientos de nuestro país. Algunos buenos, otros no tanto; además, el gusto gastronómico puede ser saciado; pues allí encuentran almojábanas, buñuelos, charcuterías y las consabidas empanadas de la capital de la república, además se siente el aroma del café recién hecho; pero también hay librerías, papelerías, pequeños negocios, almacenes de variedades y la Biblioteca Luis Ángel Arango.
Luis Ángel Arango, fue un erudito y directivo en el área financiera y la macroeconomía y se desempeñó en la delineación e implementación de las finanzas públicas colombianas durante la primera mitad del siglo XX.

Además de manejar la economía en la época de La Violencia, cumplió una importante labor en favor de la cultura dándole apoyo al Museo del Oro, la Casa de Moneda de Colombia y la Biblioteca del Banco de la República, que actualmente lleva su nombre.
Es una construcción moderna, que alberga un auditorio de música, salas de lectura e investigación, una moderna biblioteca y un salón de exposición de pintura del maestro colombiano Fernando Botero, que gentilmente donó.

Pero, ¿quién fue Fernando Botero? Debemos remontarnos hasta el año 1932. Era descendiente de una familia humilde. Su padre fue arriero y falleció cuando tenía apenas cuatro años. La infancia fue difícil, pues tuvo muchas carencias por lo cual decía:
“cuando falta plata no se puede hablar de una infancia feliz”
F. Botero
Estudió para ser torero y mientras lo hacía, se le ocurrió vender dibujos a la salida de la plaza La Macarena.
Sus dibujos costaban apenas dos pesos. Un día, decidió dedicarse al arte, siendo ilustrador del periódico El Colombiano de la ciudad de Medellín y después se consagró a pintar lienzos y esculturas, sin descanso,
Cuando tenía 19 años, expuso en La Galería Matiz de la capital de la república, y con el dinero obtenido se fue para Tolú, cerca de la playas del mar en la costa Atlántica.
Volvió a exponer sus cuadros y ganó el Premio Nacional de Pintura. Con el dinero obtenido emigró a Madrid en 1952. También allí pudo vender ilustraciones a la salida del Museo del Prado, yendo después a Italia, e ingresando a estudiar a la Academia de Artes de Florencia.
Sus primeras obras, tenían la impronta de los grandes artistas al igual que las primeras pinturas de Pablo Ruiz Picasso; a quien tenía gran admiración y con quien nunca se puedo reunir.


Inició la búsqueda de un estilo propio como lo hicieron antes todos los pintores: Doménico Theotocopuli —El Greco—, quien halló en sus figuras alargadas un canon de perfección sin par. Rubens, lo descubrió en la alteración consciente de las líneas curvas de hombres y mujeres; Pablo Ruiz Picasso, después de pintar obras de carácter clásico, descubrió, por fin el cubismo, que le daría el toque personal e inconfundible. Fernando Botero, también pintó obras de corte clásico estudiando a los grandes maestros; prueba de ello, es el hermoso óleo: Frente al mar, en 1952, donde predomina la esbeltez de las figuras y la luminosidad en todo su esplendor.

Había encontrado su sello personal e inconfundible. Había hallado la llave mágica, el ábrete sésamo con el cual abriría la puerta del éxito. La mandolina le había abierto los ojos a una nueva dimensión en el arte pictórico.

Desde ahí en adelante, buscó con ahínco en las raíces de su propio país, pintando personas del común, prostitutas, presidentes, reinas, músicos, monjas y bandoleros.
Rostros de seres sencillos y encantadores, llenos de alegría, de magia y de emociones. En sus pinturas se pueden hallar las manifestaciones de las emociones que los embargan.
Empero, hay una obra que podría definirlo a cabalidad: Pedrito. Es una pintura sencilla, llena de pureza e inocencia sin igual, donde se refleja el rostro de un niño, que es la de su hijo que murió en un accidente de tránsito, donde el pintor perdió el dedo meñique de la mano izquierda.

Allí en esa pintura, se evidencian la bondad e inocencia del pequeño, pero también la del alma del artista, con sus juguetes—, que tal vez no tuvo por su difícil infancia. El alma del pintor está expresada en todo su esplendor. En ella también se descubre en el esbozo de sus cuadros y esculturas futuras.
El genio de un pintor, escultor, músico o poeta, siempre se proyecta en las primeras producciones; en este caso en las primeras líneas. Allí en esa obra, dormita su genio futuro: El caballo, el rostro límpido y transparente que denota su alma del niño, pero también el del artista que observa con su alma trasparente tal como la de un diamante. Esa pintura, sería más tarde, el boceto del caballo que adornaría una plaza en México; también allí pinta su casa materna y el caballito de madera—, con el que sin la menor duda—, tuvo en su infancia.
El caballo de madera, representa el deseo que le llevó a la cima de la creación pictórica y escultórica en el pequeño un jinete, pero sin muestras de poder, ni de violencia.
El maestro anduvo por el mundo pintando su esencia infantil. También, en este cuadro se ven al fondo dos juguetes: uno acostado y otro sentado ¿los abandonaría por el precioso caballito con ruedas?; pero también es preciso analizar el complejo mundo de sus producciones.
El gato, ha sido protagonista de sus magistrales esculturas ¿quién de nosotros no se ha alelado observando la vida tranquila y pacífica de los gatos? ¿quién no ha contemplado—, plácido— a esos felinos que nos miran con curiosidad y que posan para mostrarnos su encanto?

Al pintor colombiano, también le sedujo la paloma, símbolo de la paz; la cual donó para su ciudad y fue destruida por una bomba; luego cedió otra, pero dejando claro que debía exhibirse a manera de prueba de la violencia en nuestro país.
El alma de quien sufre se ve reflejada en quienes padecieron la violencia de los perpetradores, lo cual me recuerda el dolor de los seres que pintó Goya sus cuadros en su época y el que manifiesta de manera magistral Picasso en su Guernica.
De la violencia y el dolor, que fueron grandes temas en sus pinturas, nos sobrecogen todos sus cuadros sobre los horrores de la guerra: Violencia Conservadora y Liberal, donde un esqueleto danza sobre los muertos, Masacre paramilitar en Mejor Esquina, La muerte de Pablo Escobar, Carro bomba, La Barbarie, El dolor de Colombia, y muchas obras más; pero hay una obra que conmociona nuestra psique: El desfile, donde pinta una procesión que se ilumina con cirios, las casas derruidas, una monja seca sus lágrimas con un pañuelo y los deudos sostienen en sus hombros los ataúdes de los muertos y en el aire planea un gallinazo.


También hay otras pinturas de carácter universal. Inspirado en Dante Alighieri, pinta Puertas del infierno. Otras obras sobrecogedoras: Tortura y humillaciones en la cárcel gringa de Abu Ghraib, en varias versiones, donde los encarcelados están desnudos y vendados, atacados por perros dóberman.
Impresionan y encantan las pinturas de monjas, con su dulzura y bondad; y las de los músicos—, festivos y sencillos— ¿Cómo pudieron los ojos del artista, adivinar sus almas? Allí, la música parece flotar en el aire y casi se puede adivinar la armonía de sus corazones. No. No es el cuerpo de los ejecutantes: Es el alma prístina y pura, la que retrata el pintor.
Bien dicen que el alma se refleja en el rostro; y en el artista, su semisonrisa, parece decir que sus frescos tienen la donosura y belleza de lo que vela su mirada.
Asombran, también las figuras desnudas que pinta. Parece que nos miraran con una pureza tan natural cual rielar del agua o como el florecer de un árbol en plenitud. Ah, y ni qué decir de las vírgenes que contemplan desde lo alto del cielo y sus angelillos.
Las esculturas y pinturas de este magnífico pintor colombiano, exaltan el alma de los colombianos y de todos lo habitantes de la tierra.
Creo que él conjugó a cabalidad los dos verbos más importantes: Imaginar y amar. Ya lo dirán las futuras generaciones, cuando conozcan cuanto legó a la posteridad este genio del siglo XX.
Ya no podemos disfrutar de su presencia, pero sus obras perdurarán en nuestra memoria, en nuestros corazones y en la memoria colectiva de la humanidad.
Para quienes quieran conocer su obra: Museo de Botero.

