La Cruz de Parra, Monumento Nacional y Tesoro de la Nacion Cubana

Por Guadalupe Yaujar Díaz

La Cruz de Parra es la única de las 29 similares colocadas por Cristóbal Colón en tierras de América, conservada hasta la actualidad, custodiada y expuesta en la Iglesia Parroquial de Baracoa, en la oriental provincia cubana de Guantánamo.

El 27 de noviembre de 1492 Colón, llegaría a territorio cubano, una tierra que identificaría más tarde como la más hermosa que ojos humanos hayan visto. Había navegado con la intención de demostrar la hipótesis de que se podía alcanzar el lejano oriente o las Indias desde Europa viajando por el Océano Atlántico hacia el oeste. Plantada por Colón durante su primer viaje (el 1 de diciembre de 1492)  en aquellas costas de Cuba, está considerada la más antigua reliquia histórico-religiosa del llamado «encuentro de las culturas europeas y americana«. «Asentó una cruz grande a la entrada de aquel puerto que llamó Porto Santo, sobre unas peñas vivas», escribió Fray Bartolomé de las Casas de aquel día, el cuarto después de su arribo a tierras baracoesas. Es posible que con ella Fray Bartolomé realizara oficios, aunque no se ha encontrado la documentación justificadora de que la primera misa dada en Cuba la hiciera con ella el «protector de los indios». Veinte años después de haber sido plantada, el capitán Diego Velazquez  quien acompañó a Colón en su segundo viaje, redescubrió la cruz, en perfecto estado, y en ese lugar fundó en 1511 la primera villa de Cuba, bautizada como Nuestra Señora de la Ascensión de Baracoa.

La cruz fue posteriormente extraída y trasladada a su actual emplazamiento en la iglesia parroquial y para 1528 ya la sacaban en procesión. Velázquez, capitán acompañante de Colón en su segundo viaje al Nuevo Mundo, encontrándose en La Española recibió del rey Fernando el título de Adelantado en la isla de Cuba, y la autorización para la búsqueda de oro, la fundación de villas y la evangelización de los indígenas. A la primada villa española, apenas un caserío de 40 bohíos, dio Velázquez el título de ciudad, le otorgó su escudo de armas, la plaza, e instaló simbólicamente el primer obispado de la nación caribeña, con la orden de construcción inmediata de la primera catedral, levantada seis años después. Originalmente medía unos siete pies de longitud (213.36 centímetros),  pero con el paso del tiempo fue mutilada porque diferentes personalidades de la vida colonial cubana, cada vez que visitaban la ciudad, solicitaban un pequeño pedazo de la misma. Esto ocurrió hasta que en el siglo XVIII fue enchapada con planchas de plata, que cubren sus extremos, para evitar su posterior destrucción. Actualmente, mide 67 centímetros de altura por 57 de ancho.

La autenticidad

La autenticidad de la histórica reliquia quedó aclarada mediante investigaciones realizadas por la doctora Raquel Carreras por encargo especial de la dirección de Patrimonio Nacional y su irrefutable antigüedad fue certificada por el Instituto Forestal de Bélgica. Los estudios de datación radiocarbónica a que fue sometida confirmaron que la estructura celular de la madera corresponde a la especie Coccoloba diversifolia, proveniente de las montañas circundantes y que fue construida allí mismo (Colón había llegado a la costa noreste de la isla el 27 de noviembre) y no traída de España, posiblemente al igual que las otras 28 cruces, lo cual a la vez refuta el origen europeo de la cruz.

Supuestos milagros

Entre las realizaciones milagrosas de la cruz se cuenta aquella que tuvo como protagonista al artillero Manuel Durete, quien en 1807, después de invocar devotamente a la santa Cruz de la Parra, disparó su cañón sobre la infantería de la marina inglesa, que avanzaba por la playa de Miel con pretensiones de echarse sobre la ciudad. El primer sorprendido debió ser el propio Durete, al comprobar los efectos demoledores de su metrallazo entre la tropa invasora: se reportó un elevado número de muertos, otro tanto de prisioneros y unos pocos lograron conseguir la retirada.

De igual forma se considera milagrosa la ausencia de pérdidas humanas ante los repetidos asaltos practicados por corsarios y filibusteros radicados en el norte de Santo Domingo y la isla Tortuga.

A tal magnitud acreció su carácter milagroso, que no hubo personaje de rango del gobierno colonial que a su paso por esta ciudad no llevara con él una astilla de la cruz.     Paradógicamente cuanto más el símbolo religioso adquiría en fama, sorprendentemente la cruz disminuía en tamaño. A lo largo de los años, la Cruz de la Parra ocupa meritorio lugar en diferentes momentos cruciales de la vida de la Primera Villa fundada en Cuba. Aquí se asentó el Primer Obispado que existe en Cuba y la primera Iglesia Católica de la Isla; salió en dos grandes procesiones que tuvieron lugar cuando el territorio se vio afectado por el terremoto de 1528 y el huracán de 1529. El Papa Juan Pablo II la bendijo durante su visita a Cuba en 1998 y en 2011, declarada Monumento Nacional y Tesoro de la Nación Cubana.

Publicado por Juana Manuela

Empresa destinada a la publicación de textos de difernetes géneros literarios, como así también a la difusión de nuestra cultura latinoamericana.

Deja un comentario