La poesía folklórica

Por Roberto Espinosa

Está íntimamente relacionada con el folklore. Es una de las borregas predilectas de su gran madre. Se la define como composición poética que consta solo de una cuarteta de romance, de una seguidilla, de una redondilla o de otras combinaciones breves, y que por lo común sirve de letra en las canciones populares. Puede ser recitada o cantada. Le da nombre a la canción popular española con influencia sobre todo del flamenco y de tema principalmente amoroso. 

Se suele decir que las coplas populares no tienen dueños. Tal vez entonadas al comienzo a capella, acompañadas por la caja, especialmente en el norte del país, se fueron aquerenciando en la melodía para ser cantadas o esta surgió para acicalarla. Y si fueron anónimas, es decir de hechura del pueblo, al comienzo, luego comenzaron a tener autores propiamente dichos. Se habla entonces de la letra, pero antes, mucho antes esta tenía otros ropajes, como los romances que cantaban los juglares.

“Pero lo lindo que las coplas siguen vivas… lo hermoso es que están volando y asentándose como el ala del vino en la ternura… toma la baguala y como sin querer empieza a desnudar su corazón… La pucha que me hallo pobre, de pobre me voy muriendo. Ya no encuentro quien me quiera, yo solo me andoy queriendo”

Manuel Castilla en el prólogo del libro Coplas con picardía.

Si consideramos que la música de raíz criolla está en permanente movimiento, observaremos que con el tiempo, las letras fueron abandonando la vestimenta de la copla, extraviaron la rima y saltaron la tapia de la métrica para abrazarse al verso libre. Sin embargo, la copla sigue latiendo, aunque con menos intensidad, en los nuevos letristas. 

Dicen que primero entra la melodía, y luego la letra, pero no siempre es así. La canción es un machimbre de música y letra. Un cantor canta un texto, es decir que debe estudiarlo para poder transmitir lo que dice. Aunque hay casos en que se cantan canciones en otros idiomas sin saber qué dice la letra. En mi adolescencia nos ocurría con las canciones de Los Beatles o de Simon & Garfunkel.

Yendo al texto que se canta, hay que decir que una letra y un poema no son lo mismo. La primera está en función de la música y no necesariamente tiene que tener un vuelo poético. El poema puede ser musicalizado y en ese caso, se convertirá en una suerte de canción poética. 

Cuáles son las razones por las que la gente se enamora de una canción serán siempre un misterio. Si hubiese una fórmula o una receta, sería muy fácil. Una letra con vuelo poético puede embellecer una canción, pero no necesariamente es determinante para que los oyentes la acepten y la adopten. Hay canciones cuyas letras son intrascendentes y sin embargo, se adueñan del gusto popular, ya sea porque la melodía es entradora o por el bombardeo constante en los medios de comunicación. 

Hay canciones, cuyas letras son descriptivas, van contando lo que el autor ve y no tienen pretensiones poéticas. Por ejemplo: 

Desde la Cuesta del Portezuelo, 
mirando abajo parece un sueño: 
un pueblito aquí, otro más allá 
y un camino largo que baja y se pierde. 

Hay un ranchito sembrao de higueras 
y bajo un tala durmiendo un perro. 
Y, al atardecer, cuando baja el sol, 
una majadita volviendo del cerro. 

Paisaje de Catamarca 
con mil distintos tonos de verde: 
un pueblito aquí, otro más allá 
y un camino largo que baja y se pierde.

Dice Rodolfo “Polo” Giménez en “Paisaje de Catamarca”, autor también de la música. Quien haya viajado a Catamarca, probablemente encuentre aún algunos de los rasgos descriptos.

Veamos ahora una zamba descriptiva en la que vuelan las metáforas:

Volteando sin asco el monte 
el ojo del hacha quiere llorar 
cuando muere una corzuela 
la arena se vuelve sal.

Caliente rastro en la noche 
que el aire del Chaco no borrará, 
al sueño de los cuatreros 
nadie lo puede enlazar.

Esta es la zamba del monte 
flor del laurel 
arriba quema la luna 
abajo la caja dele padecer. 

Arriba quema la luna 
abajo la caja dele padecer.

Escriben Manuel Castilla y César Perdiguero en la Zamba de Anta, cuya música es del Cuchi Leguizamón. Piensen en estas imágenes: cuando se muere una corzuela la arena se vuelve sal; al sueño de los cuatreros nadie lo puede enlazar… una lindura de metáforas que expresan distintas sensaciones. Esta es una zamba poco cantada, probablemente porque es exigente para los cantores; no cuenta con la popularidad que tuvo años atrás “Paisaje de Catamarca”.

Veamos otra canción de tono descriptivo donde la letra simple se abraza con gestos poéticos que se anuncian desde el comienzo cuando se dice que las protagonistas no son personajes sino las manos. 

Las manos de mi madre 
me representan un cielo abierto 
y un recuerdo añorado, 
trapos calientes en los inviernos. 

Ellas se brindan cálidas 
nobles, sinceras, limpias de todo. 
Cómo serán las manos 
del que las mueve gracias al odio.

Las manos de mi madre
llegan al patio desde temprano 
todo se vuelve fiesta 
cuando ellas vuelan 
junto a otros pájaros 
junto a los pájaros 
que aman la vida 
y la construyen con el trabajo 
arde la leña, harina y barro 
lo cotidiano 
se vuelve mágico.

Dice Peteco Carabajal en Como pájaros en el aire. La letra está poblada de afecto y de sensaciones. También introduce al pasar una observación que opone al amor de estas manos de madre, las manos del odio. Hay imágenes muy logradas como las manos de la madre como un cielo abierto o todo es fiesta cuando vuelan junto a los pájaros.

En los campos del amor, hay letras confesionales y directas que buscan interpelar al oyente, como son muchas de las actuales. Veamos un ejemplo de tema amoroso sin poesía. 

Tus ojos dicen que sí
tus labios dicen que no,
cómo quisiera saber
que dice tu corazón.

La yapa ya te pedí
cantando en otra ocasión
nunca dijiste que sí
más bien has dicho que no.

No quiero yo presumir
pero sospecho que vos
has aprendido a mentir
cuando me dices que no.

Dice Jorge Rojas en su tema “Cuando me dices que no”. Más que una letra folklórica parece más propia de un bolero o de una canción melódica. No pareciera haber una pretensión poética, solo se intenta hablar de los sentimientos.

Veamos ahora cómo la poesía desparrama sus luces en esta zamba.

La noche te vio bailar
azul en los ojos del rocío
Guardo aquel pañuelo azul
que me diste en el adiós
te llevó la tarde
rumbo a su misterio
cuando agonizaba el sol
Pero te quedas
ya quieta en el silencio
donde duerme
El viento de mi voz.
Adónde iría el viento
que tu voz quedó conmigo
luna, copla, río, aroma,
valle azul de zamba
dulce región de mi soledad.

Escribe Armando Tejada Gómez en la Zamba Azul, que lleva música de Tito Francia.  Vale la pena repetir algunas imágenes en este fragmento de letra: el viento de mi voz; valle azul de zamba; la noche te vio bailar azul en los ojos del rocío, una metáfora potente.

Un letrista no necesita ser poeta. Puede contar una historia en tres o cuatro minutos y hacerlo muy bien. Un poeta que escribe una letra siempre le pondrá su vuelo, porque se trata de contar bellamente. Se han dado casos, en los que el letrista tiene vocación de poeta:

“Tu canto es el amor que no se dio y el cielo que soñamos una vez, y el fraternal amigo que se hundió cinchando en la tormenta de un querer… Tus ojos son oscuros como el olvido, tus labios apretados como el rencor, tus manos dos palomas que sienten frío, tus venas tienen sangre de bandoneón… Fui como una lluvia de cenizas y fatigas en las horas resignadas de tu vida… Gota de vinagre derramada, fatalmente derramada, sobre todas tus heridas”.

Homero Manzi.

Sus letras lo han hecho popular, sin embargo, no ha ocurrido lo mismo con su producción poética. Su equivalente en el folklore podría ser Ariel Petrocelli, autor de “Para ir a buscarte”, “El Seclanteño”, “La Bagualera”, “Cuando tenga la tierra”, “El Antigal”, que trascendió como poeta del folklore, pero no ocurrió lo mismo con su producción literaria, que tampoco es abundante (Cancioneros del mate, del truco, del vino, del ajedrez).

No sucede lo mismo con Manuel Castilla, que fue hacedor de varias de las páginas más bellas del folklore y además Premio Nacional de Poesía.

La copla, tan popular en el folclore y que representaba un desafío –y lo sigue siendo- para quien encarara la hechura de una zamba, una chacarera, un gato, ha ido perdiendo terreno porque no sólo se necesita manejar cierta pericia literaria, sino también inventiva y gracia, está desapareciendo en los últimos tiempos en los que se observa un fuerte predominio de una letra que cuenta una historia sin seguir preceptiva alguna, donde lo importante pareciera ser lo que se dice y no cómo se lo dice.

Una letra con jerarquía poética no garantiza el éxito de una canción, pero contribuye a hacerla más bella y qué es el arte sino la búsqueda permanente de la belleza.

“Que al fundir el corazón en el alma popular, lo que se pierde de nombre se gana de eternidad”

Publicado por Juana Manuela

Empresa destinada a la publicación de textos de difernetes géneros literarios, como así también a la difusión de nuestra cultura latinoamericana.

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