CAQUI, EL MANJAR DE LOS DIOSES

Por Hilda Palermo

Recientemente se ha producido una venta masiva de una fruta exótica conocida como CAQUI, que fuera traída al Perú hacen casi 86 años, por un ingeniero japonés, Carlos Fukuda Ishikawa, quién empieza con la variedad Shonai.

Esta fruta se cultiva desde el SVIII, es de cáscara lisa y brillante, de color naranja, de forma parecida al tomate, es dulce, rica en antioxidantes, rica en vitamina A, C, B1, B2, así como algunos minerales como magnesio, hierro, potasio, manganeso y fósforo, además de fibra.

Actualmente en el Perú, se cultivan algunas variedades de caqui, además de la Shonai, la Guiombo, Rama Forte, Fuyu, Kyoto, Doyokuma, Yotsumido, así como otras variedades que incluyen patrones y portainjertos.

Es un cultivo que se adapta fácilmente a suelos franco-arcillosos, con buen drenaje y clima seco. Se recomienda plantar 500 matas por Ha., empieza a producir a los dos años y tiene alta rentabilidad, al tercer año rinde aproximadamente entre tres a cuatro toneladas por hectárea y llega alas 50 toneladas a los diez años. Es conocida como el manjar de los dioses y su temporada es de marzo hasta agosto.

Una leyenda japonesa relata cómo la planta del caqui surgió de una grieta producida por la caída de un gigante, al ser derrotado por un samurái. En algunas comarcas se les conoce como «palo de santo», ya que suelen madurar por la festividad de Todos los Santos.

Leyenda americana del caqui

Cuenta una leyenda americana que el mapache puede decir exactamente cuándo un caqui está maduro para comerlo. Se dice que un hombre fue llamado por el Gran Espíritu para hacer un viaje, éste le explicó que se trataba de un viaje espiritual por lo que no debía comer ni beber nada hasta que el viaje se hubiera completado. Pero el hombre en su camino pasó por un bosque donde encontró árboles de caqui y al ver sus frutos no pudo resistir la tentación, paró y comió hasta saciarse.

El Gran Espíritu se enfureció mucho y le dijo que, por su desobediencia, nunca más tendría la oportunidad de hacer ese viaje, de por vida tendría que estar corriendo alrededor de la tierra como una criatura pequeña y peluda. El hombre rogó y suplicó perdón pero el Gran Espíritu no se apiadó de él y se mantuvo firme en su decisión. El hombre fue transformado en un mapache, un animal que deja huellas y usa sus manos como los seres humanos. El Gran Espíritu le dio la capacidad de saber cuando es el tiempo adecuado para recoger las cosechas de caquis.

Publicado por Juana Manuela

Empresa destinada a la publicación de textos de difernetes géneros literarios, como así también a la difusión de nuestra cultura latinoamericana.

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