Por Olivier Pascalin

El personaje fue un referente del cine de acción porque dejó de lado los estereotipos de hombre rudo del cine de la época. Quince años después de su último filme, este personaje vuelve con la esencia de las primeras películas y un toque de ternura, por el paso de lo años.
Hace 42 años nacía uno de los héroes más icónicos del cine. Indiana Jones tenía un
poco de todo: algo de la rudeza de John Wayne en una película de vaqueros, un poco del “sex appeal” de James Dean en ‘Rebelde sin causa’ y mucho del desparpajo de Humphrey Bogart
Harrison Ford solo ha necesitado ponerse un sombrero y llevar un látigo para crear todo un mito.

El resto del héroe se ha construido a partir de los arquetipos de una masculinidad basada en la autoconfianza y el desdén por todo aquello asociado con lo sensible.
Sin embargo, 42 años no pasan en vano, y es justamente el tiempo un factor importante en el momento de revisitar al héroe, para entender qué tanto ha madurado.

Un personaje excéntrico, que se ganó nuestros corazones por esa ‘falta de tacto’, que le daba cierto aire cómico a esa combinación de destreza físico-intelectual y torpeza emocional. Indiana Jones es un héroe crepuscular, pero un héroe al final de cuentas. Uno cuya razón de vida parece estar por fuera del espacio íntimo y familiar. Henry Jones Jr. es tan solo un viejo cascarrabias y un profesor desmotivado, incapaz de sostener un matrimonio o de capturar la atención de sus alumnos
Si bien, en esta entrega de la franquicia hay mucho de lo mismo, se presentan también momentos que nos permiten entrever algo que, a veces, la edad puede otorgar a un hombre: el acercamiento a las emociones y el reconocimiento del apoyo de los demás. El cínico Indiana Jones rompe así su templada expresión, regalándonos algunos gestos de pura ternura. Instantes en los que esa dualidad entre el hombre y el héroe se rompe.
Un héroe que ha trascendido su tiempo.



