Sobre la muerte de Manuel Belgrano (autor desconocido)
Gentiliza de Leonor Torino

Un 20 de junio pero de 1820 , mientras en BsAs reinaba la anarquía y ese día se sucedían 3 gobernadores, a las 7:00 de la mañana su hermana Juana lo miró detenidamente y vio que Manuel Belgrano había muerto….14 meses había pasado de agonía ….
En Febrero pidió ayuda económica a Bernabé Aráoz gobernador de Tucumán y este se la nego aduciendo no tener dinero público…


Un amigo de BsAs de apellido Balbín que lo estaba visitando le escucho decir que quería ir a morir a BsAs, pero le habían negado hasta caballos para el carruaje; entonces le prestó $2000, así pagando algunas deudas pudo emprender el viaje acompañado de su médico el Dr Joseph Redhead, su capellan José Villegas y sus dos edecanes, Helguera y Salvigni.
Al entrar a la provincia de Córdoba nadie lo trataba con agrado, en la estancia de Caroya pudo descansar mejor y desde allí le escribió al gral Bustos, antiguo oficial suyo pidiéndole dinero para seguir, pero Bustos no le contestó. Al llegar a la ciudad de Córdoba, se dirigió al Gobernador interino don José Díaz pidiéndole ayuda, pero este se la negó, entonces apareció un comerciante de apellido Del Signo quien le prestó $400.
A principios de marzo pasaron por la calera de los jesuitas en las barrancas del Río de la Plata, luego por la pulpería «la blanqueada» y finalmente llegaba Belgrano a BsAs a la casa paterna que lo vió nacer 50 años antes en la calle Santo Domingo esquina del Rey.


A los pocos días se traslada por prescripción médica a la quinta de San Isidro, en teoría iba a escribir sus memorias, pero a los pocos días, ya en abril, su estado de salud se deterioró y volvió a su casa porteña, allí había una cama y un sillón, por su estado a veces dormía sentado, lo atendía su hermana Juana, su hermano Domingo sacerdote dominico y el Dr Redhead.
Venían algunos pocos amigos, entre ellos uno que le tocaba melodías en el clavicordio, pidió al gobernador Ramos Mejía si le podía alcanzar algo de dinero unos $300 a cuenta de sus haberes atrasados de general; fue lo único que consiguió del gobierno, se daba cuenta seguramente que en la casa no había para costear gastos, el cura Villegas se hizo cargo de todo, cosa que por las conversaciones afligía a Belgrano.
Un día llegó uno de sus oficiales más queridos el joven y valiente capitán Gregorio Aráoz de La Madrid , se alegró Belgrano. La Madrid cantó algunas vidalitas como en los fogones de los campamentos y recordaron viejas anécdotas. Belgrano antes que La Madrid se fuera sacó unos papeles que eran las luego famosas memorias de La Madrid escritas a pedido del mismo Belgrano y le dijo:
«estás están escritas a la ligera , repáselas nuevamente que bien vale la pena que en el futuro se conozca lo que usted narra»
M. Belgrano
Se paró y se cuadró La Madrid y dijo «¡¡como usted ordene mi General!!«, y dicen que salió llorando de la casa. Otro día le dijo a su amigo Balbín que estaba preocupado porque se iba a morir pobre, sin devolverle la plata, Balbín no le dio importancia y Belgrano le dijo que iba a cobrar una vez muerto él, porque el Estado le debía miles de pesos de sueldos.
El 25 de Mayo hizo su testamento declaró albacea a su hermano Domingo y redacto deudas, compromisos, obligaciones, haberes a cobrar etc., le pidió sobre todo por su pequeña hija tucumana Manuela Mónica, luego pidió un libro de oraciones de su madre, lo abrió al azar leyó algo y dijo «amén».
Una de las últimas tardes sentado en el sillón y acompañado como siempre por el Dr Redhead, Belgrano le pidió a su hermana que le alcance el reloj de oro regalo de Jorge III de Inglaterra colgado de la cabecera de la cama y se lo entregó a su médico y amigo en concepto de pago.

Entraba en sopores, ya no podía leer más, el día 19 de junio a la nochecita con la poca luz de la lámpara de aceite le pusieron a pedido de Belgrano el hábito de Santo Domingo mientras en el cuarto se sentía el rumor de las oraciones, algunos se fueron a descansar y otros se quedaron a su lado, así en una duermevela cuando Juana se percató, Manuel Belgrano ya había expirado. El hermano preguntó que día era, Juana dijo 20 de junio, le juntó las manos sobre el pecho y le puso una cruz de madera, mientras Domingo rezaba una oración.
Lo enterraron en el convento Santo Domingo, en un cajón de pino envuelto en un paño negro y se cubrió todo con cal, cuando cerraban la tumba su hermana trajo un mármol de la cómoda de su madre y alguien luego escribió «Aquí yace el gral Belgrano» poca gente asistió al entierro y solo un diario «El Despertador» dirigido por el cura Francisco de Paula Castañeda se hizo eco de la noticia necrológica.

