Por Luis Ponce

Hundida su raíz aquí en la tierra,
va creciendo el sentimiento a borbotones,
y el tallo es el horcón donde se afirma
la familia; su afán y sus amores.
Es el árbol elegido por su estampa,
fortaleza que nos sirve como guía.
La madera de mi casa, y mi guitarra,
del coyuyo que me da su algarabía.
Taku, lo llamaron en antaño,
algarrobo con sus manos hacia el cielo,
milagrosa su vaina que alimenta,
con su harina, su aloja; mi consuelo.
A su sombra descansaron los arrieros,
y las aves su vuelo detuvieron,
el viento ha pulsado sus violines,
ha levantado su rancho allá el hornero.
Qué sería mi norte sin su especie,
qué sería mi tierra sin su estampa,
y el verano sin coyuyos que me aturden,
en las siestas amadas de mi Salta.
Mujer, que como el taku, crece fuerte,
nacida para amar y dar consuelo,
elegida por el cielo y por la vida,
para dar todo su amor por este suelo.

Qué texto más bello e iluminador. Así es la mujer. Da albergue, sustento y cobijo. Recibe un cordial saludo.
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