Por Lucila Moro

En el devenir diario no nos damos cuenta su paso; solo cuando nos detenemos del cotidiano trajín, lo percibimos. Ese reloj que organiza lo previsto, también anuncia silencioso que el tiempo es intangible. Al darnos cuenta, nos permite observar lo bien o mal que estamos viviendo. Quizás nos anticipe algo de lo que vendrá, pero sobre todo, nos recuerda que queda menos tiempo de vida…
No es una advertencia triste. Lo que decidimos hacer con él, es lo importante. Y aunque sea muy personal, en este “ser y hacer” están inmiscuidas muchas personas. A los cercanos, los reconocemos de inmediato y a los que no, pueden estar más cerca de lo que imaginamos.
Me gusta creer, pensar y desear que la vida transcurra en coherencia con lo que hacemos, pensamos y sentimos. CAMINAR LO QUE HABLAMOS…

Como todo anhelo, para alcanzarlo “debemos dedicarnos” a diario. Porque implica acciones, pero sobre todo reflexiones. Así hacemos “los acomodamientos”. Con ello iremos mejorando para supernos. Pero importa que en este progreso, estén los otros incluidos. Es como la siembra, cuyo cultivo alimenta, mientras nos satisfacemos, debemos compartir. Al dar recibimos y al recibir, entregamos un poco más.

No es fácil hablar de esto, en un mundo apegado a lo material. Pero como somos habitantes del universo espiritual, en esta circunscripción, también somos “productores de bienes” que nos acercan a enaltecer la meta que todos los seres humanos soñamos: VIVIR EN PAZ.
La que quizás se alcanza dando y recibiendo amores estables. Compartiendo saberes. Amaneciendo día tras día con humildad por los logros y consciente de lo que nos falta. Con gratitud por todo lo bueno que recibimos y también por aquello que fue doloroso, y nos hizo crecer.
Cuando el reloj del tiempo avanza y lo hace a la par del crecimiento personal, el paso de las horas no nos entristece. Solo nos recuerda que vamos transitando el camino elegido. El cual nos prepara silenciosamente para partir con alegría cuando el tic tac se quede en silencio.
