Por Lucila Moro

De cotidianas sutilezas se construye la trama que nos envuelve y otorga sentido al camino que elegimos. En él transita algo de lo que hemos previsto y ¡cuánto más! de lo que arriba y conmueve sin haberlo anticipado.
Camino elegido que se nutre de lo que buscamos y al que además se agregan en su recorrido, sutiles manifestaciones que le asignan firmeza y convicción. Así llegan brisas emotivas que confirman afectos que se instalan y no se retiran, escenas socio-laborales que devuelven con imperceptibles matices la hondura cierta del correcto camino.
Esta trama envolvente se hace sustancia en cada paso que al andar se afirma.

No faltan entre las sutilezas, aquellas caricias de soles primaverales que aún en invierno dan tibiezas cuando los momentos se tornan difíciles y hace que la marcha por el camino elegido se afirme y nos conduce sin prisa pero sin pausa, hacia las metas soñadas.
Las sutilezas de la trama que nos envuelve y dan sentido al recorrido emprendido, esta compuesta por ínfimas señales que como faros invisibles para otros, nos alumbran y guían. Así es como nos avisan que transitamos el buen camino de realizaciones y sobre todo, de buena vida para uno y los que nos acompañan. Antes de entregarnos al sueño de cada noche, cuando el espíritu se aquieta y cesan los efectos que la vida diaria promueve, todo se acomoda en lo profundo de cada uno y entrecerrando los ojos, valoramos que la vida nos regaló otro día bien vivido.
¡Que fue bueno!
Que hubo coherencia y aciertos. Tambien distinguimos lo que se nos escapó de las manos. Si hubo errores, mañana procuraremos mejorarlo.

¡Hay mañana! Y la mejor versión de cada uno, insistirá en hacerlo un poco mejor… Honradez emocional.
En la diaria marcha de la vida, avanzamos portando lo que tenemos y nos falta. ¡Allá vamos! con nuestras luces y sombras. Dando y recibiendo. No como acto mecánico, sino como una entrega continua de ideas y afectos.
Los intercambios que portan sentires, son los que llegan más hondo. Es cierto que hay personas con dificultades para expresar la afectividad, pero no carecen de ella.
Cuando los intercambios interpersonales se realizan sin las “capas” que recubren o protegen, adquiere una espontaneidad que muda los aspectos defensivos o temerosos que rondan. Esta franqueza afectiva facilita el fluir de la esencia y permite una conexión genuina entre las personas.
Esta honradez emocional brinda solidez a los vínculos y es, quizás, una de las cualidades humanas más preciadas.
