Por Argentina Mónico
Solo cinco letras definen tu ser/ y tanto me dicen en su brevedad/ como si tu vida creciera en mi pecho/ cuando por nombrarte, me pongo a cantar. A. Mónico Saravia

El 24 de agosto fue un nuevo cumpleaños de mi padre, cumpliría 94 años y como no recordarlo si dejó un legado con sus composiciones, sus ideas, y sobre todo su ejemplo de gaucho, defensor de nuestras tradiciones.
Fue tan grande su legado, que aún hoy encuentro personas que lo recuerdan, que tienen alguna anécdota de sus largas conversaciones, de su ayuda desinteresada, y su incansable amor por nuestras raíces.
Qué difícil es hablar de mi padre, porque quizás las palabras que expreso, sean mínimas ante tanta grandeza de persona. Pero me gustaría contarles, haciendo alusión al título de la nota, que él siempre decía que sino la hubiera conocido a Clyde, mi madre, su vida hubiera sido otra; porque su bohemia, lo llevaba por otros caminos, olvidándose muchas veces que tenía un hogar e hijos; por ello, mi madre siempre fue la fuerza y el motivo, que lo hacía volver a la vida diaria.
A mi madre la conoció en La Plata cuando estuviaba Derecho; en esa época las guitarreadas organizadas por los norteños, salteños, jujeños y tucumanos, eran famosas, y en una de ellas la conoce, quedando prendado de sus ojos:
Que tarde nos conocimos
Velay no se, A. Mónico Saravia
que no recuerdo, velay no se
porqué me fijé en tus ojos
tus ojos negros, velay no se.
De ese momento, siguieron otros encuentros, hasta que al final como mi padre veía con seriedad la relación, decidió llegar a la casa de los Urien para hablar con mi abuelo Martín, quién era muy estricto con sus hijas; pero pudo más la estrategia del poeta, que sin pensar, entró a la familia como un hijo mas.

La familia Urien, hicieron sus raíces en la localidad de Bolívar, según contaba mi mamá, tenían una chacra y quizás ese vínculo con el campo haya permitido la comunión de ideas, para proyectar una vida en común; apoyada en las cosas simples y con un convencimiento de que el matrimonio se hace de a dos.
Al comienzo, mi madre era el sostén de la casa, mientras mi padre estudiaba y cuidaba de mis hermanos mayores. En ese tiempo vivían en City Bell, un lugar rodeado de eucaliptus y de casas de veraneo, donde mi padre solía hacer charqui, por lo que era mirado con malos ojos por los vecinos.


Cuando nació mi hermano Pablo, se pudo recibir de abogado y así regresaron a Salta, donde al comienzo, intercalando la vida entre la ciudad y el campo; atendiendo Gualiama, que en esa época tenía varios puestos, La Firmeza, Corral Viejo, El Algarrobal y Las Maravillas, los que a posterior se dividieron en la familia. Asi que había mucho por hacer y los caminos no eran como ahora, y si bien su hermano Carlos, lo acompañaba, los tiempos eran otros y muchas las exigencias.



Imagínense lo que fue para mi madre, dejar la ciudad de La Plata, para venirse a Salta e internarse en Gualiama, un territorio agreste, llena de animales salvajes y con distancias interminables. Sin duda debe haber tenido mucho amor para seguirle el rastro a mi padre.
Chacarera de Gualiama
Chacarera de Gualima, A. Mónico Saravia
pago del chancho rosillo;
tengo todo lo que quiero
menos plata en el bolsillo.
Sin duda muchos artistas vivieron y viven en la bohemia, porque el arte no tiene fronteras, cuando fluye en el espacio con otros, se olvidan los tiempos, las obligaciones y simplemente se dejan estar.
Pues ciertamente a mi padre le encantaban esas noches o días de bohemia con amigos, era un placer verlo cómo se convertía en el centro de atención de todos, sean jóvenes o viejos, todos estaban atentos a lo que iba contando.

Tenía un don especial para las tertulias, una hablar pausado, que a veces parecía que ya había terminado de contar, y volvía con otra picardía. Pero todo lo que decía tenía sus fundamentos, porque tenía tanto saber acumulado, que me maravillaba de sólo pensar cómo había logrado ¡conocer tanto!
Esas extensas tertulias o encuentro entre amigos, tenían un principio pero no un fin, por eso mi madre, siempre estaba atenta, porque sabía cuidarlo y mas de una vez tuvo que enviar un emisario para que lo busque y lo traiga a casa. Ella sabía que mi padre tenía que trabajar y debía estar bien para cumplir sus funciones de abogado, así que con mucho amor, lo recibía a pesar de su ceño fruncido, porque en otro momento venía el reclamo.

Primero lo asistía, le daba de comer, y lo llevaba a la cama para que descanse y se recupere. Lo cuidaba como a un niño, y por más que pasaron los años, y ella ya estaba cansada, nunca dejó de hacerlo, porque su vida era su Abichito.
Y cuando mi padre ya se recuperaba, siempre tenía un verso, una canción, una mirada, que hacía que mi madre se derrita y se olvide de todo lo que había pasado.
Tu imagen siempre acompaña mis noches de insomnio
Ojos bellos, A. Mónico Saravia
tu ojos, cuál dos luceros, me vuelven la calma
sueños felices que fueron, torturas de mi alma;
mezcla de amargas congojas y dulce esperanza.
También fue un buen padre, jugaba con nosotros, nos ayudaba a descubrir el mundo, y si bien era de pocas palabras en casa, nosotros sabíamos que podíamos contar con él.
Somos cuatro hermanos, la mayor Alejandra, es quién siguió la profesión de mi padre y heredó su gran memoria. El Gordo (Abel), es quién heredó la bohemia y la habilidad por componer canciones. Pablo heredó su pasión por las tradiciones, el sentir gaucho y yo, la más chica, quizás heredé el sentido práctico, la habilidad por hacer cosas y fomentar nuestra cultura.

Cuando era chico, se enfermó de poliomelitis, y eso lo marcó de por vida, porque sufrió mucho físicamente, ya que de pequeño tuvo que ser operado más de una vez; pero es dolor humano, también forjó su carácter y su estilo de vida; nunca se sintió minusválido, siempre supo suplir su carencia física potenciando sus otras cualidades. Sin duda ese sentido de superación, fue uno de los grandes legados que supo darnos, siempre nos inculcó que debíamos ser los mejores y trabajar para ello.
En relación a esta minusvalía, su gran amigo Manuel J. Castilla, le regaló una poesía, que mas tarde se convertiría en zamba «Ocasiones se cantar«:
Ocasiones se cantar
lleno de vino y de ganas,
esta zambita a la sombra
de un guayacán de Gualiama.Me acuerdo de mi patrón
Abel Mónico Saravia
en la guitarra se enreda
y en ella se le va el alma.Mi patrón se llama Abel,
medio un poquito renguea
y dice como jugando
que deja una huella y mediaSi se acuerda de mujeres
se le macha el alma entera,
y aunque ellas ya se le han ido
las goza en sus chacarerasAbelito solito…
Manuel J. Castilla (letra) – Mariano Coll Mónico (música)
canta hasta el amanecer
como si fuera
que no ha i´volver.
Abel Mónico Saravia, fue un filósofo de nuestros tiempos, tenía un sensibilidad infinita; todo hecho lo movilizaba a escribir, por eso escribía en cualquier lado, sevilletas, sobres, expedientes, etc.; la inspiración llegaba y daba rienda suelta a su creatividad.
Sin duda nos dejó un legado, hay mucho por editar aún; y algún día Salta le hará un homenaje como se merece, porque además de dejar sus composiciones, ha dejado su ejemplo de salteño, argentino y gaucho.
Y un 4 de febrero del 2008, dejó su cuerpo y elevó su alma a los cielos, en vísperas de carnaval, quizás pensando en cambiar el flete para seguir festejando carnavales en el más allá.
