Por Argentina Mónico

En una tarde de domingo, ya próxima para regresar a Salta, nos reunimos en la casa de Josefina Stegman, la anfiotriona de la casa donde nos hospedamos, que al conocer que era editora, decidió convocar a sus amigas escritoras; es así que conocí a Laura Lugones, una mujer con un apellido con herencia literaria, ya que es sobrina nieta de Leopoldo Lugones, el gran escritor nacido en la localidad de Villa María del Río Seco, provincia de Córdoba, una localidad que queda limitando con la provincia de Santiago del Estero.
Laura tiene una herencia artística, ya que su padre Mario Carlos Lugones fue director de cine, y su madre era de una familia distinguida de Ramallo, y si bien nació en Capital Federal, desde niña venía al campo de sus abuelos en el partido de Ramallo, radicándose tiempo después. Siempre estuvo rodeada de libros, en las conversaciones familiares, se contaban anécdotas de su tío abuelo, incidiendo en su despertar por las letras.

El hecho de ganar un concurso literario, fué el puntapié para comenzar a escribir sin parar, ya tiene más de 10 libros publicados, pero además, se dedicó al cine, escribiendo 5 cortometrajes. Entre sus obras figuran: Todas mis muertes, Psicosis de la penumbra, Epidaurus, El mismo ritual ya no, Mi amor por Ramallo, Exiliarme del Ocaso, entre otros.
Ha sido nombrada personalidad destaca del partido de Ramallo y logró un reconocimiento en La Plata a nivel provincial, como embajadora de Chile.
Pero para conocerla mejor, les dejo la entrevista realizada:
Sin duda Laura ha logrado forjarse su camino como escritora, en diferentes géneros literarios, pero siente que la poesía le permite expresar mejor sus sentimientos:
Llagas en el corazón
¿Y si de estos relámpagos
surge una voz interior que me emancipe
de tanto agobio y de tanta causa sin resolver?
¿Y si me convierte en polvo?
Volvería a ser esta que soy
esta que escribe con el último latido
y con llagas en el corazón.
Pero también en su prosa tiene un estilo poético, que invita a leer y releer, atrapando al lector, desde un lenguaje cuidado y metafórico:
El último segundo de vida
Sobre la altura, lo infinito, el águila planea con majestuosidad, parece que danzara en forma etérea.
No sucumbe ante el soplo del zonda.
Las piedras siempre fueron una atracción casi de piel, las he levantado, seleccionado y transportado, aunque dicen los lugareños con sus creencias que no hay que sacarlas del lugar donde están, sólo el viento o el agua las pueden transportar.
Una pirca será mi morada, mi lecho final, quiero que ellas me abracen el cuerpo, el alma estará más cerca del lugar de pertenencia en esta quietud mineral que he elgido.
Esta cadencia, esta flojedad de mi ánimo, un gen exacerbado, una confluencia ancestral, una inagotable transacción con los imposibles, la ensoñación de la algarabía, los huecos indefensos, la ruptura del preludio, el verdugo implacable en mi espalda.
El poder que encierran las palabras, el impacto que producen cuando vienen del caudal acumulado en el exilio, la sobriedad del crepúsculo, la ausencia del néctar embriagador, el huésped que se hospeda aguijoneando sin cesar la aproximación de la cordura y la locura al acecho en vigilia permanente, como la metáfora del mal que sorprende a la tabulación de la bondad.
¿A qué tablero de ajedrez me asemejo?
¿A qué profundidad se encuentra mi exilio?
¿Dónde está el ancla que ponga el límite a esta deriva?
¿Dónde la pausa que sirva de impacto en este andar de incertidumbre, en este deambular sin rumbo?
Ya lo he decidido, será como el vuelo del águila majestuosa, como el parapente sin conducción, entonces mi cuerpo será en ese abismo una prolongación en la levedad.
Sin duda que Laura lleva en su sangre la veta literaria que le permite volar en palabras, plasmando en sus obras, una mirada diferente de la realidad que la conmueve.
Gracias a Ramallo que me permitió encontrarme con la cultura y conocer nuevos amigos.

