«¿Cuándo volverá la flor a la rama y el olor al pan? «

Por Silvana Irigoyen

La tarde se inclina
Pólvora y neblina
La ceniza llueve
Silenciosamente, lágrimas
Ay, ¿cuándo volverá
La flor a la rama y el olor al pan?
Lágrimas, lágrimas, lágrimas
Postal de guerra Maria Elena Walsh

Aquí yace la guerra con todos sus muertos…

El mundo cruje y amenaza con derrumbarse, ese mundo que para mayor ironía es el resultado de la voluntad del hombre, de su prometeico intento de dominación.
Guerras que unen la tradicional ferocidad a su inhumana mecanización, dictaduras totalitarias, enajenación del hombre, destrucción catastrófica de la naturaleza, neurosis colectiva e histeria generalizada, nos han abierto por fin los ojos para revelarnos la clase de monstruo que habíamos engendrado y criado con orgullo. Aquella ciencia que iba a dar solución a todos los problemas físicos y metafísicos del hombre contribuyó a facilitar la concentración de los estados gigantescos, a multiplicar la destrucción y la muerte con sus hongos atómicos y sus nubes apocalípticas. Ernesto Sábato

El horror de la guerra, el hambre; el dolor y la impotencia ante tanta vida quebrantada.
Un mundo en caída libre, lacerado por la inequidad, la violencia y la injusticia.

 Mientras  sectores privilegiados gozan  escandalosamente de todos los bienes de la tierra, una porción de humanidad es expulsada  como desecho; como   “ las sobras”  que el sistema abandona a la intemperie.

En mi país olvido hay pibes que se marchitan con la panza globo (…) hambre que llora en las noches con lágrimas que han perdido su sal” Miremont

Misión La Paz, Salta

Triste destino – escribió Vallejo- el no haber sido sino muertos siempre. El ser hoja seca sin haber sido verde jamás. Orfandad de orfandades”

La ferocidad parece ser la preparación para el sombrío Leviatán de Hobbes cuando dice que el hombre es el lobo del hombre.

Orfandad de orfandades


¿Donde está el dónde?


¿ Qué hizo imposible toda relación de alteridad?
¿Por qué parece que no podremos sobrepasar esa instancia más que mortífera del racismo, la discriminación, el estereotipo y la violencia en la relación con los demás?


Carlos Cullen ( filósofo argentino) sostiene que la condición quizás más importante para poder aspirar a un “mundo mejor” sea la de hacernos cargo de lo más profundo de la condición humana: la posibilidad de estar expuestos a la interpelación ética del rostro del otro en cuanto otro, que me dice: “ heme aquí, no pretendas reducirme a tu mismidad”

La alteridad nos permite entender qué es la responsabilidad; es decir, esa capacidad de dar repuesta a la interpelación ética del otro, y que hace que el primer gesto que suceda, sea la hospitalidad, la acogida del otro.

La diferencia no se reduce a la diferencia de uno consigo mismo, ni simplemente a la de uno con otro,  sino que es la experiencia viva de una irrupción- de la palabra y de la mirada- que es la que hace posible esas otras formas de la alteridad” (Angel Gabilondo: La vuelta del otro)

¿Dónde está el dónde?

Lo humano del hombre es desvivirse por otro hombre, dice Levinas; conmoverse, donarse, desplazarse, salir de sí mismo en ese movimiento que alberga la otredad y es, a la vez, fundante de uno mismo. Dar el salto hacia la otra orilla, yendo tras la unidad, el origen, o el fundamento y descubrir que no hay otra orilla; que desde el vacío, de las grietas, de la fractura, de la propia finitud, emerge esa «presencia del Tú». La hospitalidad tiene sentido para sabernos responsables; por eso, el cuidado del otro es lo que hace justa toda relación humana. Si cuidamos al otro como la forma más profunda de entender el cuidado de sí, entonces podremos crear «el mundo de vuelta», desde la justicia, y la franqueza («Decir lo que se piensa, pensar lo que se dice, hacer que el lenguaje se corresponda con la conducta; esta especie de compromiso está en la base de la franqueza» Foucault)

«Las dos orillas son siempre una, pero se sabe sólo al final, después de naufragar entre ellas» Hugo Mujica

El verdadero aprendizaje es lo que produce una conmoción y deja el alma perpleja: algo, alguien, que nos sacude y pone en juego nuestra sensibilidad, nuestra memoria, nuestro pensamiento y, en fin, entonces, nuestro aprendizaje” Gilles Deleuze


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