Por Daniela Leiva Seisdedos

En la actualidad, las mujeres representan el 49,5% de la población mundial. En el santuario de Olimpia se encuentra una inscripción de Cinisca, en la cual declara que fue la única mujer que ganó la corona de flores en las carreras de carros de los Juegos Olímpicos.
Reyes de Esparta son mis padres y hermanos.
Cinisca, vencedora con un carro de veloces corceles, erijo esta estatua. Y me declaro como la única mujer de toda Grecia que ha ganado esta corona.

Cinisca nació alrededor del 440 antes de Cristo en Esparta. Era hija de Arquídamo II, rey de Esparta, y la reina Eupoleia, según Plutarco el autor de Vida Paralelas. Otro escritor escribió sobre Cinisca y los espartanos, fue Agesilao quien promovió la participación de Cinisca en las 85º Olimpíadas del 396 para demostrar, muy resentido, que “tales victorias no significaban nada, y que hasta una mujer podía ganar”.
Las mujeres han ido cambiando la historia de la humanidad, aunque esta vida nunca fue fácil. Desde que aparecieran las primeras sociedades, y salvo contadas excepciones, las mujeres se han visto relegadas a roles secundarios y domésticos, salvo las espartanas.
En casi todas las polis de la Grecia Clásica, la mujer por lo general se ocupaba de organizar la casa y acudir a las ceremonias religiosas pero las herederas de Elena de Troya, no.

Helena, la célebre esposa de Menelao, dio origen a la guerra de Troya con su adúltero amor a Paris era una mujer muy “moderna”.
Según algunas teorías, las sociedades primitivas eran matriarcales, aunque eso no ha impedido que a lo largo de los siglos se acabara imponiendo una supremacía masculina.
Los espartanos dóricos, ante todo, fueron belicosos, sin dejar de ser tradicionalistas reaccionarios.

Lisístrata, de Aristófanes fue la que disuelve los ejércitos, fue la mujer que instigó la primera huelga feminista desde su papel protagonista en la obra homónima, en la que las mujeres de Atenas y Esparta se unieron para acabar con el eterno conflicto entre las ciudades-Estado más poderosas de la Grecia clásica, lo hicieron con la huelga de sexo.
Atenas se convirtió en Academia de la Grecia; Esparta en su armería; trasformada esta en campamento y aquella en liceo, era natural que la primera produjese oradores y poetas, y la segunda soldados.
Las espartanas eran las únicas mujeres en Grecia que vestían un peplo arcaico (indumentaria de la época) sin coser por los costados. De ese modo, enseñaban las piernas al caminar, algo considerado vergonzoso para los atenienses de aquella época, que llamaban a las espartanas “fainomérides” (que significa “las que enseñan los muslos”).
Una mujer extranjera preguntó a la mujer del famoso Leónidas Gorgo ¿Por qué entre todas las mujeres, sólo las espartanas dominaban a sus hombres? La respuesta de la esposa de Leónidas fue contundente “será porque sólo nosotras parimos verdaderos hombres”.

Gorgo era la esposa de Leónidas I y fue la única mujer de Esparta en ser hija, esposa y madre de un rey.
Uno de los aspectos que más llamaba la atención de los otros helenos cuando visitaban Esparta, era la conducta de las mujeres y su igualdad social, no política con los hombres. Las espartanas no dependían del hombre.

El matrimonio era obligatorio en Esparta por su finalidad reproductiva. Las espartanas no se casaban de acuerdo con la voluntad de sus padres, sino con la suya propia.
Los padres no tenían nada que opinar respecto al hombre que ellas elegían, tenían voz en las Asambleas políticas y podían recibir la herencia de sus padres cuando ellos morían, de manera que existían en Esparta muchas mujeres acomodadas, que vivían su vida con plena libertad.

Los espartanos tenían una moral sexual que llama la atención aún hoy en día. No había prejuicios ni escándalos en Esparta. Las jóvenes se exhibían desnudas ante los varones. La mayoría de los ciudadanos tanto hombre como mujeres eran bisexuales porque, si bien la homosexualidad era normal, el matrimonio era prácticamente obligatorio.
A los que no se casaban se les humillaba públicamente haciéndolos dar vuelta a la plaza por no dar hijos a la patria.
Conceptos tan actuales en el mundo moderno como celos y adulterio no existían en esta sociedad. No estaba mal visto que ambos cónyuges mantuvieran otras relaciones, e incluso convivieran con sus maridos y amantes en el mismo hogar.
“Por orden suya (de Licurgo), las jóvenes se adiestraron en las carreras, en la lucha, en el lanzamiento de disco y de jabalina… Despreciando la blandura de una educación hogareña y afeminada, acostumbró a las jóvenes, lo mismo que a los jóvenes a mostrarse desnudas en las procesiones, a danzar y cantar con ocasión de algunas ceremonias religiosas en presencia de los muchachos y bajo su mirada»
Plutarco en su Vida de Licurgo

Fuentes:
- Fornis, C. (2003): Esparta. Historia, sociedad y cultura de un mito historiográfico, Barcelona, Crítica
Fornis, C. (2003): Esparta. Historia, sociedad y cultura de un mito historiográfico, Barcelona,
Crítica
