Sabrás que estás en el trasfondo
de todas mis memorias.
Sabrás que habrás de estar,
vibrante como un lirio,
en cada aurora de mi vida.
Y cuando el aire se haga vespertino
para anunciar que ya la noche
nos muestre sus tristezas,
también habrás de estar,
naciente como nunca,
de la mano de un adiós definitivo.
Los años serán pocos
para saberte nueva cada día.
Y el tiempo que tuvo
esos desmayos de ternura
que supieron endulzar
los sueños temerarios
de tu corazón y el mío,
será de inolvidable permanencia
en estos otoños de mis días.
Sabrás que has de llorar por mí
cuando no encuentres
mi mano, mi voz o el corazón
que supe darte,
cuando mis brazos ya no tengan
la forma y el calor de tu cintura,
yo ya no estaré y sólo seré, apenas,
una lejana despedida.
