Por Eduardo Ceballos

En el diálogo platónico “Lysis o la amistad”, razonó Sócrates:
“lo semejante es amigo de lo semejante y solo el bueno es amigo del bueno.”
En ese sentido es evidente que semejanzas en el plano de las conductas, preferencias comunes en materia estética e identificaciones con la cultura nativa, vinculan desde largo al jujeño por nacimiento -en el ingenio La Esperanza, un 10 de junio de 1943-, alguien más tarde afincado en la salteña población de Coronel Moldes y al presente orgulloso vecino de la porteña Boca del Riachuelo: Gregorio Nacianceno Quipildor, con Eduardo Ceballos, periodista y escritor de Salta.
El primero activo al presente como solista, además de cumplir funciones gremiales en la Asociación Argentina de Intérpretes (AADI), recorrió los escenarios del mundo siendo aplaudido por su nombre artístico: Zamba Quipildor. En tanto que Ceballos, desde su provincia, viene desarrollando una rica actividad literaria y de difusión de lo autóctono.
Pruebas al canto las 300 páginas del libro que acaba de dedicar al celebrado cantor, como para recordar la referida sentencia socrática:
“el bueno es amigo del bueno.”
En resguardo de tantos artistas populares, cabe aceptar que hay que verlos y juzgarlos en sus específicos marcos de actuación, sin indagar más para no sacar a la luz reprochables conductas privadas.
No es este el caso de Zamba Quipildor, un intérprete de excepción, una voz privilegiada y un ser humano noble, generoso, desbordante de sabiduría de martinfierristas “cosas de fundamento”, como cabe concluir después de leer el prólogo, el ofertorio, la introducción y los cinco capítulos de este volumen.

Entre juegos e ilusiones, desde niño, Gregorio Nacianceno supo mantener viva la vocación por el canto. Pero ese llamado le impuso también tempranamente, redoblar esfuerzos para fructificarlo, hasta llegar a depararle, a poco, satisfacciones inolvidables.
No menor entre ellas fue la ocasión en que Ariel Ramírez lo convocó para entonar la Misa Criolla en teatros, iglesias y catedrales del Viejo y del Nuevo Mundo. Eduardo Ceballos, miembro de las academias nacionales del Tango y del Folklore, sabe de qué escribe cuando sin adjetivar y con datos de primera mano reconstruye la trayectoria impar de Zamba.

En este caso, la amistad de más de medio siglo que bien celebran ambos, le ha permitido conocer tanto sobre él a la vez que movido por el cariño y la admiración, darse a rastrear lo poco que ignoraba.
Texto y fotografías, algunas mostrando al biografiado con el entonces Cardenal Jorge Mario Bergoglio, después Papa Francisco, dan cuenta de la precisa narración de una existencia que honra al folklore argentino y a nuestro acervo cultural.
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