Cimarronas de la palabra: letras cubanas

Por Arelis Danger de la Cruz

La mujer en la literatura cubana, su papel protagónico. Recordando a Georgina Herreras en su natalicio.

La figura de la mujer en la literatura cubana ha evolucionado a lo largo de los años, transformándose en un pilar fundamental en la narrativa y en la poesía del país. Desde las primeras escritoras del siglo XIX hasta las autoras contemporáneas, la representación femenina ha pasado de ser un mero acompañamiento a ocupar un lugar protagónico en las tramas y en la exploración de temas relevantes para la sociedad cubana. 

En el siglo XIX, la literatura cubana fue testigo de la irrupción de autoras como Gertrudis Gómez de Avellaneda, quien con su obra «Sab» desafió las normas patriarcales y ofreció una voz clara y fuerte a las mujeres de su época.

Su personaje principal, un mulato que vive la lucha por la libertad, refleja cómo las mujeres también estaban en la búsqueda de independencia y derechos. Este temprano símbolo de feminismo literario invita a entender que la lucha de la mujer cubana no comenzó con las generaciones más recientes, sino que tiene profundas raíces históricas. 

Con el paso del tiempo, en el siglo XX, el contexto social y político de Cuba también impactó en la literatura. La Revolución Cubana trajo consigo nuevas oportunidades para las mujeres, quienes empezaron a ser vistas como agentes de cambio.

Hoy quiero escribir sobre Georgina, una mujer que “nunca creyó en nada ni en nadie” y por eso tuvo la valentía de escribir su propio mundo; ese en el que se sintió realmente bienvenida.

Georgina Herrera, considerada una “cimarrona” moderna, autora de poemarios, relatos, novelas y guiones, comenzó a publicar a inicios de los sesenta en Ediciones El Puente, legendario grupo y proyecto editorial fundado por el poeta José Mario Rodríguez.

Nacida el 23 de abril de 1936 en Jovellanos, Matanzas, Georgina Herrera (“Yoya”) publicó en Cuba libros como GH (El Puente, 1962), Gentes y cosas (UNEAC, 1974), Granos de sol y luna (UNEAC, 1978) o Grande es el tiempo(UNEAC, 1989). Trabajó en Radio Progreso y escribió libretos para ese medio y para la televisión, recibió el premio UNEAC de poesía en los setenta, llegó a integrar los jurados de los premios Casa de las Américas y Nacional de Literatura, y recibió reconocimientos gubernamentales como las medallas Raúl Gómez García y Alejo Carpentier o la Distinción por la Cultura Nacional.

Es la poeta cubana más sencilla del último siglo”, ha dicho sobre Herrera el ensayista, editor e investigador Roberto Zurbano Poeta, crítico y ensayista.

“La más paciente y emotiva, quizás la más consciente de la simultaneidad del sufrimiento y la alegría, de la fugacidad de lo terrible y la permanencia de lo amable. Su mirada limpia y tristísima extiende su maternidad hacia la gente y las cosas sensibles. Sus versos nacieron iluminando la pobreza real, atravesando discriminaciones y otros pesares hasta revelarnos el envés de lo doméstico y convertirse en reina cimarrona, mensajera de nuevas sublevaciones del corazón y la esperanza”.

A los ojos de Jorge Fuentes Cruz. Director de cine, guionista, escritor y poeta. Licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad de La Habana. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Profesor de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de Cuba, en su artículo “Dicen que ha muerto Georgina” publicado el día de su muerte (13 de diciembre de 2021) nos deja su sentir sobre nuestra bien querida Yoya.

«Georgina no era alguien que escribía poesía por vanidad, estar a la moda o ser alguien. Le venía de muy lejos y desde dentro de lo que se pudiera llamar, su vida. La literatura que produjo y esos versos cargados de angustia y asombro, eran voces, seres, fantasmas y orígenes que la acompañaron de siempre. Mi hijo varón, que hoy tiene 41 años, su madre y yo, le debemos, el pedazo de amor que nos dio desde el nacimiento de aquel muchacho. Su partida, que me hace presentir que no vamos a volver a vernos, me obligará a recordarla cuando pase por la esquina de H, donde van a quedar, en un abrazo, Manolo Granados, ella y aquella pandilla de jóvenes de la que quedan unos cuantos amantes, unos cuantos versos”.

 Oriki para las negras viejas de antes

En los velorios
o la hora en que el sueño era ese manto
que tapaba los ojos
ellas eran como libros fabulosos abiertos
en doradas páginas.
Las negras viejas, picos
de misteriosos pájaros,
contando
como en cantos lo que antes
había llegado a sus oídos,
éramos, sin saberlo, dueñas
de toda la verdad oculta
en lo más profundo de la tierra.
Pero nosotras, las que ahora
debíamos ser ellas, fuimos
contestonas,
no supimos oír; teníamos
cursos de filosofía,
no creímos,
habíamos nacido demasiado cerca
de otro siglo. Solo
aprendimos a preguntarlo todo
y al final, estamos sin respuestas.
Ahora, en la cocina, el patio,
en cualquier sitio, alguien,
estoy segura, espera
que contemos lo que debimos aprender.
Permanecemos silenciosas,
parecemos tristes
cotorras mudas.
No supimos
apoderarnos de la magia de contar
sencillamente
porque nuestros oídos se cerraron,
quedaron tercamente sordos
ante la gracia de oír.

GEORGINA HERRERA

Estos poemas de Georgina Herrera transmiten una mezcla de nostalgia, admiración y amor por la ancestralidad, la libertad y la naturaleza. En “Oriki para las negras viejas de antes”, la autora reflexiona sobre la sabiduría perdida de las generaciones anteriores, especialmente de las negras viejas, que poseían un conocimiento y una conexión con la tierra que las nuevas generaciones no pudieron apreciar. Se percibe un sentimiento de arrepentimiento por no haber valorado esa herencia cultural y espiritual.


Elogio grande para mí misma

Yo soy la fugitiva
soy la que abrió las puertas
de la casa-vivienda y “cogió el monte”.
No hay trampas en las que caiga
Tiro piedras, rompo cabezas.
Oigo quejidos y maldiciones.
Río furiosamente
Y en las noches
bebo el agua de los curujeyes,
porque en ellos
puso la luna, para mí sola,
toda la gloria de su luz.

GEORGINA HERRERA

En “Elogio grande para mí misma”, se manifiesta una liberación personal y una afirmación de identidad. La autora se presenta como una mujer valiente, en constante búsqueda de libertad y rechazo a la opresión. Se exalta la fuerza interior y la capacidad de desafiar las normas establecidas.


El tigre y yo, durmiendo junto

El tigre tuvo sueño,
se echa junto a mí, se duerme
como un regalo inusitado; tiendo
la mano y lo acaricio.
Dichosa es esta mano que se pierde
entre el dibujo de su piel.
Me arrimo aún más.
El tigre es tibio y manso. Pego
mi oído a su corazón.
Apenas late. Cómo
puede ser tan pausado
el corazón del tigre?
Entre él y yo no hay selva,
tempestad ni miedo,
ninguna distancia nos separa.
Respira suave; huele
cerezas el aliento
de este animal que amo y cuido.
Se mueve ahora; vuélvese
al otro lado; no despierta,
pero temo
que el sueño acabe.
No el del tigre, el mío.

GEORGINA HERRERA

Finalmente, en “El tigre y yo, durmiendo junto”, la autora revela su profunda conexión con la naturaleza y los animales, en este caso, con un tigre logrando simbolizar la relación armoniosa entre seres vivos. Se percibe un sentimiento de paz, confianza y ternura en esta relación íntima con la naturaleza.

Georgina fue ante los ojos de los que aprendieron a escucharla y leerla una mujer libre de espíritu, que a través de sus poesías reflexivas y cargada de simbolismo supo evocar emociones como la reflexión, la nostalgia, la valentía, la conexión con la naturaleza y la aceptación de la identidad.

Es esencial reconocer que la literatura cubana actual continúa siendo un espacio en el que las mujeres toman un papel más activo y decisivo en la narración de sus historias. Al reivindicar su papel en la literatura, las autoras cubanas no solo enriquecen el panorama literario, sino que también abren la puerta a una mayor comprensión de la identidad cubana en su totalidad. 

Referencias: 

  • Bahr, A. y Fernández, V. (2021). Voces de mujeres en la narrativa contemporánea cubana. 
  • Gómez de Avellaneda, G. (1866). Sab. 
  • Guerriero, L. (2018). Frutos de una crónica.

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